Capítulo 99
Capítulo 99
César le indicó que subiera al auto.
Mateo rodeó el vehículo y se sentó en el asiento trasero.
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-El oficial de guardia ese día era un sobrino de mi superior, Manuel Cruz. Por más que le pregunté, insistió en que se quedó dormido y que nadie le reportó nada por la noche. Además, las cámaras de seguridad estaban en mantenimiento ese día. El personal asumió que era un procedimiento normal y, como los detenidos estaban juntos, no esperaban problemas graves…
La voz de Mateo disminuyó al sentir culpabilidad.
Un error así de la comisaría, que había llevado a un detenido a quedarse en estado vegetal, podía costarle su puesto de comisario una vez que las autoridades superiores lo supieran.
César aflojó la corbata con un dedo.
-¿El policía de guardia se quedó dormido en su turno? ¿Y las cámaras estaban en mantenimiento? Incluso si las cámaras fallan, hay vigilancia física todo el día, ¿no es así? —le hizo una serie de preguntas. Luego, giró lentamente hacia él, clavando la mirada en él. —Comisario, ¿realmente no ve el patrón aquí?
Una gota de sudor cayó de la frente de Mateo.
El tono de César era sereno, pero cada palabra conllevaba su presencia peligrosa. Solo había sentido esa presión frente a altos funcionarios del gobierno.
-Fue Manuel Cruz… -murmuró Mateo.
-¿Manuel Cruz? ¿De qué departamento?
-Del departamento de impuestos.
César miró por la ventana.
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-Ah. Ya veo. Investiga a su gente le ordenó con cara impasible.
La camisa de Mateo ya estaba empapada. El aire acondicionado del auto le erizaba la piel.
-Pero señor Herrera… Manuel tiene conexiones con la familia Rojas…
-Los Rojas no representan ninguna amenaza para mí.
Mateo tragó saliva y asintió.
-Entendido.
***
Al día siguiente, Celia regresó a trabajar. De esta manera, podía prestar atención a tiempo a la situación de Carlos. Pero al llegar, recibió una notificación de suspensión y el motivo era que sus rumores habían causado daño a la reputación de la clínica.
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Capítulo 99
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Había planeado asumir sus responsabilidades en este último mes, pero alguien lo impidió. Mientras empacaba sus cosas en una caja de cartón, las enfermeras cuchicheaban.
-¿Ella renunció?
-La suspendieron. Dicen que sus amoríos afectaron la imagen de la clínica.
Sira salió de su oficina justo cuando Celia pasaba. Se sorprendió un poco. ¿Por fin la despidieron? ¡Incluso Dios la ayudó!
Se le acercó a Celia con una sonrisa, fingiendo lástima.
-Qué lástima perder a una estrella de neurocirugía.
Celia no le dio el gusto de enfadarse.
-Coincido. Menos tiempo entre hipócritas.
Sira se enrojeció. Antes de que ella le replicara, Celia la esquivó y se fue.
Afuera del hospital, un Rolls-Royce se estacionó frente a la entrada. Nicole esperaba junto a la puerta, haciendo una leve reverencia para saludarla.
-Señorita Sánchez.
Celia bajó las escaleras, mientras el vidrio trasero del auto bajaba lentamente, revelando a César en la penumbra. Hasta ese mismo momento, ella todavía no podía leer sus verdaderas intenciones.
César notó la caja de cartón que Celia tenía entre las manos. No se sorprendió, como si ya lo hubiera adivinado.
-De todos modos, solicitaste el traslado a la otra clínica. Ahora tienes tiempo para descansar —le dijo él.
Celia lo miró fijamente y entendió el significado detrás de sus palabras.
-¿Fuiste tú quien me suspendió?
Él reveló una sonrisa neutra.
-Creo que necesitas un descanso.
Al verla en silencio, añadió con calma:
-En cuanto a Carlos, lo trasladé a un hospital privado. Tendrá cuidado especial y tu familia no pagará ni un peso por los gastos médicos.
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