Capitulo 363Â
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CapÃtulo 363Â
La oscuridad repentina paralizó a Celia. Ella, empavonada con su vestido de gala, no tenÃa dónde guardar su móvil. Percibió que Nicolás aún estaba cerca, asà que lo llamó:Â
-¿Doctor Gómez?Â
Nicolás encendió la linterna de su celular.Â
-Debe ser un fallo del fusible. Quédate aquÃ. Ya mismo voy a revisarlo.Â
Tanteando en la penumbra, ella se sentó en el sofá.Â
-Ok-le respondió.Â
Mientras permanecÃa en la sala, sus ojos se adaptaron gradualmente a la oscuridad. La tenue luz del jardÃn que se filtraba por las ventanas le permitió distinguir una figura aproximándose.Â
-¿Doctor Gómez? ¿Eres tú? -preguntó.Â
Pero, no hubo respuesta.Â
Justo cuando intentaba ponerse de pie, una fuerza poderosa la arrastró contra un pecho firme. Antes de que pudiera reaccionar, un beso selló sus labios.Â
La mente de Celia quedó en blanco. Comenzó a forcejear, pero los brazos que la rodeaban eran como barras de acero, inmovilizándola con una ferocidad que le resultaba tristemente familiar, y esa familiaridad la hizoÂ
estremecer.Â
-¡César Herrera!Â
Al lograr apartarlo, ella finalmente consiguió soltar este nombre. El hombre se tensó visiblemente, pero no dijoÂ
nada.Â
Celia intentó arrancarle la máscara, pero él la atrapó y la aprisionó con más fuerza contra su cuerpo. Su aliento era cálido en su oÃdo y él habló con una voz áspera y baja:Â
-¿Tienes tantas ganas de verme?Â
¡Era él, sin duda!Â
CelÃa lo empujó con toda su fuerza y, en ese momento, las voces de Nicolás y Ben llegaron desde afuera.Â
-¿CelÃa está adentro?-preguntó Ben.Â
-SÃ, ella está allÃ.Â
Las luces de la sala se encendieron al mismo tiempo, iluminando todo el espacio. Ben abrió la puerta y encontró a Celia de pie, inmóvil y visiblemente alterada. Ella miró hacia atrás: ya no habÃa nadie más allÃ.Â
-¿Celia? ¿Te asustaste mucho? -preguntó Ben mientras se le acercaba preocupado por su palidez, y notó que su labial estaba corrido.Â
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CapÃtulo 363Â
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Ella por fin recuperó la compostura.Â
-No, estoy bien… Es solo… ¿Por qué se fue la luz?Â
Nicolás la miró.Â
-Alguien cortó la corriente. Por suerte no pasó nada grave.Â
Celia bajó la mirada. ¿Quién habrÃa cortado la luz…? ¿SerÃa… él?Â
-El banquete de bienvenida se celebra por ti, pero… -dijo Ben, con pesar-. Lamento todos estos incidentes. Debe haber sido decepcionante para ti.Â
Al ver la culpa de Ben, Celia se apresuró a consolarlo.Â
-No digas pendejadas. Volver a estar con mi familia ya me hace feliz. 1Â
Ben se sintió conmovido, y luego una sonrisa cálida iluminó su cara. Si Enzo hubiera estado allà para oÃrla, también habrÃa estado feliz.Â
El banquete terminó a las diez. Después de despedir a los invitados, Celia, Ben y Nicolás se dirigieron a la clÃnica a visitar a Celiana.Â
Celiana, que habÃa recibido el antÃdoto, descansaba en su habitación. Enzo conversaba con los guardaespaldas en el pasillo y, al verlos llegar, se les acercó. Celia aún llevaba puesto el vestido de gala, cubierto ahora por la chaqueta de Ben.Â
-¿Por qué han venido? ¿Ya terminó el banquete? -preguntó Enzo.Â
-SÃ, todo terminó -Ben miró hacia la habitación-. ¿Cómo está ella?Â
-Ella está bien. Mañana recibirá el alta -explicó Enzo y luego hizo una pausa antes de continuar-. Sobre lo de la serpiente… ya ordené a los guardaespaldas que lo investiguen.Â
Ben arrugó la cara y suspiró:Â
-No hace falta. Ya sé quién fue…Â
Enzo pareció muy sorprendido.Â
-¿Quién?Â
Celia también lo mÃró, confundida. Ben abrió la puerta de la habitación. Celiana, que parecÃa llevar un rato despierta, se sobresaltó con el ruido y evitó mirarlos directamente, sintiéndose culpable.Â
-¿Quién te dio esa serpiente venenosa? -la interpeló Ben, fijando su mirada en Celiana.Â
Enzo la miró, incrédulo.Â
-¿Fuiste tú?Â
Celiana bajó la cabeza para evitar su mirada.Â
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-Si no quieres decirlo, entonces tendré que llamar a la policÃa para que te interrogue-advirtió Ben con firmeza.Â
Al oÃr la palabra “policÃa”, Celiana reaccionó con pánico.Â
-¡Yo no sabÃa que era venenosa!Â