Capítulo 27
-Me mandaste a esa cena con el número equivocado del privado, ¡hasta les pagaste para que me emborracharan y me drogaran! -Celia la acusó con calma-. Señorita Núñez, tus artimañas son tan
sucias.
Las enfermeras cuchicheaban, sin poder creer lo que Celia estaba diciendo.
Sira palideció ligeramente.
-¡No es cierto! Mira, todos los funcionarios pueden confirmar que no te vieron…
-¡Porque me diste mal el número del privado!
-¡No lo hice!
Celia le mostró su celular con el mensaje que Sira le había enviado la noche anterior.
-¿Quieres que vaya a confirmarlo con ellos?
Sira se puso rígida de golpe. ¡Había olvidado el mensaje!
En ese momento, divisó una figura familiar entre la multitud y, de inmediato, agarró la mano de Celia y la guio hacia su propia cara, mientras sollozaba.
-Me malentendiste… Sí, fue mi culpa… Me equivoqué con el número del privado. Pégame si quieres. Te puse en peligro… ¡Me merezco todos los castigos! (1)
Celia intentó soltarse, pero en ese instante, Sira rodó escaleras abajo. Todos, incluidas las enfermeras, quedaron atónitos.
-¡Celia! ¡Qué hiciste! -gritó alguien. (1)
Felipe Fernández, director de otro departamento, y otros de los altos mandos, presenciaron todo. Celia se volvió hacia ellos, tratando de explicarles.
-Doctor Fernández, ¡no la empujé!
-¡Todos vimos cómo lo hiciste! ¡Deja de negarlo! -la regañó Felipe antes de ordenar a las enfermeras–.j
Revisenla!
Las enfermeras, que acababan de recuperarse del shock, bajaron las escaleras. Felipe se acercó a Celia, señalándola con decepción.
-Llevas tres años trabajando en la clínica y el director siempre ha confiado en ti. ¡Pero lo que hiciste es imperdonable!
Ella apretó los puños y guardó silencio, sabiendo que las explicaciones ya no servían de nada bajo tales
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circunstancias. Pero esta vez, no se quedaría esperando sin hacer nada.
Pronto, Felipe informó del incidente a Samuel, y el rumor de que Celia había “empujado” a Sira por las escaleras también había recorrido toda la clínica. Para evitar perjudicar la reputación de la clínica,
Samuel la suspendió temporalmente.
Al salir de la oficina, Celia se topó con César, quien caminó hacia ella y la arrastró hacia la salida de
emergencia agarrándola de la muñeca, sin darle tiempo para hablar.
-Ya te dije que te metieras con Sira. ¿Mis palabras te entraron por un oído y te salieron por el otro?
Celia forcejó por el dolor que le causaba el agarre. Lo miró.
-¿Yo meterme con ella? ¡Fue ella quien vino a buscarme problemas!
Él le devolvió la pregunta.
-¿Y por qué lo hizo?
-¿Por qué? ¿Tiene una buena razón?
Incluso ella misma no sabía por qué Sira le había estado causando problemas, pero definitivamente tenía algo que ver con César. Retiró la mano y evitó mirarlo.
-Mejor divorciémonos. Así dejo de pagar los platos rotos.
César le advirtió con la mirada.
-No uses el divorcio como amenaza. Conmigo eso no funciona. (1)
-No te estoy amenazando.
Él se acercó, mirándola desde arriba. Pero la calma de Celia lo irritó más. De pronto, se burló con desdén.
-¿En serio? Pues arréglatelas sola.
Al terminar de hablar, se fue. Ella no entendió lo último que dijo, ni sabía si había aceptado su propuesta
de divorcio…
César fue al pabellón de Sira. Ella, al verlo entrar, se incorporó con voz débil. 2
-No la culpes… ella solo estaba alterada y me empujó sin querer. Sé que no fue su intención…