Capítulo 66
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Capítulo 66
-Mira, ¿quién está aquí? -Rocío miró a Celia de arriba abajo con desprecio. ¡Es la perra lamebotas de César!
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Sira sintió un gusto secreto al ver cómo la humillaba públicamente. Cada persona que odiara a Celia era un triunfo para ella.
-¿Por qué dijo que la doctora Sánchez es una perra lamebotas?
-No lo sé…
Las dos enfermeras en turno murmuraban entre sí, pero al ver a Celia, regresaron a sus puestos, avergonzadas.
Rocío, al presenciar esto, cruzó los brazos y se burló de ella.
-Vaya, ¿eso te da vergüenza? Debiste considerarlo antes.
Celia apartó la mirada y le respondió con calma:
-Señorita Herrera, ¿vino a defender a su amiga?
-Celia, ha sido un malentendido. No sabía que se conocían, ni que tenían problemas… -Intervino Sira.
Como siempre, evitaba toda responsabilidad, haciéndose la víctima inocente. Rocío puso a Sira detrás de ella y empujó a Celia.
-¿Con qué derecho acusas a Sira? Cuando César se vio obligado a romper con ella, tú fuiste a seducirlo y aferrarte a él. Y te negaste a alejarte. Ahora que ella ha regresado a su lado, ¡deberías dejarla en paz!
Las enfermeras que escuchaban sigilosamente las conversaciones no pudieron ocultar su asombro.
-¿César? ¿Esta señorita es la prima del señor Herrera?
-Dios mío… Celia tuvo una relación con el señor Herrera…
-Por eso siempre sentí algo raro entre ellos… No sabía por qué, pero ahora ya lo veo. ¿Ellos fueron una pareja?
Sira intentó detener a Rocío con muchas “preocupaciones”.
-Rocío, no sigas más. Celia es mi colega. No quiero que le causes problemas por mis asuntos. Los rumores afectarán su trabajo en la clínica.
-Eres demasiado amable. Incluso si mis palabras afectan su trabajo, ¿qué? No merecen tu compasión. -Rocío le respondió con desdén y se burló de Celia-. Además, él aún tiene una colaboración con el proyecto de equipos médicos de la Clínica Central. Esa mujer caradura no se irá de aquí. Nunca se alejará de donde está mi primo. Es una perra lamebotas que ni a palos se alejará.
Cada palabra de Rocío era una humillación, hasta que las enfermeras sentían pena por Celia. Pero lo que no sabían era que ella había recibido miles de veces tales humillaciones. Se había acostumbrado a esas palabras. Ese agudo dolor la había lastimado tantas veces que ahora no podía sentir nada más que el entumecimiento.
A veces la vida es así, cuando uno persigue obstinadamente lo que quiera con todas sus fuerzas, pero no puede lograrlo tras innumerables intentos y heridas. Algún día, sin razón aparente, lo dejará ir por solo una idea.
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Capítulo 66
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Cuando verdaderamente deje de insistir con terquedad, entenderá que el abandono puede ser más fácil de lo que pensaba.
Celia la miró y les mostró una sonrisa.
-¿Has terminado?
Rocío parpadeó, confundida. Antes, cada mención de la relación entre César y Sira hacía que ella palideciera y huyera, ni siquiera era capaz de replicarle. ¿Por qué ahora ya parecía no afectarle?
-Primero, están en la clínica. Si quieres vengar a tu amiga, hazlo fuera de mi horario de trabajo. No afecten a los pacientes y no interrumpan el orden de trabajo del personal médico. -Les dijo con calma antes de revisar su reloj de pulsera-. Además, en treinta minutos tendré una reunión y ya no me queda mucho tiempo. Si no tienen nada más que decir, me retiro.
Cuando se dio vuelta para irse, Rocío reaccionó. Se le acercó y agarró su muñeca, deteniéndola.
-¡No te vayas! ¡Te atreves a ignorarme!
Ella no cedió:
-Señorita Herrera, en este lugar público, no haga berrinches como una niña.
-¿Quién diablos te crees para darme órdenes? -exclamó Rocío mientras levantaba la mano, a punta de darle una cachetada.
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