CapÃtulo 437Â
Aunque Adela estaba descontenta en su interior, no querÃa empeorar la tensa relación entre ella y Nicolás. Si adoptaba una actitud más dura, empujarÃa su vÃnculo a una situación irremediable. Tomó aire profundamente para calmarse y luego miró a SÃa.Â
-¿Por qué le causaste problemas a Celia? -la interrogó.Â
-Es que…Â
–Â
SÃa no sabÃa cómo responderle. HabÃa asumido que a Adela no le agradaba Celia, asà que, incluso si ella le buscaba problemas a escondidas, Adela no dirÃa nada. Y si Nicolás querÃa defender a Celia, mientras Adela la protegiera, no podrÃan quitarle el puesto con facilidad.Â
-Señora, ¡no es asÃ! ¡Realmente fue un accidente! -Al darse cuenta de que Adela probablemente no estaba dispuesta a protegerla, SÃa entró en pánico-. ¡He trabajado para usted durante tanto tiempo y he dado todo de mà por la familia Gómez! ¡No tengo ningún motivo para hacer algo asÃ!Â
Adela cerró los ojos con impotencia. Era cierto que SÃa habÃa estado con ella desde que ingresó a la empresa, y ella también la habÃa estado educando con esmero. Por lo general, SÃa habÃa sido dócil y obediente.Â
Nicolás arrugó el entrecejo.Â
-¿No tienes motivos para hacerlo? -Él no le dio oportunidad de refutarle-. Celia y yo no trabajamos en la misma oficina. ¿Qué fuiste a hacer a su área? No me digas que fue una coincidencia. Puedo revisar las grabaciones de vigilancia del instituto.Â
SÃa tembló de miedo y ya estaba completamente pálida. CreÃa que Adela, en consideración a sus años de servicio, la ayudarÃa. Sin embargo, no esperaba que la mirada de Adela hacia ella ya contuviera un dejo de culpa, como si estuviera advirtiéndole que no era digna de aspirar a su hijo.Â
Poco después, SÃa fue llevada por los guardaespaldas. El mayordomo fue a tramitar su despido. Nicolás no se quedó más tiempo, se dio la vuelta y se marchó sin más. Adela se dejó caer en el sofá. Incluso su propia asistente de confianza habÃa albergado otras ambiciones… Eso era algo que no podÃa tolerar.Â
En comparación con Celia, era aún menos posible que aceptara a SÃa como su nuera. Fuera como fuera, Celia al menos era la hija de la familia Rojas. No obstante, la familia de SÃa no solo era común, lo más importante era que no era tan respetable: su madre estaba en prisión por fraude.Â
***Â
Al anochecer, Celia llegó a casa y estaba a punto de entrar cuando, de repente, la puerta de Nicolás se abrió. Ella se volvió y él se acercó. Antes de que pudiera reaccionar, él tomó su muñeca con suavidad y su mirada se posó en el dorso de su mano rojo e hinchado con ampollas.Â
-Espera, doctor Gómez…Â
Como su mano le dolÃa, intentó retirarla instintivamente.Â
Nicolás aflojó inmediatamente su agarre, volviéndose extremadamente cuidadoso.Â
-Perdón, hice que te doliera. Ya me ocupé de SÃa.Â
Celia se sorprendió.Â
-¿Te ocupaste de ella?Â
-La envié a la comisarÃa. Recibió diez dÃas de detención administrativa y perdió su trabajo en la familia Gómez.Â
-Pero… es la asistente de confianza de tu madre, ¿no? Al hacer esto, ¿tu mamá…?Â
Nicolás no le dio importancia y la consoló.Â
-No te preocupes. Estoy de tu lado.Â
Celia sonrió con amargura. Nicolás sacó un tubo de pomada para quemaduras de su bolsillo y lo puso en su palma.Â
-Mira, tu mano está muy hinchada. AplÃcate la pomada. Si te duele mucho, estarÃa encantado de ayudarte.Â
Lo sucedido la noche anterior de inmediato saltó en la mente de Celia… Sin dudarlo dos veces, tomó la pomada.Â
-Bien… Lo usaré…Â
Dicho esto, abrió la puerta y entró a su apartamento. Mientras la veÃa entrar, Nicolás sonrió con impotencia.Â
***Â
y, Una semana después, se llevó a cabo la primera audiencia del caso de Sira. Celia llegó a las puertas del tribunal como era de esperar, vio a Beatriz y a Candela, la abogada. Beatriz volvió la mirada hacia Celia. Dejó que Candela entrara primero, y luego miró a Celia con una sonrisa serena.Â
-No esperaba que también vinieras a la audiencia —dijo.Â
Celia sonrió con serenidad.Â
-Tu también estás aquÃ, ¿no? ¿Por qué yo no podrÃa?Â
-Por supuesto que puedes. -Beatriz dio un paso adelante, le dio una palmadita en el hombro y dijo con una expresión elocuente-: Después de todo, soy tu tÃa. Solo me preocupa que al final no puedas aceptar el veredicto. Es por tu bien, cariño.Â
Celia la miró fijamente y querÃa decir algo cuando percibió sorpresa en la mirada de Beatriz, que la hizo volverse: bajo la tenue luz y entre un grupo de personas vestidas de traje, César destacaba con un deslumbrante traje grisÂ
claro.Â