Capítulo 244
-¿Me preguntas por qué me casé contigo? -Celia soltó una risa burlona-. Te dije que no era por el título de señora Herrera, pero nunca me creíste, ¿no es así? Si no me crees, ¿qué sentido tiene tu pregunta?
—Sí, lo tiene -César se acercó todavía más. Al menos, quiero saber tu respuesta.
–
Ella permaneció impasible.
-¿Quieres una respuesta? Claro. Escucha, me casé contigo por dinero.
Al notar su tono provocativo, él entrecerró los ojos.
-Estas no son palabras sinceras.
-¿O acaso crees que me casé contigo porque me gustabas?
Él guardó silencio. Después de un momento, preguntó:
—¿Acaso no fue así?
Ella dudó un instante, luego desvió la mirada y no lo volvió a mirar.
-Hice un trato con tu abuela para obtener el título de señora Herrera. Mi papá quería que la familia Sánchez resurgiera, así que, como su hija, necesitaba casarme con un hombre poderoso y adinerado para ayudar a mi familia. Eso es razonable, ¿no?
César la observó con calma, como intentando discernir la veracidad de sus palabras. Por un instante, Celia vio la desolación en su cara. El brillo en sus ojos se apagó, sin ningún atisbo de luz de esperanza. Lástima que ahora ella ya estaba muy decidida y no volvería a ser blanda con él.
-Ya escuchaste la respuesta que querías, César. De ahora en adelante, déjame en paz.
Al terminar, intentó marcharse, pero él la detuvo tomando su brazo. Ella ya estaba cansada.
-César, ya no quiero nada. Solo te pido que me dejes en paz, ¿de acuerdo?
-¿Dejarte en paz? -Él estaba al borde de perder el control, con los ojos enrojecidos—. ¿Y si me niego a hacerlo?
-¡César!
Él la atrajo hacia su pecho con la mano puesta en su nuca.
-Ya lo dije que, solo enviudaré, nunca me divorciaré a menos que muera.
Ella se enojó.
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-¡Estás loco!
-Sí, estoy loco–César soltó una risa seca.
Sus dedos acariciaban la mejilla de Celia con mucha suavidad. Su mano era seca y le provocó
escalofríos.
-Al pensar en que vives con otro hombre, esto me vuelve aún más loco. Celia, te daré todo lo que desees, ¿de acuerdo?
-¡No me interesa! -Celia forcejeó.
En ese preciso instante, la puerta se abrió de golpe. Nicolás se detuvo en el umbral, presenciando la
escena.
-Parece que he llegado en mal momento – comentó con un leve suspiro.
Celia se liberó de los brazos de César, llena de vergüenza. Cualquiera se sentiría avergonzado si su colega lo viera a uno con su ex en la oficina.
Los ojos de él se encontraron con los de Nicolás y su expresión se tornó sombría.
-¿Eres el hombre que vive con mi esposa? -le preguntó.
Nicole no había podido obtener información sobre su estatus. Solo sabía que era el experto más joven de Rivale en enfermedades complicadas, llamado Nicolás Gómez. Cuando él escuchó ese apellido, entendió por qué Nicole no había podido rastrear sus antecedentes. Él ya sabía quién era.
Celia miró a Nicolás.
-Doctor Gómez, por favor, sal de aquí. No te preocupes, puedo resolver este asunto yo sola.
Ella no quería arrastrar a inocentes a sus problemas.
-¿En serio? Vives en mi casa, ¿y me dices que no necesitas mi ayuda? -preguntó, con voz serena, pero ella se quedó sin palabras. ¡¿Qué demonios estaba diciendo?!
César se ajustó su reloj, luego levantó con calma la cabeza para mirarlo.
-Señor, ¿no sabes que ella ya está casada?
Nicolás cruzó los brazos, sin darle más importancia.
-¿Y qué hay de malo en ser el amante por amor?
-¿Por amor? –César echó un vistazo a Celia con una expresión indescifrable-. Si te metes en un matrimonio, arruinarás la reputación de tu abuelo que ha construido con esfuerzo.
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Él se encogió de hombros.
No me importa.
-¿Pero crees que ella querrá que su maestro cargue con esa infamia?
Celia apretó un poco los labios, guardando silencio. César siempre sabía con precisión cuáles eran sus preocupaciones…
Entendía que Nicolás solo intentaba ayudarla. Desde la capital hasta Rivale, cada vez que se metía en dificultades, siempre aparecía alguien para rescatarla. No obstante, tras lo ocurrido con Alfredo, había comprendido que depender de la ayuda de alguien no era una solución final. Necesitaría resolverlo ella misma.
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