CapÃtulo 439Â
—Señor, no sé cómo llegó a esa conclusión, pero, si no puede presentar pruebas para demostrarlo, creo que eso se convertirá en una mancha en su carrera -dijo Candela.Â
Decidió insistir en su defensa, arriesgándose a que la otra parte no tuviera evidencia concreta. Después de todo, si se exponÃa la falsificación de los resultados de la evaluación, muchas personas se verÃan implicadas. No creÃa que aquellos del ministerio judicial fueran tan estúpidos como para arriesgar su propia reputación y futuro.Â
Frente a su actitud agresiva, Santiago mantuvo la calma. Pronto, un ministro enviado por el ministerio judicial apareció en la corte como testigo. Cuando Beatriz vio quién era este testigo, se levantó abruptamente de su asiento.Â
Solo entonces Candela se dio cuenta de la gravedad de la situación. Su compostura se desvaneció, reemplazada por la preocupación de que la verdad saliera a la luz.Â
El juez interrogó al testigo:Â
-De los dos informes en la pantalla, ¿cuál es el verdadero?Â
El ministro del ministerio judicial tragó saliva, lanzó una mirada rápida a Beatriz antes de tomar la decisión de decir la verdad.Â
-El primero es falso.Â
—¡Oliver Tapia! —Beatriz gritó su nombre para detenerlo.Â
Como todos en la sala cuchichearon y discutieron, el juez golpeó el mazo.Â
-¡Silencio! -Cuando los sonidos a su alrededor se apaciguaron, el juez hizo una señal-. Señor testigo, siga adelante, por favor.Â
Oliver relató todo el proceso de la falsificación de resultados sin omitir ningún detalle. Reveló que Beatriz estaba detrás de ello y que Candela también estaba involucrada. Las dos mujeres, ahora expuestas mostraron expresiones llenas de pánico, especialmente Candela: ella habÃa apostado su carrera para ayudar a Beatriz, ¡pero no esperó que Beatriz también pudiera fallar!Â
Santiago miró a Candela, que estaba muy pálida, y habló con calma:Â
-Candela Silva, como abogada penalista, engañó a la policÃa haciéndose pasar por la defensora contratada por la familia de la sospechosa solo por beneficio personal, proporcionó certificados falsificados, alteró intencionalmente los resultados de la evaluación psiquiátrica de la sospechosa en un intento de ayudarla a evadir los cargos y escapar. Su comportamiento ya constituye el delito de encubrimiento. Según el ArtÃculo 306 del Código Penal, si las circunstancias son graves, puede ser castigada con entre tres y siete años de prisión.Â
Candela se desplomó en su asiento. Ella conocÃa perfectamente los artÃculos y regulaciones del Código Penal, pero, irónicamente, habÃa terminado convirtiéndose en quien violó la ley a sabiendas.Â
El juez golpeó el mazo y anunció la sentencia:Â
-De acuerdo con el ArtÃculo 310 del Código Penal, Candela Silva, como profesional de derecho, proporcionó pruebas falsificadas para encubrir a la sospecha sabiendo el hecho delictivo que estaba cometiendo. Usted seráÂ
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castigada con hasta tres años de prisión, además de sanciones de su industria, revocación de su licencia de abogacÃa y prohibición permanente de volver a trabajar en la industria.Â
Tras una pausa, se volvió hacia Sira.Â
-En cuanto a la sospechosa Sira Núñez, el informe de la evaluación psicológica ha sido una documentación falsificada. Dado a sus crÃmenes graves, con la acumulación de varios delitos, la sentencia será la pena de muerte con ejecución suspendida, con un perÃodo de suspensión de dos años.Â
Después de que el juez dictara la sentencia, Sira se quedó completamente pasmada. ¡Pena de muerte suspendida! Incluso si no morÃa, ¡su vida en prisión serÃa peor que la muerte!Â
-¡No quiero! -gritó ella histéricamente.Â
El miedo era evidente en su cara. Las policÃas se acercaron para llevársela, pero ella forcejeó con más fuerza, gritando hacia Beatriz en la galerÃa:Â
-¡Dijiste que podÃas salvarme! ¡Dijiste que sabÃas cómo hacerlo! ¿¡Por qué todo terminó asÃ!?Â
Beatriz se levantó con un semblante sombrÃo y abandonó la sala sin mirarla siquiera. En ese momento, Sira comprendió por completo que ya era una pieza sin valor para Beatriz… Su mirada se dirigió luego hacia Celia, sentada en la galerÃa. Entre lágrimas y risas, le vociferó:Â
-¡Maldita seas Celia Sánchez! No deberÃa haber dejado que vivieras. ¡Debà matarte en ese entonces!Â
De repente, Sira se liberó del agarre de las policÃas y se lanzó hacia la galerÃa. Antes de que Celia pudiera reaccionar, el hombre detrás de ella la envolvió en sus brazos, protegiéndola con su propia espalda.Â