CapÃtulo 441Â
Nos conocemos desde hace tantos años, te conozco muy bien. Quieres usar al hijo de Sergio para manipularme, ¿cierto? Mario se levantó lentamente y se acercó a ella—. A Sergio no le importa ese niño, pero a mà si. Después de todo, es ahora el único descendiente de la familia Quiroga, mi propio nieto. Quién sabe si en el futuro me darán otro, ¿no?Â
Beatriz se sentó sin inmutarse.Â
-Pero la señorita Ruiz podrá hacerlo, ¿no crees? Es inútil manipularte con -ese niño.Â
-Quién sabe si yo pueda esperar a que ella dé a luz —Mario se detuvo frente a ella y de repente se inclinó, riendo despectivo-. También podrÃas darme otro hijo a esta edad, ¿qué te parece? No estarÃa mal.Â
-¡Loco!-grÃtó Beatriz, furiosa. Le repugnaba que mencionaran el tema, porque le hacÃa recordar al feto muerto de años atrás.Â
Mario se enderezó sin prisa, le dio la espalda y se detuvo frente a la ventana panorámica.Â
He invitado a ese Enzo Rojas que tanto anhelas y no puedes tener a la boda de mi hijo.Â
Al escucharlo, a Beatriz se le encogió el corazón.Â
-¿Por qué lo invitaste?Â
-¿Por qué no? O sea, ¿todavÃa te importa?Â
Ella guardó silencio. La mirada de Mario se apaciguó al verla asà y resopló con desprecio.Â
-No solo lo invité a él, sino que la familia Gómez, la familia Herrera y casi toda la alta sociedad de Rivale estarán presentes. Para entonces, haré que conozcan las injusticias y el dolor que sufri en el pasado.Â
Beatriz se puso de pie de golpe.Â
-¡Lo nuestro de aquel entonces no tiene nada que ver con Enzo! -exclamó.Â
-¿En serio?-Mario miró fijamente a Beatriz-. Después de tantos años, mi mujer aún no lo ha olvidado… ¡Debo matarlo!Â
Beatriz tomó un poco aire para calmarse y desvió la mirada.Â
-Mario, lo nuestro terminó hace mucho. ¡Ya no soy tu mujer!Â
-No sueñes. La mirada de Mario era sombria y terriblemente obstinada-. Lo nuestro nunca terminará a menos que yo muera. Mientras yo esté vivo, mataré a todos los hombres que busques como antes.Â
Beatriz tembló ligeramente de miedo y aquella escena sangrienta volvió a su mente. Mario la abrazó con una sonrisa siniestra.Â
-Cariño, somos iguales. Recuerda que solo yo puedo quedarme a tu lado – susurró él.Â
Beatriz cerró los ojos impotente para ocultar el odio y permaneció inmóvil entre los brazos de Mario.Â
Dos dÃas después, como la boda de Sergio y Luna se celebrarÃa la semana siguiente, casi todos en el cÃrculo ya habÃan recibido la invitación.Â
Celia estaba en la consulta, revisando una y otra vez los mensajes sin respuesta que le habÃa enviado a Luna. Sin embargo, en ese momento, recibió un mensaje de Luna que solo contenÃa una breve lÃnea:Â
[Estoy bien, perdón por la preocupación.]Â
Celia de inmediato le preguntó:Â
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[¿Recuperaste tu celular?]Â
Pronto llegó la respuesta:Â
[El tipo no está aquà y lo tomé a escondidas. Solo tengo unos minutos. Por favor, diles a mis padres que no acepté sinceramente casarme con Sergio Quiroga. ¡Esto es completamente una trampa! ¡Que no vengan a la boda!]Â
¿Una trampa? Celia se quedó pasmada, pero cuando intentó preguntar por más detalles, Luna ya no respondió.Â
Mientras tanto, al escuchar los pasos afuera de la habitación, Luna apresurada borró enseguida el historial de chat y escondió el celular bajo la almohada. En ese momento, Sergio abrió la puerta. Ella, nerviosa y asustada, cayó de la cama al suelo.Â
Sergio entendió todo con solo echar un vistazo a la almohada, pero no descubrió de inmediato su intención. La miró desde arriba, burlándose de su ridÃcula caÃda.Â
-Señorita Ruiz, recuperaste tu celular, ¿cierto? ¿A quién le escribiste?Â
-¡Solo envié un mensaje a mis padres para decirles que estoy bien! ¿Acaso no puedo ni hacer esto?Â
-¿Ah, sÃ? -Sergio la levantó del suelo con un tirón brusco y la arrojó sobre la cama, mientras extendÃa la mano hacia la almohada para alcanzar el celular.Â
Ella protegió la almohada con desesperación y protestó con voz muy alta:Â
-¡He estado tanto tiempo sin poder usar el celular! Aunque quieras encerrarme aquà para siempre, jal menos deberÃas darme un celular para entretenerme! Si no, ¡más vale que me mates! Tú has estado con tantas mujeres, ¡deberÃas saber muy bien cómo tratarlas con delicadeza!Â