Capítulo 293
-Claro que no. Vivo sola y en mi casa hay una habitación de invitados. Puedes quedarte hasta que encuentres un lugar.
Mientras hablaba, Celia puso su equipaje en el maletero. Ana guardó silencio por unos segundos, sintiéndose conmovida. Luego, le dijo a Celia con seriedad:
—Celia, ¡trabajaré muy duro por ti!
Celia sonrió:
-Está bien. Súbete al auto primero.
En el auto, Celia llevó a Ana a su apartamento. Al entrar con su equipaje, Ana recorrió toda la
sala de estar con la mirada, como si quisiera buscar algo.
—Celia, ¿de verdad vives sola? —preguntó, curiosa.
-Sí, pero ¿por qué la pregunta?
Ana se rascó un poco la mejilla.
-Es que… Antes publicaste tu certificado de matrimonio con el señor Herrera en el grupo de trabajo, ¿no? Todos en la clínica ya supieron de su relación… Y también se enteraron de que
el señor Herrera ahora está en Rivale. Pensé que vivían juntos…
Para los excolegas en la capital, Celia había cargado con el título de “la zorra” durante
mucho tiempo en los rumores. Cuando vieron el certificado de matrimonio, todos callaron por la vergüenza. Si no hubieran suspendido a Sira, probablemente la habrían crucificado, En este aspecto, había tenido muy buena suerte.
No obstante, precisamente por la suspensión, ningún hospital en la capital la quería. Después de perder la protección de César, sacaron a la luz lo del cambio de los anestésicos. Con antecedentes de conducta ilegal, había arruinado su propia carrera.
Celia apretó los labios y le respondió:
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Capitulo 203
-No vivimos juntos.
-Pero, ya están casados, ¿no es así?
Celia la corrigió:
-Pronto estaremos divorciados.
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Una expresión de sorpresa cruzó los ojos de Ana, pero pronto lo entendió. Antes, todos vieron cómo César “consentía” a Sira en la clínica… Además, él nunca hizo pública su relación con Celia. Después de sufrir tantas injusticias, era comprensible que Celia quisiera
divorciarse.
Al mediodía, Celia tocó la puerta de Nicolás con un plato de fruta cortada. Como no hubo respuesta por un largo rato, ella pensó que él no estaba en casa. Justo cuando quería irse, la puerta se abrió.
Él parecía acabar de despertarse de una siesta. Vestía una bata blanca, con el cabello desaliñado y algo de barba incipiente, pero nada afectó su cara atractiva.
Al reconocer a la visitante, Nicolás se sorprendió e intentó cerrar la puerta. Celia de inmediato se interpuso con el cuerpo.
-¡Espera! ¡Quiero que me hagas un favor!
Él se cubrió media cara con la palma, ocultando sus labios y mandíbula, sin mirarla.
-¿De qué se trata?
-Es que tengo una amiga… Estudió enfermería y sabe programación. Sé que nuestro departamento necesita pasantes, entonces…
—¿Quieres sobornarme para lograr un trabajo para tu amiga? -Nicolás echó un vistazo al plato de fruta-. ¿Con solo un plato de fruta cortada?
-Estimado doctor Gómez, eres tan íntegro y honorable, ¿cierto? ¿Cómo es posible que quiera sobornarte?
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Copule 293
Él soltó una risa.
-Pues no soy tan íntegro como crees. Soy mundano.
-¿Entonces te transfiero dinero? -preguntó Celia tentativamente.
Nicolás se quedó sin palabras y se rio entre exasperado y divertido. Decidió ir al grano.
-Quieres que le consiga un puesto de enfermería para ella, ¿cierto?
Celia asintió con los ojos brillantes.
79%
+25 BONUS
-Acabó de llegar a Rivale y no tengo muchos contactos ni recursos. Solo puedo pedirte
ayuda.
-Tu maestro y la señora Juárez son todos tus recursos, ¿no? O en el peor caso, tu esposo
bromeó él.
Celia se detuvo en seco. Nicolás entonces se dio cuenta de su error.
-Pues, quise decir… -Intentó remediarlo.
-Tiene razón. No debo pedirte ayuda. Te causaré problemas. Disculpa las molestias.
Dicho esto, Celia regresó a su casa y cerró la puerta.
Nicolás arrugó el entrecejo, ni siquiera él mismo entendía por qué había dicho esa frase…
Celia dejó el plato de fruta sobre la mesa, sintiendo que había sobreestimado su posición. ¿Acaso no aprendió con lo de Alfredo? Aunque Nicolás la había ayudado varias veces, no debía haber creído que ya tenían una amistad profunda.
-¿Celia? – Ana salió del baño secándose el cabello con una toalla-. ¿Qué pasó?
-Nada -Celia no mencionó lo de su trabajo para no hacerla sentir culpable—. Iré a trabajar esta tarde. Pásame tu currículum.
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