César se dio cuenta de algo raro e iba a soltar a Sira, quien de inmediato lo detuvo.
—César, me siento mal… ¿Podrías acompañarme a buscar medicina?
César dudó, retirando la mirada de la figura de Celia que desaparecía de su vista, y aceptó su propuesta con un “hum” distante.
Fueron a la farmacia. Ella consiguió lo que necesitaba y, al darse la vuelta, notó que él estaba distraído, así que se le acercó sonriendo.
—César, Osqui ha llegado a la edad de ir al jardín de infancia, pero tiene problemas con el registro civil. ¿Podrías adoptarlo para resolver este problema?
Temiendo que César la rechazara, añadió:
—No te preocupes, es solo una solución temporal. Nadie lo sabrá.
La mirada de César se posó en ella. Sira no se atrevió a esquivar esa mirada, pero inevitablemente, se sentía nerviosa.
—¿Estás enfadado?
César mantuvo una actitud distante.
—No es una solución adecuada. Pero mi madre puede adoptarlo.
Sira se quedó sin palabras. ¿Quería que su madre adoptara a su hijo? De esta manera, ¡Óscar se convertiría en el hermanastro de César! Y ella, como la mamá de Óscar, ¿qué sería para él?
César la examinó con la mirada de águila.
—¿No te parece bien?
Sira no se atrevió a revelar sus pensamientos.
—Ah… Me parece bien. Sigue adelante con lo que propusiste.
César asintió, sin decir nada más.
Sira no pudo evitar apretar los puños, sintiéndose descontenta por la solución. Pero sabía que no debería apresurarse. Mientras su hijo fuera aceptado por los Herrera y ganara el cariño de los mayores de la familia, ella también tendría una oportunidad.
***
César no regresó a casa en toda la noche. Antes, Celia solía mantener la luz encendida esperando su regreso, pero, de ahora en adelante, no volvería a hacerlo porque ya no le importaba.
Cuando ella estaba a punto de ir a trabajar, se encontró con Sira y con su hijo en la planta baja. Quería ignorarlos, pero Sira la saludó.
—Doctora Sánchez.
Celia se detuvo y se volvió a mirarla.
—¿Qué?
—Pues, parece que… No te caigo bien, ¿cierto? —Sira le preguntó mirándola.
—No creo que sea así, señorita Núñez.
Lo que dijo Sira no era la cuestión. Le parecía algo totalmente innecesario. ¿Por qué deberían caerse bien? Ni siquiera se habían tratado mucho.
Sira se le acercó seguida de Óscar.
—Qué alivio. Por cierto, ¿te vas a la clínica? Voy a llevar a mi hijo al jardín de infancia y después iré a trabajar. Iremos en la misma dirección, puedo pedirle a César que te lleve también.
Celia entrecerró ligeramente los ojos, comprendiendo que anoche César se había quedado con ella. Eran todavía una pareja legalmente, pero este tipo ya había dormido con otra mujer.
—No, gracias. Tengo mi propio auto —la rechazó con voz distante.
Sira la detuvo agarrando su muñeca.
—No te preocupes. Somos colegas, ¿no? Pronto él llegará.
Celia guardó silencio, usando toda su fuerza para contener su ira. Tenía que sospechar la verdadera intención de Sira. ¿Acaso ya sabía de su matrimonio con César y ahora estaba tratando de incomodarla?
Pensando, intentó retirar su mano.
—Ya te dije que no lo necesito.
Sin embargo, ¡Sira “cayó” al suelo en ese momento!
Al ver a su mamá caer, Óscar se acercó a Celia corriendo y le devolvió un empujón.
—¡Malvada! ¡Por qué empujaste a mi mamá!
El celular de Celia se cayó al suelo por el golpe. El niño, furioso, le dio unas patadas fuertes al dispositivo.
—¡Eres tan maleducado! —lo reprendió Celia, apartándolo con una mano.
Óscar cayó al suelo y empezó a llorar desconsoladamente. César, que justo llegaba en su auto, presenció lo que había pasado. Aparcó el auto a un lado y salió rápidamente, acercándose.
—¡Celia, basta!
Por la preocupación, incluso la llamó por su nombre, olvidando que debía evitar que Sira se enterara de su relación.
—¡Papi! ¡Esta mujer malvada me empujó! —se quejó Óscar llorando y gritando.
Sira de inmediato revisó si su hijo estaba herido con una expresión de enojo.
—Señorita Sánchez, si tienes algún problema conmigo, ¡véngate en mí en vez de lastimar a un niño tan pequeño!
Celia se esforzó por contenerse apretando los dientes.
—¿Y por qué no mencionas que tu hijo pisó mi celular a propósito?
Sira evitó su mirada, titubeando.
—Pues, Osqui no lo hizo intencionadamente.
—Tu explicación es aceptable si solo lo pisó una vez, ¡pero no fue así!
—¡Celia! —la voz de César ya estaba cargada de furia.