tensión se apoderà de la habitación. Después de un largo silencio, César apartó su mano con calma.
-Si necesitas algo, contacta a los guardaespaldas.
Dicho esto, salió de la habitación. Sira, con los ojos enrojecidos, lo observó irse, apretando con fuerza las sábanas.
Habia pensado que, al hacerle creer que ella era quien lo había salvado, recuperaría su trato especial. Pero para su sorpresa, él no parecia tan complacido como esperaba. No obstante, isu reacción le dio la sensación de que él no quería que ella fuera quien lo salvó!
Al salir del hospital y subir a su auto, César recibió una llamada de Nicole, informándole que habían encontrado a Sara Dorado. Asi que no regresó a Villa Serenidad, sino que se dirigió de inmediato a ocuparse del asunto.
Sara habia regresado a escondidas. Había vivido a escondida en otra ciudad, malgastando todo su dinero. Sin otra opción, volvió a la capital para pedirle ayuda a la hermana de su esposo, Tina Fernández.
Envolviéndose hasta las cejas, se sentó en un reservado privado, temiendo ser reconocida. Cuando Tina entró, finalmente se quitó la bufanda y se puso de pie, emocionada.
-¡Mi querida hermana!
-¿Tienes el descaro de llamarme así? —Tina no le dio una bienvenida cálida—. Tú y Fabio son igualmente estúpidos. ¡Se atrevieron a causar un problema tan grave! ¡Mi esposo casi fue arrastrado a este lío!
-Tina, Fabio es tu hermano menor. ¿Cómo puedes decir eso…? -se quejó Sara. 2
-Los Fernández perdieron un miembro cuando él fue a prisión. -Tina se sentó mientras decía-: Después de todo, nuestra familia no puede permitirse esa vergüenza.
-¡Pura mentira! Según veo, jes que temen afectar la reelección de tu esposo! Venga, ¡somos una familia! ¿Tienes que ser tan cruel?
Sara había guardado el resentimiento durante mucho tiempo, en ese momento se quejó sin miramientos. Tina guardó silencio y, justo en ese momento, los guardaespaldas abrieron la puerta.
Nicole entró sin prisa, luego hizo un leve gesto con la cabeza para saludar a Tina. Antes de que Sara pudiera reaccionar, Tina se levantó con su bolso.
-Señorita, entonces, me retiro – le dijo a Nicole con una sonrisa cortés.
Sara se puso de pie de un salto.
-¡Tina! ¡Me traicionaste!
Pero Tina ya se había ido, sin molestarse en responder. La puerta estaba bloqueada por los guardaespaldas. Sara estaba atrapada, sin posibilidad de escapar. Poco después, César entró en el reservado con paso calmado.
Sara se tensó de inmediato con una expresión incómoda.
-Señor… señor Herrera–lo saludó.
-Tras esconderse durante más de quince días, ¿por fin decidió regresar a la capital? -César se sentó en el sofá, cruzando las piernas, con una expresión inescrutable.
Sara evitó su mirada por la culpabilidad.
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Cepitulo 210
+25 BONUS
-¿Esconderme? Qué tonterías. Solo me fui de viaje.
Paco Rivera ya me confesó todo. Pasará el resto de su vida en una silla de ruedas–César pronunció estas palabras sin prisa.
Sara se encogió de miedo. Sabía de las torturas que Paco había sufrido tras caer en manos de César.
Por eso había aceptado la oferta de Sira de abandonar la capital temporalmente. Pensó que, con el tiempo, todo se calmaría. No obstante… Al imaginar un destino similar al de Paco, palideció drásticamente.
César leyó sus pensamientos. Entrelazó las manos y las colocó sobre sus rodillas.
—Pero no se preocupe. No la trataré como a Paco. Su tono cambió de repente. Sin embargo, podría terminar como su esposo… privada de su libertad.
El pánico se apoderó de Sara. Hablar o callarse… ninguna opción parecía buena, y mantenerse callada bajo tal presión era agonizante.
César apoyó su cabeza en la mano, mientras su expresión se volvía sombría.‘
-Señora Dorado, ¿aun así se niega a decirme la verdad?
—Es que… —vacìló Sara, con mucha dificultad.
-Si me dices todo, no complicaré la vida -propuso César, golpeando despreocupadamente la mesa con los dedos, sin ningún ritmo. Pero si se atreve a mentir…
-¡Señor Herrera! ¡Alguien me obligó a hacerlo! —Sara apretó los dientes y decidió ser honesta-. La directora Núñez prometió que, si la ayudaba con esto, podría ocuparse del caso de mi esposo. Además…
Dudó de nuevo, sin atreverse a mirar a César.
-Además, parece que usted ha estado protegiendo a la directora Núñez. En ese momento, pensé que ella contaba con su consentimiento tácito… Por eso me atreví a hacer todo esto…
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