Capítulo 72
Capítulo 72
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César permaneció inmóvil unos instantes antes de separar a Sira, sosteniéndola por los hombros.
-Estás lesionada. Deberías estar en reposo. -le dijo.
Sira se tensó ante el rechazo. Bajó la mirada y murmuró:
-Es que… estaba preocupada por Osqui…
-Tío César… -la voz temblorosa del niño rompió el ambiente incómodo. Óscar se había despertado, sus ojos reflejando un miedo profundo.
César se acercó a la cama y tomó su pequeña mano, consolándolo.
-No tengas miedo. Estoy aquí.
-¿Te quedarás conmigo hoy? -le preguntó el niño con esperanza.
Después de una larga pausa, César asintió ante su mirada.
-Claro. Me quedaré.
Óscar aferró su mano con fuerza. Con su tío a su lado, las pesadillas no vendrían y su mamá no se atrevería a golpearlo…
Sira, indiferente al estado de su hijo, ocultó su sonrisa triunfal al oír que César se quedaría. ¡Su plan había funcionado!
***
En la casa de los Sánchez, la comida se enfriaba.
—¿No dijiste que vendría el ilustre yerno? ¿Dónde está? -preguntó Mara. Su paciencia ya se agotó, así como la de los demás.
Fabio, rojo de vergüenza, golpeó la mesa dirigiéndose a su hija.
-¡Dijiste que vendría! ¿Nos estás mintiendo?
-¡Papá! ¿Cómo puedes culpar a Celia? -lo interrumpió Carlos.
-¡Cállate! -Dijo Fabio, desahogándose de la ira con su hijo.
-Él… me prometió que asistiría. -murmuró ella. Intentó explicarse, pero la frase le quemó la garganta. Si César no quería venir, podría rechazarla desde el principio. ¿Por qué se lo había prometido y luego no cumplía sus palabras?
El golpe de Fabio contra la mesa hizo volcar un vaso de vino sobre el regazo de Celia, sin importarle los presentes.
-¡Idiota! ¿No sabes confirmarlo dos veces? -gritó. 1
Carlos se levantó de un salto, golpeando la mesa a su vez.
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Capítulo 72
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—¡Basta, papá! ¡Hoy es mi cumpleaños, no el tuyo! ¿Por qué te importa más la presencia de César que la mía? Además, ¡Celia no tiene ninguna culpa en eso! Ustedes son los que insistieron en verlo. ¡No fui yo!
Celia lo tomó del brazo para detenerlo.
-Carlos, no sigas más…
El joven se sentó de mala gana. De no ser por su hermana, ¡habría volcado la mesa entera!
Fabio guardó silencio. Aunque se había desahogado, su furia seguía creciendo. Ada no pudo ocultar sus ganas de divertirse.
-Fabio, no vale la pena enfadarte con tus hijos. Si tu yerno fuera César Herrera, habrían publicado el vínculo entre ustedes hace mucho tiempo.
Paco asintió. De ser cierto el matrimonio, los Sánchez ya estarían en la alta sociedad, sin necesitar los contactos y los apoyos de la familia de Ada.
-Sí, está casada con César… es un matrimonio oculto. -Rosa intentó explicárselo.
Ada soltó una risa burlona.
-Querida, con todo respeto… Aunque Celia sea muy bonita, con la influencia de los Herrera, ¿por qué debería ocultar el matrimonio? ¿Será que alguien los engañó?
Ella se enmudeció, avergonzada. La prohibición de los Herrera los hacía parecer víctimas de un engaño. Se sentían bastante impotentes.
-Hoy abundan los hombres que fingen ser ricos. Deben mantenerse alertas para evitar ser engañados. Si no, avergonzarán a los Sánchez. -habló Mara. Luego regañó a Fabio secundando las palabras de Ada. -Fabio, a tu edad, ¿aún no puedes distinguir a los buenos de los malvados? ¡Debes aprender de tu hermano!
Fabio, sin lugar para desahogar su furia y siendo regañado ante toda la familia, ya estaba al borde de estallar.
-Celia, aún eres muy joven. Tienes la oportunidad de arrepentirte. -Ada la persuadió mirándola-. Debes divorciarte lo antes posible de este tipo de estafador. ¡Te presentaré a un primo mío! Tiene propiedades y autos. Es mayor, pero sabe cuidar a una mujer…
Antes de que Celia reaccionara, Carlo la interrumpió con sarcasmo.
-Si es así, ¿por qué no hiciste que tu hija se casara con él entonces?
Mara no le dejó tiempo a Ada para replicar y cambió abruptamente de tema.
A mitad de la cena, Celía se fue al baño para limpiar su ropa manchada de vino. Su hermano, al ver su celular iluminarse, lo tomó para revisarlo, pensando que eran mensajes de César.
La contraseña seguía siendo cero, tres, veintidós. No era ni el cumpleaños de Celia, ni el de César, ni su aniversario. Él no sabía qué significaba la cifra. Al abrir WhatsApp, la cara de Carlos se ensombreció.
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