Capítulo 297
Celiana se detuvo a escuchar la conversación, hasta que su padre la llamó desde lejos. De mala gana, los siguió.
La pareja fue al banco emisor del cheque para verificarlo. De hecho, hasta este mismo momento, aún temían haber sido estafados. Después de todo, ni en sus sueños se atrevían a imaginar tener ochocientos mil dólares.
El cajero revisó el número del cheque y de inmediato llamó al gerente de mayor autoridad. El gerente tomó el cheque y al instante lo entendió. Miró a los tres para confirmar la situación.
Usted es el señor Soto, ¿cierto? Este cheque es de nuestro banco. El señor Herrera ya me lo informó que vendrían a cobrarlo. ¿Desean procesarlo ahora mismo? —preguntó.
El corazón de Maira latía con emoción.
-¿Realmente se puede cambiar por dinero? -preguntó emocionada.
-Sí, claro -respondió el gerente e hizo una pausa breve antes de continuar-. Pero
ochocientos mil no es una suma pequeña. Es casi imposible si quieren llevársela en efectivo.
A Iván le pareció razonable, así que le preguntó:
-¿Se puede transferir a mi tarjeta?
-Sí, pero requiere trámites. Tienen tiempo para procesarlos, ¿cierto?
-¡Sí! ¡Claro! -Iván lo decidió en el acto.
***
Al anochecer, Celia y Ana fueron al mercado cerca del apartamento a comprar ingredientes para la cena.
-Celia, voy a la sección de verduras -propuso Ana y se separó de ella.
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Capitulo 297
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Celia se dirigió a la zona de pescados frescos. Mientras elegía un pescado, una voz familiar
sonó a su lado:
-La carpa tiene una textura mejor.
Al levantar la cabeza, Celia vio a Nicolás: vestía ropa casual de color clara, luciendo siempre impecable y meticuloso, incluso su camisa no tenía ni una sola arruga. Parecía fuera de
lugar entre los demás en el mercado. A diferencia de la presencia distante e inalcanzable de
César, Nicolás era más suave, con un aura tan serena como el mar nocturno.
La dueña del puesto sonrió radiante.
-¡Este joven guapo tiene razón! Señorita, ¡tiene un novio tan apuesto que sabe cocinar! ¡Qué suerte tiene!
Celia no esperó este malentendido y trató de explicarlo.
-Pues, no es…
-Somos solo colegas -Nicolás se adelantó.
-¿Son colegas? —rio la dueña sin darle mucha importancia—. ¡No importa siempre y cuando no esté casada! Hasta los divorciados tienen oportunidad de perseguir a su amor,
¿cierto?
Celia forzó una sonrisa incómoda, sin atreverse a mirar a Nicolás. Él, impasible, la sacó de la
vergüenza.
-Ella ya está casada.
La dueña se sorprendió, con una expresión de lástima. Al final, no siguió hablando del tema. Celia compró una porción de pescado y caminó de regreso con Nicolás.
-¿Así que también sabes cocinar?-le preguntó a él.
Como comida para llevar por pereza, no por no saber cocinar – explicó él.
Ella soltó un leve “hum”, sin saber de qué más hablar.
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Capitulo 207
-¡Celia! ¡Ya compré lo que necesitaba!
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En ese momento, Ana se le acercó corriendo y puso las verduras en el carrito. Al alzar la
vista, notó que había alguien a su lado. Celia sonrió y le presentó:
-Ana, él es nuestro especialista externo en cirugía, el doctor Nicolás Gómez.
Ana le sonrió.
-¡Encantada, doctor Gómez!
-Mucho gusto. Podrías llamarme por mi nombre -respondió él y luego miró a Celia—. No me llames de manera tan distante como tu amiga.
Celia se señaló a sí misma, confundida.
-¿Te refieres a mí?
—¿Hay alguien más aquí?
Nicolás mostró una leve sonrisa y se fue.
Después de que se alejó, Ana volvió en sí y bromeó:
-¿A él le gustas?
-¡No soy billetes! ¿Cómo podría gustarle a todo el mundo? -negó Celia dándole un golpecito en la frente, y luego empujó el carrito para irse.
Ana se frotó la frente, riendo con alegría.
-¡Es mi intuición!
Se fueron juntas, sin saber que alguien las estaba observando desde las sombras.
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