CapÃtulo 390Â
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Celia observó la cara de Beatriz. Era casi perfecta, pero al mismo tiempo le resultó un poco extraña. Aunque ya habÃa sospechado que se habÃa sometido a cirugÃa plástica, era fácil notar que sus ojos y cejas se parecÃan un poco a los de Nieve. De ahà se explicaba la sensación de familiaridad que ella habÃa tenido a primera vista. Ella volvió en sà y le hizo una pregunta:Â
-Si usted y mi madre son gemelas, ¿por qué me toma como blanco?Â
La expresión Beatriz se ensombreció, pero, continuó ignorando el cambio:Â
-Usted manipuló los resultados de la prueba de parentesco. ¿Estaba tan desesperada por evitar que me reuniera con la familia Rojas?Â
-Nunca imaginé que pudieran reencontrarte. -Explicó, meciendo suavemente la taza de té en su mano con una expresión sombrÃa-. Después de todo, han pasado más de veinte años. Tu mamá, en su estado mental alterado, aún logró reconocerte. Tengo que admitir que, aunque esté loca, todavÃa tiene la mente clara en algunas cosas.Â
-Pero ella es su hermana …Â
-¡Cállate!Â
Beatriz dejó la taza con fuerza, salpicando té sobre la mesa. La miró fijamente, con sus ojos cargados de ira, resentimiento y amargura.Â
-¡No entiendes nada! ¿Que ella es mi hermana? CompartÃamos la misma cara, ¡pero los mayores de la familia nunca nos trataron como iguales! Ella solo nació unos segundos antes que yo, ¡pero ella se convirtió asà en la heredera de los Vargas! PodÃa disfrutar del cariño de nuestros padres, de todos los recursos de la familia… ¡Todo!Â
Con una sonrisa amarga, Beatriz siguió narrando la historia con rencor.Â
-Éramos de carácter diferente. Ella era más elocuente y sabÃa cómo congraciarse con los mayores; mientras tanto, yo me negaba a adular y querÃa demostrar mis habilidades. Sin embargo, aun asÃ, siempre estaba a la sombra de ella. Y, en un principio, ¡quien debÃa casarse con tu padre era yo!Â
La información sorprendió mucho a Celia.Â
-¿Te sorprende? -Ella sonrió, emanando un aura siniestra—. Asà es el hecho. Al principio, la familia Rojas querÃa casarme con tu padre. Y yo fui también la primera en conocerlo. Mientras hablaba, levantó lentamente susÂ
manos.Â
-¿Quieres ver por qué siempre llevo puestos estos guantes?Â
Sin esperar la respuesta, se quitó los guantes con calma. Lo que apareció ante sus ojos fueron unas manos horribles y deformes, con cicatrices dejadas por múltiples injertos de piel. Celia se quedó sorprendida, sin poder procesar la información durante un largo rato.Â
-Estas cicatrices…Â
-En ese entonces, un incendio me quemó la cara y las manos. ¿Por qué crees que me sometà a cirugÃa plástica? Fue porque mi cara quedó destrozada. —Explicó, mirando con pesar sus manos llenas de cicatrices; ásperas yÂ
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sin rastro de belleza-. Yo era estudiante de arte, especializada en escultura. Mi carrera dependÃa de mis manos. El incendio las dejó inservibles. Ya no puedo esculpir obras perfectas.Â
Sus ojos se humedecieron por un instante. Poco después, volvieron a la normalidad.Â
–Mientras yo pasaba por mi momento más oscuro, mi tan amada hermana se casó con Enzo con toda la alegrÃa. Ella sabÃa muy bien de quién estaba enamorada, ¡y aun asà eligió traicionarme! -dijo esas palabras entre dientes. Antes de que ella pudiera asimilarlo, Beatriz se rio de nuevo, con locura.Â
-Asà que, mirando atrás, la decisión de cambiar tu destino es de la que menos me arrepiento.Â
-¿Fue usted… quien me intercambió?Â
La verdad volvió a impactar a Celia con fuerza, que le resultó muy difÃcil de creer. La responsable de su separación de sus padres biológicos durante más de veinte años estaba frente a ella. DeberÃa odiarla, pero una calma absoluta se apoderó de su corazón.Â
La pareja Sánchez, aunque favorecÃa más a Carlos, nunca la habÃan dejado aguantar hambre o frÃo. Desde que supo que Carlos era su único hijo, ella ya lo habÃa superado.Â
-¿Y qué si lo fui? -Beatriz se puso los guantes de nuevo-. Aunque la familia Rojas lo sepa, me da igual. Es lo que ellos me deben.Â
Al terminar de hablar, sacó sus gafas de sol del bolso y se las puso, luego se levantó para irse. Celia también se puso de pie, pero le dijo:Â
—Entonces, por una venganza tan absurda, ¿seguirá ayudando a Sira?Â
Beatriz se detuvo, pero no se volvió a mirarla.Â
-Es porque estamos destinadas a estar en bandos opuestos.Â
Al verla alejarse, Celia apretó los puños con fuerza. Toda esta información le resultó difÃcil de procesar en un tiempo tan corto. No conocÃa a detalle lo que le habÃa sucedido a Beatriz, ni si habÃa algún malentendido oculto en esa historia contada por ella.Â
No obstante, cuando decÃa que ellas estaban “destinadas a estar en bandos opuestos“, Celia sintió una punzada de pesar. ¿SerÃa por los lazos de sangre?Â
***Â
En el hotel, César estaban jugando al ajedrez con VÃctor, pero con la mente en otra parte. En una partida de diez minutos, se distrajo varias veces. Fue Jaime, quien se paró a su lado, le recordaba los movimientos para que pudiera mover su ficha.Â
-¿Qué sucedió? Celia no está a tu lado y ¿ya no quieres jugar conmigo?Â
-Me has malentendido, papá. Es que recordé a una persona que desapareció hace muchos años. -Explicó César, acariciando la ficha en su mano.Â