CapÃtulo 371Â
-¡¿Qué significa todo esto?! -protestó RocÃo.Â
Al ver que los guardaespaldas ya no respondieron, dio un pisotón y gritó hacia la habitación:Â
-¡César Herrera! ¡Yo soy tu hermana! ¿¡En qué acaso te he ofendido para que me trates asÃ!?Â
En ese momento, la voz burlona de LÃa llegó desde detrás de ella:Â
-¡Uy! Si no me equivoco, esta es la princesita de los Herrera, ¿no? ¿Qué sucedió? ¿Por qué tu hermano te bloqueó fuera de la puerta?Â
RocÃo se volvió al oÃrla. Primero echó un vistazo a Celia, luego clavó su mirada llena de furia en LÃa.Â
-¡¿Y a ti qué te alegra tanto?! ¡Él también es tu primo!Â
-¡Pero a mà no me han dejado fuera!Â
LÃa guiñó un ojo, con una expresión provocadora llena de una sonrisa triunfante.Â
-¡LÃa Morales!Â
-¿Recuerdas lo que te dije? Aprovechando tu apellido de Herrera, siempre actúas como si fueras la dueña del mundo. Mira, ¡hasta tu hermano está harto de ti!Â
RocÃo, al borde de las lágrimas por la rabia, apretó con fuerza su bolso y se marchó. Celia siguió su figura con la mirada y luego miró a LÃa, quien parecÃa muy satisfecha.Â
-¿No te llevas bien con RocÃo? -preguntó.Â
La expresión de LÃa estaba llena de odio.Â
-¡Nunca! Cuando era pequeña y venÃa a la capital a visitar a mi tÃa, ella siempre se aprovechaba de ser una Herrera para causarme problemas. Aunque es una Herrera, en su cÃrculo casi no tiene amigos verdaderos. Con sus aires de arrogancia, siempre exige que todos la consientan. Si no fuera por su familia, ¡ya le habrÃan dado su merecido!Â
Celia no pudo evitar reÃr. LÃa se acercó, observándola.Â
-¡Mira qué bonita eres cuando sonrÃes! ¡DeberÃas reÃr más!Â
Celia no esperó su respuesta.Â
-Hoy es la primera vez que me ves. ¿Cómo sabes que no solÃa reÃr?Â
-He visto las fotos.Â
-¿Fotos?-se sorprendió Celia.Â
-Son esas fotos grupales que tienes con mi tÃa y con César. En ellas, casi no vi ninguna sonrisa tuya.Â
Celia guardó silencio. De pronto lo recordó: esas fotos fueron tomadas poco después de su boda. En cada reuniónÂ
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+25 BONUSÂ
familiar, solÃan tomar una foto grupal. En aquel entonces, sabÃa que César no sentÃa nada por ella. Inevitablemente, se sentÃa triste y decepcionada…Â
-Aunque no te habÃa conocido en persona, te reconocà a la primera vista porque vi tu foto en la habitación de César.Â
Apenas LÃa terminó de hablar, Celia apretó ligeramente los puños.Â
***Â
Mientras tanto, en la habitación, César guardó con cuidado una foto entre las páginas de un libro. Estos dÃas, la sacaba de vez en cuando. Era la única foto que tenÃa con Celia. Solo que, en ella, él tenÃa una expresión distante e indiferente. SabÃa que un él asà no merecÃa la sonrisa genuina y radiante de Celia. Al oÃr que la puerta se abrÃa, cerró de inmediato el libro.Â
-Pensé que te habÃas ido… -dijo él, un poco nervioso.Â
Celia no alcanzó a ver claramente lo que estaba mirando. Se sentó a un lado, cruzando los brazos.Â
-Tus guardaespaldas retuvieron mi equipaje y me quitaron mi documento de identidad. ¿Cómo podré entonces yo lograr irme?Â
Él mostró una leve sonrisa. Levantó la cabeza para mirarla.Â
-PodrÃas hacer que Ben venga a recogerte. Él es un Rojas. Mis padres quizás te devolverÃan tus cosas por respeto a los Rojas.Â
Ella desvió la mirada.Â
-La cosa nunca será tan fácil. TodavÃa no estamos oficialmente divorciados. Sigo siendo tu esposa, y parte de los Herrera. Si los Rojas hicieran eso, a lo mejor los Herrera cederÃan por cortesÃa, pero luego se correrÃa la voz de que yo, la hija recién recuperada por los Rojas, ya les está causando problemas.Â
-Has considerado todas las posibilidades -sonrió él.Â
-Acepta entonces por favor la quimioterapia.Â
-¿Y tú me acompañarás en el tratamiento?Â
Celia se quedó sin palabras. Sostuvo su mirada por unos segundos antes de apartar los ojos.Â
-Si no aceptas el tratamiento, yo no puedo irme. ¡Aún tengo mi propio trabajo que atender!Â
César sonrió, conteniendo la alegrÃa.Â
-Está bien. Mientras me acompañes, yo con gusto cooperaré.Â
Ella sintió incomodidad por cierta razón y guardó silencio.Â
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CapiÂ