Capitulo 340Â
CapÃtulo 340Â
Valeria golpeó la mesa furiosa y continuó:Â
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-¿Sabes lo que habla la gente? ¡Dicen que la familia Herrera está desesperada por emparentarse con los Rojas! ¡ Y que ya no nos importa la dignidad! ¿A esto le llamas “buscar el bienestar” para tu hija? Aparte de métodos despreciables como usar la droga, ¿no conoces otra forma de conseguir lo que quieres? Has buscado una excusa tan bonita para tu ambición. Macarena, de verdad me has sorprendido.Â
Al terminar de hablar, la anciana tomó aire profundamente y se levantó de la silla, diciéndoles a todos:Â
-Coman. No tengo apetito.Â
Marina, al ver la situación, se acercó de inmediato para ayudarla a salir. Marta tampoco tenÃa apetito, asà que también se levantó para irse. En un instante, solo la madre e hija se quedaron en la sala. RocÃo ahora sà sentÃa miedo. Se volvió hacia Macarena y le preguntó:Â
-Mamá, ¿la abuela está enojada?Â
Macarena apretó las manos debajo de la mesa, pálida.Â
-¿Y qué si lo está? Ella ya es vieja y algún dÃa morirá. Puedo evitarla por un tiempo, pero no para siempre. Tarde o temprano tendré que enfrentarla.Â
***Â
Mientras la cena de los Herrera terminaba en discordia, al otro lado de la ciudad, Celia disfrutaba con alegrÃa de unas brochetas en un puesto callejero. Desde que se casó con César, no habÃa vuelto a comer la comida callejera, porque no era apropiado para la imagen de la “señora Herrera”.Â
Nicole manejaba por la zona de puestos nocturnos. El tráfico era denso y ella tuvo que reducir la velocidad. Mientras observaba a ambos lados, divisó por casualidad una persona familiar sentada en un puesto de brochetas.Â
-¿Es la señora? -Se sorprendió mucho.Â
César acababa de salir de la empresa. Su cara mostraba rastros de cansancio, pero al oÃr algo relacionado con CelÃa, no pudo evitar prestarle más atención. Siguió la mirada de Nicole hacia afuera y de inmediato localizó a Celia sentada entre la multitud. Su belleza siempre habÃa sido llamativa.Â
-Detén el auto-ordenó.Â
Nicole estacionó en el andén. Cuando César estaba a punto de abrir la puerta, vio a dos jóvenes, con pinta de universitarios, acercarse a Celia. No oÃa qué decÃan, pero uno de ellos le entregó a Celia su celular. ParecÃa que estaba pidiéndole su contacto.Â
Ella no se negó. No sabÃa de qué hablaron los tres, pero ella sonreÃa. La sonrisa era radiante y deslumbrante. César no habÃa visto una sonrisa asà en ella desde hacÃa tanto tiempo que, en ese momento, la envidia lo corroÃa por dentro.Â
Abrió la puerta y se dirigió hacia el puesto callejero.Â
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Capitulo 340Â
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Uno de los jóvenes, bastante guapo, estaba a punto de sentarse al lado de Celia cuando, de repente, la silla fue apartada. El joven se volvió y se encontró con la mirada llena de hostilidad de un hombre detrás de él.Â
-¿Quién diablos es usted? -preguntó, confundido.Â
Celia desvió la cara, conteniendo a duras penas la risa.Â
—¿A quién le hablas asÃ? -César arrastró la silla hacia sÃ-. ¿Tus padres no te enseñaron que no debes molestar a la esposa de otro?Â
El joven miró a Celia.Â
-Lo siento, señorita, no sabÃamos que ya estabas casada.Â
Celia quedó sin palabras por lo que César habÃa dicho, pero le respondió al joven:Â
-No te preocupes.Â
Después de que ellos se despidieron y se fueron, Celia tomó una brocheta y le dio un buen mordisco.Â
-¿Qué viento te trae por aquÃ?Â
César iba a sentarse a su lado, pero se dio cuenta de que la mesa y las sillas eran muy bajas. Se vio obligado a mover la silla hacia atrás. Miró la mesa cubierta de manchas de grasa, tomó una servilleta y la limpió.Â
-En el hotel podÃas pedir comida a la habitación. ¿Tienes que comer en un lugar como este?Â
-¿Quieres controlarme incluso en este aspecto?Â
-Es que me preocupas.Â
CelÃa se detuvo en seco y miró a César. Él también la miraba. En sus ojos habÃa una mezcla de sentimientos fácil de leer.Â
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