Capítulo 42
Capítulo 42
Tras el desmayo de Sira, César permaneció a su lado hasta que recuperó el conocimiento.
-César-murmuró ella con voz débil.
-Dime. ¿Te sientes mejor? -le preguntó él.
De pronto, Felipe entró a la habitación con una sonrisa complaciente y saludó a César.
-Señor Herrera, qué honor verlo aquí.
César saludó sin interés en formalidades.
-¿Por qué ella se desmayó? -él preguntó.
Felipe intercambió una mirada rápida con Sira antes de responderle con cautela.
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-Son secuelas del parto… No pudo descansar de forma adecuada después de dar la luz a su hijo. Pero con reposo mejorará… 5
—César, estoy bien, en serio. Perdón por preocuparte ―le dijo Sira muy pálida.
Su figura era muy delgada y parecía tan frágil como cristal.
Con la explicación, César relajó un poco la tensión.
-Menos mal. Osqui aún es pequeño. Te necesita. -La consoló y luego le ordenó a Felipe-: Transfiérela a un pabellón VIP y cure su debilidad.
-Claro. Ya me encargo de eso le respondió Felipe con adulación antes de retirarse.
Sira bajó silenciosa la mirada para ocultar su sonrisa triunfal.
-César… pero no tengo familia aquí. No quiero ser una carga para ti. ¿Podrías.. pedirle a Celia que sea mi médica tratante?
Al notar el destello de peligro en los ojos de César, añadió:
-No es por malicia. Solo quiero reconciliarme con ella. Además, ella es médica muy profesional y confío plenamente en ella.
El guardó silencio por unos segundos.
-¿Acaso desconfías de mí? -los ojos de Sira se enrojecieron-. No soy ingenua. Sé que Celia me odia, pero no quiero que todo el hospital me vea como una jefa insoportable, pero con padrinos. Desde que regresé, aparte de Osquí, solo te tengo a ti. No puedo darme el lujo de hacer más enemigos.
Su tono mostraba una profunda franqueza y sinceridad que ella había calculado, como si realmente le preocuparan mucho sus relaciones laborales y sinceramente buscara hacer las paces con Celia.
Antes, César habría accedido a cualquier capricho suyo sin dudarlo, pero, esta vez, vaciló un poco. Esa duda encendió todas las alarmas en Sira. Las imágenes de los contactos físicos de César y Celia volvieron a su mente,
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avivando con más fuerza su inquietud.
-Ella no es adecuada para cuidarte, pero… -declaró él tras una breve pausa-, puedo asignarla como tu subordinada directa. Así no tendrá más opción que obedecerte.
Sabía que Celia valoraba demasiado su carrera, y que su orgullo le impediría obedecer a Sira. Así sería una buena forma de quitarle el orgullo.
De pronto un brillo victorioso iluminó los ojos de Sira, disipando así todas las sombras e insatisfacción en su corazón.
-De acuerdo -le sonrió al joven.
Por fin entendió la situación: Celia podía ser molesta por ahora, pero jamás amenazaría su lugar en el corazón de César. Después de todo, cuando fingió desmayarse, él, preocupado, había acudido a ayudarla. Ese pensamiento la tranquilizó.
***
Al día siguiente, mediante ciertos métodos, el abogado de César por fin logró que los afectados del caso aceptaran una compensación y retiraran los cargos contra Carlos.
Cuando Carlos salió de la cárcel, Fabio y Rosa lo esperaban felices con una cena de celebración. En el momento en que Carlos vio a Rosa, el corazón estrujado de ella finalmente volvió a su lugar.
-Hijo, ¡te has adelgazado! Sufriste mucho en la cárcel, ¿cierto? -sollozó ella.
—Lo importante es que ya está libre-la consoló Fabio, apretando ligeramente el hombro de su hijo-. César nos ayudó mucho. Debes comportarte bien para agradecerle.
Al oír el nombre, Carlos enseguida le preguntó:
-¿Dónde está Celia?
Fabio puso la cara de descontento.
-Esa ingrata… Ni siquiera movió un dedo para ayudarte. ¡Solo complicó las cosas! Habla con ella. Que deje de insistir con ese absurdo divorcio con César.
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