—Ya eres adulta, y ¿vas a culpar a un niño por esa minucia? —César la regañó.
Celia se quedó en silencio. Sabía que César no le creería, pero su actitud parcial le causó dolor de nuevo. Se esforzó por contener las lágrimas.
—¡No lo empujé!
César rio con desdén.
—Entonces, ¿quieres decir que un niño tan pequeño te tendió una trampa?
Celia sintió dolor como si alguien apretara su corazón. Ya sabía que él no le creería, ¿por qué siguió intentando explicarle?
Cabizbaja, trató de calmarse.
—Es mala suerte encontrarme con ustedes hoy. ¿Ya estás contento con eso?
Dicho esto, se dio la vuelta para irse.
—¡Espera!
Celia se detuvo, pero no los miró.
—Óscar es solo un niño. No lo culpes —César suavizó el tono. —Solo necesitas disculparte un poco con él.
—César, mejor déjalo así… —intervino Sira, con actitud de “defender” a Celia.
César la miró con determinación.
—Ella cometió el error, así que debe disculparse.
Celia apretó los puños con fuerza, clavando las uñas en sus palmas, pero no sintió ningún dolor debido a la ira. Se volvió lentamente hacia César mirándolo a los ojos, y lo cuestionó, señalando las cámaras de vigilancia bajo la farola.
—En el barrio hay un montón de cámaras por todas las partes. Antes de defender a tu amor, ¡deberías revisar las grabaciones! Si de verdad cometí algún error, según los vídeos, me disculparé. Sin embargo, si no es así, ¡ni Dios tiene el derecho de obligarme a hacerlo!
Al terminar de hablar, ella se marchó sin mirar atrás.
César sintió incomodidad por las palabras de Celia y se puso serio. Mientras tanto, Sira se preocupaba mucho por la propuesta de Celia de revisar las grabaciones. Temiendo que él lo hiciera, lo agarró del brazo, persuadiéndolo.
—César, dejémoslo así. Osqui, está bien. Y creo que Celia no lo hizo a propósito.
No permitió que César fuera a revisar las grabaciones, así que intentó cambiar el tema.
—Osqui va a llegar tarde. Vámonos.
César retiró su brazo.
—Ya le informé a la directora del jardín de infancia. Lleva a Óscar allí y ella se encargará de todo. Tendré una reunión, así que tengo que irme ya.
Con eso, se dirigió hacia su auto.
Sira lo vio alejarse y apretó instintivamente las manos, olvidando que aún sostenía a Óscar.
—Mami, me duele…
Cuando escuchó las quejas de Óscar por el dolor, volvió en sí. Se agachó y lo sostuvo con suavidad por los pequeños hombros, mientras le hablaba con una mirada cargada de una mezcla de mala intención y satisfacción.
—Mi hijo, buen trabajo.
—¿En serio? —Óscar la miró con los ojos claros, sin entender nada de las artimañas.
Solo sabía que, si hacía que su mamá se sintiera feliz y ella le daba elogios, lo que había hecho sería lo correcto.
Sira sonrió y acarició su carita.
—También quieres que el tío César sea tu papi, ¿cierto?
El pequeño asintió con alegría, pero la sonrisa de Sira se volvió más sombría.
—Entonces debes agradarle. De esta manera, le gustarás, ¿me entiendes?
Óscar prometió con entusiasmo.
—¡Entendido!
***
César apenas llegó a la oficina cuando su asistenta, Nicole López, se le acercó para informarle.
—Jefe, su abuela lo está esperando en la oficina.
Él asintió y entró directamente en la oficina. Valeria estaba sentada en el sofá, disfrutando del café. Ella levantó la cabeza y lo miró.
—¿Me dicen que le diste un puesto a Sira en la clínica en el que trabaja Celia?
César se aflojó un poco la corbata y se sentó frente a Valeria.
—¿Celia se quejó de eso con usted?
Valeria dejó su taza en la mesa con fuerza y lo reprendió con voz firme.
—No debes sospechar de tu esposa con tanta facilidad. Celia no es una persona así.
César le respondió con una sonrisa indiferente.
—¿En serio? Aún recuerdo cómo ella logró casarse conmigo y cómo usted me obligó a hacerlo.
La expresión de Valeria se ensombreció, pero luego sonrió con burla.
—Si Celia se hubiera quejado conmigo, ¿crees que Sira tendría la oportunidad de regresar del extranjero?
César guardó silencio, y luego se encontró con los ojos de Valeria.
—No espero que usted haga nada más en cuanto a lo de Sira.
Valeria rio de ira.
—Ella te abandonó por un millón de dólares que le ofrecí. ¿Qué tiene de bueno una mujer tan desleal?
—Si no fuera por su intervención, ¡ella no se habría ido!
—César…
A Valeria se le ocurrió algo y no pudo evitar reírse con lástima. Se levantó lentamente y le aconsejó.
—Cariño, has confundido lo malo con lo bueno. Algún día te arrepentirás. Pero no intervendré más en tu relación con Celia. Si quieres divorciarte de ella… Toma tu propia decisión.
Dicho esto, salió de la oficina.
César apretó los dientes, emanando un aura fría y aterradora. ¿Que él se arrepentiría? ¿Cómo era posible…? Celia había obtenido de él la vida lujosa que quería, ¿en serio se divorciaría de él?
No, ella ya no podía vivir sin él.