Capítulo 40
Capítulo 40
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Celia nunca imaginó que César pudiera ser un tipo tan cruel. Sin embargo, los hechos le demostraban que por Sira era capaz de cualquier cosa.
-¡Celia! ¿Cómo te atreves a hablarle así a César? -le gritó furioso.
En lugar de apoyar a su hija, la reprendió por su actitud frente a César. Acto seguido, se volteó hacia él con sonrisa aduladora.
-César, no le hagas caso. Ella siempre ha sido muy impulsiva.
Celia guardó silencio, clavando su feroz mirada en los ojos de César. Él se recostó cómodamente en el sillón, respondiendo a esa mirada sin miedo alguno.
-Carlos lesionó de gravedad a la víctima y su familia no acepta negociar. Quieren que Carlos termine la cárcel. ¿ Acaso creen que por su relación con los Herrera pueden ignorar las sentencias legales? 1)
Al escucharlo, la pareja ya empezó a temblar pálidos del temor. Celia apretó los puños por instinto y continuó.
-Es cierto que Carlos cometió un delito y debe ser castigado. Pero ¿alguna vez investigaste qué lo llevó a actuar así?
César permaneció en absoluto silencio mientras ella proseguía.
-Consulté con el abogado y revisé a fondo el caso. Carlos no inició la pelea. ¡Fue una legítima defensa que se le fue de las manos!
-No soy abogado -César le respondió tajante.
Celia sintió que el corazón se le estrujaba: ya estaba al borde del colapso. Golpeó el escritorio con ambas manos y le gritó a todo pulmón.
-¡César! ¡Qué diablos pretendes!
Era la primera vez que perdía el control frente a él. Durante seis años había sido una esposa sumisa, pero ya no estaba dispuesta a seguir siéndola.
Nicole quedó estupefacta. Aunque rara vez veía a Celia, siempre la había considerado de carácter dócil. Precisamente por esa aparente docilidad, muchos creían que era una mujer fácil de manipular.
Los dedos de César golpeaban rítmicamente el escritorio, sin responder. Todos esperaban que estallara de ira, pero no mostraba el más mínimo enojo.
Tras un largo silencio, mostró una sonrisa.
-Solo tienes dos opciones; que Carlos vaya a prisión, o que te disculpes con Sira. Toma una decisión.
Celia quedó paralizada, hasta olvidó por completo respirar al escucharlo.
-Pero sabes que…
-¡Celia! Si solo es una disculpa… ¿Acaso no vale la pena por el futuro de tu hermano?-la interrumpió
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apresurado Fabio, persuadiéndola.
Ella se volteó, incrédula, con los ojos ya anegados en lágrimas.
Dicen que los padres son el apoyo incondicional de sus hijos. Pero Celia solo podía contar consigo misma, porque ese apoyo jamás llegaría…
Rosa dudó por unos segundos, pero finalmente también cedió.
-Celia, ayuda a tu hermano… -le rogó.
Sabía que esto era injusto, pero en su mente, era normal que en un matrimonio hubiera que soportar ciertas injusticias.
Celia rio con amargura. Levantó la cabeza y se esforzó por contener las lágrimas.
-Está bien. Me disculparé.
Se secó furiosa las lágrimas y miró a César.
-Señor Herrera, ¿queda satisfecho con el resultado?
Sin razón aparente, esa sonrisa forzada y llena de indiferencia de Celia le produjo cierta incomodidad. Pero, ella había cometido el error y había desobedecido sus órdenes, y merecía este castigo.
Él se levantó con prepotencia del sillón y le ordenó a Nicole:
-Ve al bufete con mis instrucciones.
Nicole obedeció y salió. César miró de nuevo a Celia.
-Has tomado la decisión. Vamos al hospital ahora mismo le dijo.
Ella lo siguió en silencio.
Rosa observó la escena con preocupación. Comenzaba a cuestionarse si era correcto seguir presionando a su hija para que fuera sumisa en este matrimonio…
***
En el auto, Celia iba en el asiento trasero junto a César. Miraba ensimismada por la ventana, ignorando por completo su presencia desde que subieron al vehículo.
Esto irritó demasiado a César. Desde que salieron de la oficina, una molestia desconocida lo torturaba.
-Celía, ¿y estás protestando con esa cara?
Ella no le respondió.
Él aflojó un poco su corbata y se inclinó hacia ella.
-Mírame, te estoy hablando.
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-Señor Herrera, usted mismo me ordenó guardar silencio en su presencia para no molestarlo -habló Celia indiferente.
César quedó atónito.
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