Capítulo 299
¿Debía decirle a Carlos que Sira era su hermana carnal, y que fue su propia hermana quien había llevado a su familia al desastre…? Eso sería tan cruel para él…
César apretó los labios, y luego tomó profundamente el aire. Por la vacilación, su pecho se elevó y luego descendió. Al final, pronunció las palabras:
-¿Has considerado que quizás no eres hija de la familia Sánchez?
Ella le respondió con total serenidad:
-Lo supe hace mucho.
-¿Hace mucho? i
Celia se levantó con calma y lo miró.
—Sí, hace mucho. Aunque solo eran mis padres adoptivos, también sufrieron por mi culpa.
Pudieron haberse salvado.
Dicho esto, ella no pudo contener más sus emociones y sus ojos se enrojecieron. Cada vez que César escuchaba estas palabras, su pecho se oprimía por el agudo dolor de corazón, porque le recordaban una y otra vez que él fue quien había causado este resultado, y que él era el culpable.
Él permaneció inmóvil en su lugar, permitiendo que Celia se desahogara hasta que ella se calmó un poco tras un momento. Con voz ronca, César se disculpó:
-Lo siento.
Aparte de disculparse, no sabía qué más decir. Celia se quedó aturdida por un momento, casi conmovida. Apretó los puños y evitó esa mirada afligida del hombre.
-Guarda tus disculpas para Carlos.
La mirada de César se clavó en ella, intentando discernir si detrás de su indiferencia había
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un atisbo de dolor por él. No obstante, después de un largo rato, soltó una risa con
amargura.
-Está bien.
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+25 BONUS
***
Después de escapar de la clínica privada, Sira se escondió en un motel en las afueras, sin atreverse a entrar en la ciudad. La única persona a quien podía contactar era Celiana.
Cuando Celiana tomó un taxi hasta el motel, Sira la esperaba abajo con una gorra y gafas de sol que cubrían bien la parte superior de su cara. Sostenía un cigarrillo entre sus dedos, y en realidad, había fumado varios seguidos.
Había adquirido el vicio de fumar cuando estaba con esa persona, pero frente a César siempre tenía que mantener una buena imagen, así que nunca había fumado delante de él.
-Tu familia ya recibió el dinero, ¿cierto?
Celiana se acercó a ella, apartando el humo con la mano, mostrando un disgusto aparente.
-El dinero está en la tarjeta de mi papá. No me deja tocarlo. Le dije que quería comprar un
auto y solo me dio treinta mil.
Sira partió el cigarrillo en su mano y la miró.
-Obtuvieron ochocientos mil, ¿y solo te dio treinta mil?”
-¿Qué más puedo hacer? Dijo que ese dinero es para construir una casa y hacer negocios. No sé qué piensa… ¡Hasta cambió la contraseña de la tarjeta para que no la use!
La mitad de las palabras de Celiana eran ciertas, pero la otra mitad era mentira. No era tonta. El objetivo de Sira al usarla sería el dinero. Total, su padre controlaba ese dinero, ni ella ni su madre podían tocarlo.
Tras las gafas de sol, la mirada de Sira era cruel y siniestra. Si César no hubiera perdido toda confianza en ella, no habría recurrido a esta mujer. La gente es codiciosa, lo sabía. No podía
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confiar por completo en las palabras de esta joven.
-No olvides que, sin mí, tu familia nunca habría tenido la oportunidad de cambiar su
destino.
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Sira colocó su mano izquierda sobre el guante de encaje que cubría su derecha, con desdén en los ojos.
—Tranquila, no quiero tu dinero. Ochocientos mil no son nada para mí. He visto un monto más grande. Necesito que seas la salvadora de César Herrera para ganar su confianza y separarlo de su esposa.
-¿Él ya está casado?
Se sorprendió Celiana.
-¿Y crees que tienes oportunidad de ser su esposa? -Sira resopló con desprecio, sujetando el mentón de la otra con los dedos-. Lo conozco desde hace diez años, y, aun así, no he obtenido la oportunidad. ¿Quién te crees para tenerla?
Celiana guardó silencio. Tras unos segundos, Sira la soltó.
-No ambiciones lo que no te pertenece. Después de todo, solo eres una impostora.
La palabra “impostora” hizo que las expectativas de Celiana se desvanecieran por completo.
Era cierto… Ella era solo una falsa…
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