CapÃtulo 383Â
Después de un tiempo sin regresar a la oficina, la jefa de enfermeras y las tres enfermeras de turno se mostraron sorprendidas al ver a Celia.Â
-Doctora Sánchez, por fin ha–regresado.Â
Ella asintió y les preguntó sonriendo:Â
-¿Está el doctor Gómez?Â
-Ya salió con el doctor Romero–respondió una enfermera-. Pero la doctora Ruiz está en su oficina.Â
Después de dar las gracias, Celia fue a la oficina a buscar a Estrella, quien estaba concentrada escribiendo una receta para un paciente y no se habÃa percatado de su entrada. Celia tosió suavemente para llamar su atención. Al oÃr el ruido, Estrella alzó la vista. Primero se sorprendió, luego se recostó en el respaldo de su silla.Â
-Vaya… ¡Por fin te dignas a volver!Â
Celia se sintió algo avergonzada.Â
-Es que no podÃa hacerlo, ya busqué la manera de volver lo antes posible.Â
-¡Ya creÃa que no irÃas a divorciarte de tu futuro exesposo y que te ibas a despedir de Rivale!Â
-¿Quién te dijo eso? -replicó Celia de inmediato-. No pienso irme de Rivale.Â
Estrella se levantó y se acercó a ella.Â
—Bueno, dejemos eso por ahora. Seguro Ana ya te contó lo de tu hermano. Te llevo a su habitación.Â
Celia salió de la oficina con Estrella.Â
-¿Cómo está él?Â
-Sufrió un shock y su estado emocional no es tan bueno. Ana dice que estos dÃas lo ha notado muy apagado – explicó Estrella mirándola—. Dylan presentó una denuncia. La policÃa habló con Sira. Oà que ayer ella incluso fue a la comisarÃa a declarar. No solo no lo admitió, ¡sino que tenÃa testigos y grabaciones que demostraban su inocencia!Â
Celia guardó silencio. La coartada falsa de Sira estaba dentro de lo esperado.Â
-Siempre ha tenido a alguien que la ayuda. Es natural que actúe con tanta impunidad —dijo Celia con amargura.Â
Al llegar a la unidad de medicina interna, Estrella la llevó a la puerta de la habitación de Carlos. Mirando a través de la ventana de observación, lo vio sentado en su silla de ruedas, de espaldas a la puerta, contemplando laÂ
ventana.Â
Después de tantos años de ser hermanos, al ver su espalda solitaria, a Celia le dolió el corazón. Para ella, Carlos ya no se diferenciaba en nada de un hermano de sangre. Ella abrió la puerta y se acercó a él.Â
Al oÃr sus pasos, Carlos volvió la cabeza hacia ella. Sus ojos, antes apagados, mostraron un leve destello de emoción. Ella se arrodilló lentamente a su lado.Â
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Capitulo 383Â
+25 BONUSÂ
-Perdón, Carlos… Llegué tarde -se disculpó con él.Â
Los ojos de Carlos ya se llenaron de lágrimas. Sus labios temblaron ligeramente, como si tuviera mil preguntas que hacer. Emitió un sonido, pero solo fueron una serie de gemidos guturales. Celia notó su agitación e intentó calmarlo de inmediato.Â
-No te preocupes. Estoy a tu lado. No volveré a dejarte solo…Â
Carlos rompió a llorar, como si estuviera liberando emociones reprimidas durante mucho tiempo. Ella lo abrazó, consolándolo como lo hacÃa Rosa cuando él era pequeño. Solo cuando Carlos se durmió después de tomar su medicación, Celia salió de la habitación. Estrella se le acercó y le preguntó:Â
-¿Cómo está?Â
-Tengo la sensación de que la conmoción de Carlos no fue solo por la caÃda al agua -respondió Celia con un semblante serio-. Antes parecÃa un poco reacio a aceptar mi consuelo.Â
-Ana me dijo que Sira estaba allà cuando ella llegó. ¿Ella le dijo algo?Â
La expresión de Celia se ensombreció.Â
-Es muy probable…Â
-Por cierto, hoy aún no he visto a Ana venir a trabajar…Â
Apenas Estrella terminó de hablar, Celia intuyó algo. Tomó su mano con urgencia y le preguntó:Â
—¿Puedes cuidar a mi hermano por un rato? ¡Voy a buscar a Ana!Â
***Â
Mientras tanto, Ana, después de estudiar las grabaciones de Sira durante dos dÃas, habÃa llegado a una conclusión: el video estaba editado.Â
En ese momento, sonó el timbre de la puerta. Ella asumió que era su pedido de comida a domicilio. Se levantó para abrir, pero, al ver a dos hombres vestidos de negro frente a sus ojos, se quedó atónita.Â
***Â
Celia tomó un taxi hasta JardÃn Rosal y se dirigió directamente a los ascensores. Subió hasta la planta donde vivÃan. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, caminó directamente hasta su puerta e ingresó la contraseña para abrirla. Al entrar, llamó en voz alta:Â
-¡Ana!Â
No obstante, ya no habÃa nadie en casa…Â
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Capitulo 384Â
CapÃtulo 384Â