CapÃtulo 435Â
Como Celia no habÃa cenado mucho y justo tenÃa hambre, regresó a su habitación a cambiarse de ropa y luego fue al apartamento de Nicolás. Era la primera vez que visitaba su residencia. Era bastante amplia, impecablemente limpia y ordenada. De hecho, no habÃa ningún objeto de ocio. Echó un vistazo a su alrededor y comentó:Â
-Tienes muy pocos muebles.Â
-No me gustan los lugares tan cargados.Â
Mientras hablaba, se quitó la chaqueta de traje, revelando una delgada camisa blanca debajo, con cuello de pasadores. Era la primera vez que lo veÃa vestido tan formal.Â
-¿Ya terminaste con tus asuntos familiares?Â
Nicolás detuvo sus movimientos por un instante, se acercó a la mesa y desempacó las brochetas, colocándolas en los platos.Â
-No era nada importante. -Le pasó una brocheta de carne-. Aquà tienes. A ver si te gusta.Â
Celia tomó la brocheta, se sentó y le dio un bocado.Â
-Hum, no está mal.Â
Nicolás se dirigió a la nevera.Â
-¿Qué quieres beber?Â
-Me da igual.Â
Él le abrió una botella de refresco y se la pasó.Â
-Gracias.Â
Cuando terminó de comer, ella bebió todo el refresco. Nicolás la miró con sorpresa.Â
-Comes bastante.Â
Ella se detuvo en seco. Él sonrió y continuó:Â
-Pero estás muy delgada. DeberÃas comer más.Â
-Esto… no será mi última cena, ¿cierto? -preguntó Celia con cautela.Â
Al ver su expresión de sospecha, él se rio de ella y se enderezó.Â
-¿Qué demonios estás pensando en realidad?Â
-Me invitas a comer al llegar a casa y encima me dices que coma más. Pensé que serÃa mi última comida. Celia bromeó a medias.Â
No obstante, Nicolás estaba completamente serio en ese momento.Â
-Si quieres comer asà todos los dÃas, yo puedo preparártelo.Â
Celia no esperó esta respuesta. El tema habÃa saltado tanto y tan repentinamente que ella se quedó sin palabras. Ya no se atrevió a responder con otra broma. Nicolás, al ver su mirada evasiva, de pronto levantó la mano y la acercó a ella. Instintivamente, ella se reclinó hacia atrás.Â
-No te muevas-ordenó él.Â
Sus palabras la hicieron quedarse quieta involuntariamente. Ella lo miró, confundida, mientras el dedo de Nicolás rozaba con extrema suavidad la comisura de los labios de Celia.Â
-Tienes algo pegado allà -le explicó él.Â
Cuando la mano de Nicolás tocó su mejilla, ella encontró su mirada, y la oscuridad en sus ojos la hizo estremecer por un instante. ConocÃa demasiado bien qué significaba esa mirada en un hombre, incluso podÃa predecir lo que sucederÃa después.Â
Celia apartó su mano y miró su palma, tenÃa un grano de pimienta. Tomó una servilleta y se limpió la comisura de los labios.Â
-¿Y ahora?Â
Nicolás volvió en sà y retiró lentamente la mano.Â
-Ajá. Ya está bien.Â
-Gracias por la comida, doctor Gómez. Ya es tarde y mañana tendré que levantarme temprano… -Le sonrió Celia mientras arreglaba la mesa y luego se puso de pie-. Buenas noches.Â
Dicho esto, salió rápidamente por la puerta. Nicolás permaneció sentado en la sala, sintiéndose solo.Â
HabÃa sido demasiado impulsivo… Incluso habÃa querido tantear su reacción… En cuanto al resultado, ya lo habÃa esperado.Â
***Â
A la mañana siguiente, Celia llegó temprano al centro de investigación para una reunión. Desde que Sira se fue, el grupo B quedó bajo su responsabilidad, mientras que Nicolás estaba a cargo del grupo A. Ella le echó un vistazo y vio que estaba concentrado en la presentación de la pantalla, como si no le diera importancia a lo sucedido la noche anterior.Â
Después de la reunión, salió del laboratorio con Esteban. Por casualidad, se encontraron con SÃa saliendo del ascensor con una bolsa de comida para llevar. Aunque ella era unos años mayor que Nicolás, tenÃa una apariencia y figura muy seductoras. El encanto de la madurez encajaba perfectamente en ella.Â
Al encontrarse con Celia, la sonrisa en la cara de SÃa se congeló y luego mostró un poco disgustada. Cuando pasaba junto a Celia, resopló con una actitud arrogante y la ignoró. Se dirigÃa hacia Nicolás.Â
—Joven señor, su padre me pidió que le trajera el desayuno le informó.Â
Nicolás estaba hablando con otra persona en el pasillo. Al ser interrumpido, se volvió con indiferencia.Â
-Déjalo en la mesa -ordenó.Â
-Pero la señora insistió en que lo coma caliente. Si se enfrÃa, no sabrá bien.Â
-No hagas cosas innecesarias.Â
En el tono sereno de Nicolás ya se percibÃa un dejo de advertencia. SÃa mordió su labio y cedió a regañadientes.Â
-Vale…Â
Llevó la comida al estudio de Nicolás. Al irse, pasó por donde estaba Celia. Ella estaba en su puesto de trabajo, redactando un informe. Cuando un empleado pasaba cerca del escritorio de Celia con una taza de agua caliente, de repente, ella se acercó y chocó contra el empleado intencionalmente. El agua caliente de la taza se derramó sobre la mano de Celia. La quemadura repentina la hizo levantarse de un salto y el dorso de su mano se enrojecióÂ
al instante.Â
-¡No fui yo…! -El empleado entró en pánico.Â
SÃa, a un lado, fingió consternación.Â
-Ay, lo siento, es que no te vi. -Se disculpó con el empleado y luego miró a Celia-. Señorita Sánchez, no fue intencional. Lamento mucho que te hayas quemado…Â
La cara de Celia se ensombreció. La miró y tomó aire profundamente antes de hablar:Â
-Por supuesto que no fue intencional. Se dirigió al empleado.Â
SÃa aún estaba sonriendo.Â
-¡Porque lo hiciste a propósito!Â
—Â
Antes de que SÃa pudiera reaccionar, Celia tomó el vaso de agua de la mesa y se lo lanzó encima.Â
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