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Por que 85

Por que 85

Capítulo 85 

Las palabras de Sira dejaron a Carlos estupefacto. Cuando reaccionó, una ola de furia lo inundó. Se liberó del agarre de Celia y se lanzó hacia Sira, con los ojos llenos de rabia. 

-¡Maldita mentirosa! ¡Tú eres la que lastimó a mi hermana! ¡Y prometiste disculparte públicamente con ella! ¿¡ Ahora te atreves a echarte para atrás!? 

-¡Carlos, no! -Celia intentó detenerlo, pero era demasiado tarde. 

Antes de que Carlos pudiera tocar a Sira, César lo derribó con una patada brutal. Nicole hizo un gesto y dos guardaespaldas lo inmovilizaron contra el suelo. 

-¡Suéltenme! ¡No hice nada malo! -Carlos forcejeó, la voz quebrada por la indignación-. ¡Si no fuera por ella, Celia no habría sufrido ese ataque de gas pimienta! ¡Tengo la grabación que lo prueba! 

César giró hacia Sira mirándola con cara interrogativa. Ella negó frenéticamente, y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. 

-¡No es cierto, César! ¡Me obligó a decir esas cosas! ¡Si no lo hacía, me habría matado! 

-Señorita Núñez, reconozco que lo que hizo mi hermano al secuestrarte es incorrecto, y me disculpo en su nombre. ¡Pero él jamás matará a una persona! -intervino Celia con firmeza. 

Cuando supo del secuestro, su mayor temor no había sido por la vida de Sira. Conocía a su hermano. Sabía que no era un asesino. Lo que la aterraba era que, en su obsesión por protegerla, este tontito impulsivo cruzara una línea sin retorno y lastimara a Sira… como aquella vez en el campo. Así arruinaría su propio futuro. 

-¡Celia! – Sira alzó la voz-. ¡Yo soy la víctima aquí! ¡Claro que lo defenderías, es tu hermano! 

-Precisamente porque es mi hermano, sé que… 

-¡Basta! 

César interrumpió la conversación. En sus ojos se veía una presión aterradora. 

-El secuestro es un hecho. ¿En serio vas a defender a un criminal? 

Celia quedó sin palabras e inmóvil en su lugar. 

Tenía razón. Si César decidía acusar a Carlos por Sira, el solo acto de secuestro era suficiente para mandarlo a prisión… 

-César… Esa grabación… temo que la use para chantajearme después… 

Ella no podía permitir que esa evidencia sobreviviera. 

César asintió a los guardaespaldas. Uno de ellos forcejeó con Carlos por su celular, luego lo entregó con respeto a 

César. 

Sira se alivió. 

-César, dámelo. 

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Capitulo 85 

Carlos se forcejó desesperadamente. Rugió con los ojos enrojecidos y la voz desgarradora: 

-¡No hagas nada a mi celular! ¡No se lo des a esa zorra! 

+25 BONUS 

Al ver el estado histérico de Carlos, Celia entendió que había pruebas importantes en el celular. Intentó 

detenerla. 

-Señorita Núñez, si es inocente, ¿por qué se preocupa tanto la grabación? Una conciencia limpia no teme, ¿no? ¿ O es que hay algo ahí que necesitas destruir? 

Sira palideció y el odio hacia Celia creció todavía más. 

No solo quería destruir la grabación, ¡también las pruebas de su trato con la señora Fernández! Si César los veía, ¡ todo se acabaría! 

-Celia, ¿sigues defendiendo a este secuestrador? ¿Fuiste tú quien lo incitó a secuestrarme? -la desafio con ojos enrojecidos. 

Carlos escupió, luchando contra los guardias. 

-¡Cállate, puta! ¡Deja de difamarla! 

César, insatisfecho con su actitud, le entregó el celular a Sira. En el momento en que ella lo sostuvo, un destello de triunfo cruzó sus ojos. ¿Creían que podían vencerla? Qué patéticos, ¡no eran dignos de ser sus rivales! 

Celia capturó el leve cambio de su expresión y apretó fuerte los puños. 

-César, ¿qué pasa si hay pruebas importantes en el celular? 

-¿Pruebas? -le respondió César con voz impasible-. ¿Del secuestro? 

Ella contuvo la respiración, intentando explicarle: 

-Carlos nunca hará algo tan imprudente sin una razón… 

-¿Por qué un secuestrador necesita una razón para realizar el secuestro? 

Celia quedó sin palabras, impotente. 

Cada vez que tenían conflictos en asuntos relacionados con Sira, la actitud de César siempre era tan decidida como ahora. Confiaba en Sira sin condiciones, tampoco sospechaba de ella por lo que había hecho. 

Con movimientos rápidos, Sira formateó el dispositivo. Luego, “accidentalmente”, lo dejó caer al suelo, 

-Ah, lo siento! ¡Fue sin querer! -fingió temblar, escondiéndose tras César. 2 

Carlos observó la pantalla hecha añicos. Y entonces… comenzó a reír. Era una risa vacía y desesperada. 

Todas sus pruebas, y todos sus esfuerzos, fueron destruidos… 2 

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Por que

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