Capítulo 24
¡Bang!
Tras el estruendo, el hombre se agarró la cabeza, que sangraba, y retrocedió del dolor.
-¡Hija de puta! ¡Cómo te atreviste a golearme!
Antes de que los hombres reaccionaran, Celia aprovechó el momento y salió disparada del privado, dejando atrás el celular en el suelo. Corrió desesperadamente por los pasillos, con los hombres siguiendola de cerca. No se atrevió a detenerse; no podía arriesgarse a quedar atrapada.
De pronto, sintió como si algo le bloqueara el aire y todo el mundo frente a sus ojos empezó a girar. Perdió
el control del cuerpo y cayó al suelo, pero siguió gritando.
-¡Ayuda!
No obstante, ningún empleado del club se atrevió a ayudarla. La desesperación la inundó. ¡Y una mano le
agarró el pelo desde atrás mientras que otra le tapaba la boca!
-¡Perra!
El tipo la arrastraba de vuelta al infierno. Ella forcejeó, hundiendo los dientes en la mano que la
silenciaba. Esa acción avivó la furia del hombre, ¡y levantó la mano para golpearla!
-¡Suéltala!
Una voz rompió la tensión, y la violencia fue interrumpida.
Cuando Celia abrió los ojos y vio a Alfredo, sintió que su corazón por fin volvía a su lugar.
El de camisa azul volvió en sí y le gritó a Alfredo, señalándolo.
-¿Quién diablos eres tú? ¡Te atreves a meterte en…!
Antes de que pudiera terminar de hablar, Alfredo le dio una patada que lo tiró al suelo. Los cómplices del hombre intentaron atacarlos, pero los guardaespaldas de Alfredo los bloquearon. Al ver el poderío, el
matón se cagó de miedo.
Alfredo se quitó el saco y cubrió a Celia. Ella agarró con fuerza la ropa para envolverse, temblando violentamente por el miedo. Su cara estaba algo hinchada, con sangre seca en la boca.
Alfredo le preguntó, ofreciéndole una mano.
-¿Puedes levantarte?
Celia asintió con la cabeza débilmente, esforzándose por incorporarse.
-Señor Suárez, ¿qué hacemos con este grupo de escorias?
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Al escuchar las palabras del guardaespaldas, el hombre de camisa azul palideció. Señor Suárez… ¡El hombre que tenía enfrente era de la familia Suárez! Aunque esa familia no era tan poderosa como las cuatro grandes familias de la capital: los Herrera, los Gómez, los Rojas y los Morales, pero tampoco eran gente con las que las personas comunes pudieran tratar. 1)
-Lo… lo siento, señor Suárez… No sabía que ella era su mujer… ¡Alguien me incitó a hacerlo! ¡Me disculparé con ella! -dijo el tipo y comenzó a darse cachetadas.
-Envíalos a la comisaría.
-Espera… -Celia lo impidió y miró al matón de camisa azul-. ¿Quién les pagó? ¿Se llama Sira Núñez?
Temblando, el hombre evitó su mirada y no se atrevió a responderle.
-No puedo revelar su información… Tiene un respaldo poderoso y no me permito desobedecerla… ¡
Prefiero ir a la cárcel!
Celia cerró los ojos, porque ya tenía su respuesta. Alfredo la llevó fuera del privado.
***
En la clínica, con las comisuras de los labios hinchadas, Celia salió de la sala de emergencias.
Alfredo, quien se apoyaba despreocupadamente contra la pared, le entregó el celular.
-Tu celular.
Era el que ella había dejado tirado en el privado. Ella lo aceptó con cortesía y le respondió con una
sonrisa cansada.
-Gracias.
Al verla en esta situación tan desaliñada, él le preguntó, preocupado.
-Celi, ¿por qué estabas en ese privado? Ellos son hombres malvados. Han estado en la cárcel varias veces por violaciones.
Ella no sabía cómo responderle, porque la razón era bastante ridícula.
-No esperaba que fuera una trampa.
Alfredo se paró frente a ella.
-Caíste en su trampa otra vez… Si yo no hubiera estado allí y ellos hubieran logrado lo que querían, ¿qué
habrías hecho?
Ella se quedó helada por un momento. Apretó los puños, con fuego ardiendo en los ojos.
-La dignidad de una mujer no se manchará por una violación. Incluso si ellos hubieran logrado violarme,
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no me suicidaría. Seguiría adelante, y luego los enviaría al infierno uno tras otro.
Alfredo se sorprendió por su actitud, guardando silencio por unos segundos.
-El tío Antonio me pidió cuidarte. Si te pasa algo malo, me despellejará vivo -le dijo.
Celia no lo esperaba.
-¿Por qué el profesor…?
-Eres su alumna favorita. Siempre piensa en protegerte. Te considera como su nieta. Lo sabes.
Entonces, se le ocurrió algo y le preguntó:
-¿Por qué no le pediste ayuda al profesor?
Con el poder y los recursos de la familia Gómez, los matones que la habían intimidado recibirían un
castigo más severo.
Celia meneó la cabeza.
-No quiero causarle problemas.
Alfredo se quedó pensativo. ¿Ella no quería causarle problemas? O sea, ¿no sabía la verdadera identidad de Antonio? Curioso, pero no le hizo más preguntas.
-Te llevo a casa.
-Muchas gracias -Celia no lo rechazó, demasiado débil para conducir.
No obstante, cuando salieron de la clínica, vieron un auto negro parado frente a la entrada del edificio. (1)
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