CapÃtulo 434Â
Celia recuperó la compostura. Como no querÃa ver a Ana tan decepcionada como ella, cambió de tema.Â
-¿Luna ha contactado contigo estos dÃas?Â
Ana negó con la cabeza.Â
-No. Luego preguntó-. ¿Le habrá pasado algo?Â
-No, pero limitan su libertad…Â
-¿En serio la están obligando a casarse?Â
Celia asintió.Â
-Las dos familias ya fijaron la fecha de la boda.Â
Ana sintió cierta compasión por Luna. Aunque uno no puede experimentar exactamente lo mismo, es capaz de empatizar. Casarse con un hombre al que no ama serÃa una tortura para ella.Â
-Señorita Sánchez -el vendedor de autos se le acercó y le preguntó con una sonrisa—, ¿le gusta el auto? ¿ Necesita más detalles?Â
Celia le entregó su tarjeta.Â
-Voy a comprarlo, por favor.Â
El vendedor tomó la tarjeta con ambas manos y una sonrisa radiante.Â
-¡Entendido! Procederé con la tramitación de inmediato.Â
Después de comprar el auto, Celia llevó a Ana a su residencia. Mientras la veÃa bajar y alejarse, recibió un mensaje de un número desconocido: era la fecha del juicio de Sira Núñez.Â
No sabÃa cuál era la intención de esta persona al enviarle esta información, pero para ella, tal vez también fuera una buena oportunidad. Después de todo, ¡no estaba dispuesta a dejar que Sira se saliera con la suya tan fácilmente!Â
Mientras tanto, en el balcón del restaurante junto al lago cerca del hotel, César envió ese mensaje desde el celular de su guardaespaldas y luego borró el número de Celia. Le devolvió el dispositivo al guardaespaldas y se sentó solo en el balcón, contemplando el espléndido paisaje del bosque de arces rojos en el jardÃn.Â
-Señor Herrera, parece muy relajado, ¿eh? Creo que los rumores sobre su cáncer son ciertos, ¿verdad?Â
Nicole, al oÃr la voz, se volvió a mirarlo. Sergio se acercaba con pasos despreocupados, seguido por dos matones corpulentos. Los guardaespaldas de César, que esperaban a cierta distancia, se adelantaron de inmediato para bloquearles el paso. Justo cuando uno de los matones iba a actuar, Sergio lo detuvo con un gesto de la mano.Â
-Señor Herrera, ¿no me da la bienvenida?Â
César miró a Nicole, y solo entonces ella indicó a los guardaespaldas que los dejaran pasar.Â
-No saben que usted es el señor Quiroga. Espero que no lo molesten -dijo César sin mirarlo, luego le pidió a Nicole que fuera a prepararle más café. Ella tomó la taza y entró al interior.Â
No fue hasta entonces que César levantó la cabeza para mirar a Sergio.Â
-Qué rareza, señor Quiroga. ¿A qué debo su visita? -preguntó sin inmutarse.Â
Sergio mostró una sonrisa burlona. Se sentó en el asiento frente a César y comenzó a juguetear con su reloj de pulsera.Â
-Siempre quise conocerlo, pero nunca tuve la oportunidad. Sira me lo mencionó hace años.Â
Al mencionar a Sira, César lo miró impasible, y Sergio mantuvo la misma sonrisa, diciendo:Â
-Pero supongo que usted ya lo sabe todo. La sensación de ser manipulado por una mujer debe ser bastante desagradable.Â
César se reclinó en su silla, con un aire de total despreocupación.Â
-Sus enredos con ella no son menores que los mÃos. Si no me equivoco, Óscar es su hijo, ¿cierto?Â
La sonrisa de Sergio desapareció.Â
-¿Y debo agradecerle que haya criado a mi hijo?Â
-Si quiere hacerlo, puedo aceptar su agradecimiento.Â
Cuanto más calmado y sereno parecÃa César, más difÃcil le resultaba a Sergio descifrarlo. Él nunca habÃa reconocido a Óscar como su hijo. Después de todo, Sira solo querÃa usarlo para conseguir un estatus social más alto. La estrategia de usar a un hijo como punto débil para chantajearlo era completamente inútilÂ
para él.Â
-Si usted quiere seguir criándolo, adelante. Es solo un niño. Puedo tener muchos más.Â
Al terminar de hablar, Sergio colocó una carta de invitación de boda sobre la mesa y la deslizó hacia César.Â
-Señor Herrera, como ve, vine en persona a invitarlo a mi boda. Espero que me haga el honor de asistir.Â
Dicho esto, se levantó y se marchó con su personal. En ese momento, Nicole salió con la taza de café. Echó un vistazo a la invitación sobre la mesa y preguntó a César:Â
-¿Los Quiroga lo invitaron? ¿Será idea de Mario?Â
Mario definitivamente conocÃa a César. Él estuvo detrás de la planificación del secuestro. Aunque no estuvo presente en la escena, ni enfrentó directamente a los niños, debÃa conocer sus identidades.Â
César tomó la carta la invitación y la leyó.Â
-La familia Quiroga ha invitado a mucha gente, ¿eh? -comentó, impasible.Â
Nicole entrecerró los ojos.Â
–Â
-Mario no solo regresó al paÃs y se apresuró a hacer que su hijo se casara con la hija de los Ruiz, sino que planea celebrar una boda tan ostentosa… Tengo un mal presentimiento… —comentó ella.Â
César permaneció en silencio, pensativo.Â
***Â
A las diez de la noche, Celia acababa de salir de la ducha cuando oyó el timbre de la puerta. Con el cabello aún húmedo, se acercó y miró por la mirilla. Al ver que era Nicolás, abrió la puerta.Â
-¿Doctor Gómez? ¿Ya terminó sus asuntos?Â
-Ajá. -Asintió y luego levantó una bolsa de comida-. ¿Quieres comer algo? 3Â

 
	 
						
					 
		 
		 
		 
		