Capítulo 26
Ella se detuvo bruscamente y se tensó por el tema. Al ver que ella no se volvió a mirarlo, César se rio con desdén y cortó con su última esperanza.
-Si quieres pedirle ayuda a Alfredo, será imposible. La familia Suárez no tiene influencia sobre mis
decisiones.
Celia se derrumbó emocionalmente. Con la voz ronca y entrecortada, le preguntó, desesperada.
-¡César Herrera! ¿Qué pretendes en realidad?
Él arrojó con desprecio la chaqueta de Alfredo a la basura y se quitó la suya, luego se acercó a ella. Ella apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la tela la cubrió. Él la tomó del hombro con firmeza y la llevó de vuelta al auto, ignorando su renuencia.
Nicole, la conductora, la saludó con un gesto desde la parte delantera.
-Señorita Sánchez.
Celia tenía una sensación de irrealidad, pero apartó la mirada, mirando hacia afuera por la ventana. En sus ojos, solo se percibía el entumecimiento. César le echó un vistazo y luego le hizo una seña a Nicole
para que arrancara el auto.
Cuando llegaron a Villa Serenidad, Celia salió del auto sin mirar atrás y se dirigió hacia el edificio a toda velocidad. César no tenía tanta prisa; a su vez, le ordenó a Nicole.
-Investiga lo que ocurrió hoy.
Ella aceptó la orden.
***
Después de llegar a casa, Celia volvió en sí, dándose cuenta de que todavía llevaba puesta la chaqueta de César. De inmediato, se la quitó y la arrojó a un lado con despreocupación, luego entró en su habitación.
Al entrar, César vio la chaqueta en el suelo. Se quitó la corbata con una mirada cargada de irritación. Se dirigió a la habitación a grandes pasos. Quiso abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave.
Bien… ¡Perfecto!
Se dio la vuelta y caminó hacia la habitación de invitados.
En la habitación principal, Celia se acurrucó en la cama. Solo cuando los pasos se alejaron, dejó escapar
las lágrimas, que cayeron sobre la almohada, deslizándose por su nariz y sus mejillas.
Menos mal se había convencido: había decidido alejarse de ese hombre.
1/3
Al día siguiente, cuando salió del dormitorio, Margarita ya tenía el desayuno preparado.
-Buenos días, señorita. Por cierto, el señor dijo que podía quedarse a descansar y que no fuera a la clínica
hoy.
Celia se sentía confundida. ¿Por qué no le permitía ir al trabajar? ¿No quería que ella se vengara de Sira?
En la clínica, Sira sabía que su plan había fallado, ya que no había recibido ninguna noticia. No se limitó a esperar y de inmediato llamó a César.
En otro lado, en la oficina de César, Nicole le informaba a César lo que había ocurrido en el privado. Justo
en ese momento, recibió la llamada de Sira, que atendió con una mirada sombría.
-Dime.
-César, ¿por qué Celia no vino a trabajar hoy? Ayer le pedí que asistiera a una cena de negociación sobre el proyecto en que invertiste, pero los funcionarios del gobierno me dijeron que no la habían visto… -Sira le contó el proceso en un tono lleno de preocupación fingida.
Con una presencia impotente, César le preguntó:
-¿Por qué la mandaste a la cena?
-Es que no tengo experiencia en ese aspecto y temí arruinarlo, así que le pedí ayuda… No esperaba que… -se disculpó sollozando-. Lo siento, César. ¿Arruine algo? No fue intencional…
César se masajeó las sienes doloridas y su actitud se suavizó un poco.
-Basta ya. No fue tu culpa. En cuanto al proyecto, lo dejaremos para más tarde.
Dicho eso, colgó la llamada y levantó la mirada, preguntándole a Nicole.
-¿Esos tipos están ahora en la comisaría?
Nicole asintió. Él se recostó en el sillón.
-Necesito saber si tienen antecedentes. Si los tienen, haz que pasen el resto de su vida en la cárcel.
Al mediodía, Celia fue a la clínica. Cuando Sira la vio, le expresó su falsa preocupación.
-Celia, ¿por qué no asististe a la cena de anoche? Los funcionarios te esperaron por mucho tiempo. ¿
Adónde fuiste…?
¡Zas!
2/3
Celia le dio una cachetada sin decir nada, y todos los que estaban en la estación se quedaron
estupefactos.
Ella siempre había sido una persona con un buen temperamento. Durante sus años en la clínica, nadie la había visto pelear. No obstante, ¡ella golpeó a Sira, y con esta ya era la segunda vez!
-¿No fuiste tú quien armó todo el problema de anoche? Deja de actuar frente a todos -le dijo clavando la mirada en ella.
Sira, cubriéndose la mejilla hinchada, reprimió la ira. Con una expresión inocente, lloró.
-No entiendo lo que dices… Debe haber un malentendido…