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Por que 387

Por que 387

César no había dormido bien en toda la noche. Por la mañana, bajo sus ojos se podían ver unas ojeras. Celia desayunaba con la cabeza baja, sin preguntarle nada, pero Víctor pareció notar su palidez. 

-¿No te sientes bien?-se preocupó. 

-Estoy bienrespondió él, pero su voz ya sonaba ronca. 

Victor echó un vistazo a Celia, pero antes de que él pudiera hablar, ella se adelantó: 

-Hoy necesito regresar a la oficina. 

Tras un largo silencio, le dio el permiso después de pensarlo. 

-Ok. 

Celia inclinó la cabeza como un gesto de agradecimiento. 

-Gracias por su comprensión. 

-Yo te llevo a la clínica -se ofreció César. 

Ella iba a rechazarlo. Pero, en ese momento, Víctor, que cortaba con calma su filete, levantó la cabeza e intervino: 

-Si no estás tranquilo, haré que Jaime la lleve a su oficina. 

-Con nadie más estaría tranquilo. 

Celia le susurró a su lado: 

-¡No necesito que me acompañes! 

-Es que también iré a la clínica. Puedo llevarte allí de paso. -Insistió él. 

Sin otro remedio, ella suspiró y cedió. En el pasado, nunca se había dado cuenta de que él era un hombre tan pegajoso… 

*** 

Después del desayuno, ella salió del hotel, mientras él la seguía. Un guardaespaldas trajo el auto y les abrió la puerta. Al subir al vehículo, el celular de Celia sonó: era una llamada de Ana. La contestó, pero antes de hablar, escuchó la voz agitada y alarmada de Ana: 

-¡Celia! ¡Mala noticia! Carlos¡está en la azotea! 

La mente de ella quedó en blanco y César notó su estado. 

-¿Qué ocurrió? 

Ella dejó caer el celular y murmuró distraída: 

-Llévame al hospital enseguida y lo más rápido posibleCarlos está en la azotea… 

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Capitulo 387 

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Carlos, tembloroso, se sostenía de la barandilla en la azotea del edificio. Desde lo alto, la gente en se veía tan pequeña como hormigas. 

Abajo, todos los que se enteraron de que alguien intentaba saltar se agruparon. El personal médico había llamado a la policía. Pronto, llegaron tanto los bomberos como la policía y una ambulancia esperaba cerca. La policía estaba dispersando a los curiosos. 

En ese momento, Celia llegó corriendo, pero un oficial la detuvo. Ella, alterada, ya no era capaz de explicarse con claridad. César se acercó para ayudarla. 

Ella es familiar de la persona queestá en la azotea. -Explicó al oficial. 

-¿Ustedes son familiares del paciente? -Se sorprendió. 

-¡Sí!-Celia por fin recuperó la compostura y le mostró su credencial del hospital-. También soy doctora de esta clínica. 

El policía les dejó pasar. Ella corrió a toda rapidez hacia el edificio, entró en el ascensor y subió al último piso. Pero, para llegar a la azotea, tendría que subir por una escalera de emergencia. En ese momento, debajo de la escalera, había varios miembros del personal médico, incluidos Nicolás y Ana. Los bomberos ya se estaban equipando y planeando el rescate. 

-¡Déjenme hablar con él! ¡Es mi hermano! -gritó Celia. 

Al oír su voz, todos se volvieron hacia ella. Nicolás iba a hablar, pero en ese momento vio a César entrar detrás de ella. Sus miradas se encontraron, pero ninguno dijo nada. El jefe de bomberos le entregó a Celia un walkietalkie y le recordó. 

Si la situación se complica, presione el botón. 

Celia lo tomó, con firmeza. 

-Entendido. 

Antes de que subiera, César la detuvo tomándole del brazo. 

-Ten mucho cuidado. 

Ella lo miró y luego subió por la escalera hasta la azotea. Llamó a Carlos, con suavidad: 

-¡Carlos! 

Él se volteó. Celia no se atrevió a acercarse más, por miedo a alterarlo. 

-¡Ese lugar es muy peligroso! Bájate, ¿de acuerdo? Si hay algo que te molesta, ¡dímelo! ¡Puedo ayudarte a solucionarlo! 

Tras una breve pausa, ella continuó. 

-¡Tú eres uno de los Sánchez! ¡Papá y mamá dejaron muchas expectativas en ti! Tú dijiste que serías un 

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hombre muy confiable, ¿no? Que harías que la familia Sánchez se sintiera orgullosa, ¿cierto? Pero si te quedas ahí si papà y mamá lo supieran, jestarian muy tristes! ¡Y yo también me siento lo mismo! 

La voz de Celia estaba temblando porque, en una situación como esa, todo podía volverse lo peor en cualquier momento. Carlos era el último familiar suyo y ella era también la única familia para él. No había podido salvar a Fabio ni a Rosa, pero al menos aún tenía la oportunidad de salvarlo… 

Mientras ella le gritaba, sus ojos se enrojecieron. 

-Carlos, por favor, ven aquíTengo mucho miedo… 

Él se aferraba con fuerza a la barandilla. Sus ojos también estaban humedecidos, llenos de una desesperación 

mortal. 

-Nono me mientas más-Su voz se escuchó áspera. 

Ella se quedó sorprendida. 

-Carlos, ¿túya puedes hablar? 

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