Capitulo 217
César le dio un sorbo a la sopa. Al no recibir ninguna respuesta, le preguntó:
-¿Qué pasa? ¿No te gusta?
Ella recuperó la compostura y cerró de nuevo la caja.
-Me gusta. Gracias.
El entrecerró casi imperceptiblemente los ojos, pero su tono era suave.
-No seas tan distante.
En ese momento, sono su celular. Era la empleada doméstica de Sira. Él colgó, pero la llamada entró de inmediato nuevamente. Sin otra opción, lo atendió, con impaciencia en la voz.
-Habla.
-¡Señor Herrera! ¡La señorita Núñez intentó suicidarse!
Ella no habló demasiado alto, pero en la quietud de la sala, Celia pudo oír las palabras con claridad.
¿Sira se había suicidado? Pues, ella no lo creía…
César guardó silencio de repente y miró a Celia. Ella sonrió, impasible.
-Ve a buscarla.
-Celia… -Él vaciló, luego, le dirigió una mirada intensa mientras decía-: Lo resolveré. Dame un poco de tiempo.
Dicho esto, tomó su chaqueta y se fue.
Cuando se cerró la puerta, la sonrisa de Celia se desvaneció. Le envió un mensaje a Margarita, dándole unos días libres.
Cuando César llegó al apartamento de Sira, encontró a la empleada doméstica fuera del baño, visiblemente aterrada, marcando el número de emergencias con las manos temblorosas.
Al entrar al baño, vio a Sira tendida en la bañera, con su brazo colgando a un lado y la sangre brotando de una herida en su muñeca. El suelo ya estaba teñido de rojo.
-¡Sira!
César se acercó de inmediato a la bañera y le gritó a la empleada doméstica que le trajera el botiquín de primeros auxilios. Esta, al recuperar la compostura, corrió a buscarlo. Él presionó la herida con fuerza para detener la hemorragia, mientras tanto, intentaba despertarla.
Sira abrió los ojos lentamente, murmurando con voz entrecortada:
-César… No me salves. Me lo merezco… Por favor, cuida de Osqui por mí.
La empleada llegó con el botiquín. César, con las manos manchadas de sangre, tomó una venda y la ató con fuerza alrededor de su muñeca.
No digas tonterías. Los médicos llegarán pronto.
-César, recordé lo del secuestro…
La palabra “secuestro” hizo que César quedara rígido por un momento. Primero escuchó unos zumbidos, y los fragmentos de
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Capitulo 217
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recuerdos dolorosos, extrañamente familiares, saltaron en su mente de forma intermitente. Un dolor punzante le atravesó el cráneo. Alzó la mirada para mirat a Sira con una expresión sombría.
–¿Qué dijiste?
Dije que recordé aquel secuestro… César, incluso si pudiera volver atrás, no me arrepentiría de haberte salvado. La voz de Sira era débil, Sé que ya no merezco tu amor… Ahora, te devuelvo estos diez años de sentimientos…
Tras decirlo, perdió toda la fuerza y se desmayó.
-¡Sira! ¡Sira!
César la sacó urgentemente de la bañera. Justo entonces, la empleada volvió al baño con el personal de emergencia.
En el pasillo de la clínica, César se sentó en una silla con un semblante serio. Poco después, Marta llegó apresuradamente con su bolso, muy preocupada, pensando que algo le había pasado a su hijo.
-¡César!
Corrió hacia él. Al ver sus manos manchadas de sangre, palideció.
-¿¡Por qué hay tanta sangre!? ¿Qué pasó?
-No es mía…
—¿De quién es entonces?
-De Sira.
Marta quedó sin palabras, y su preocupación inicial se esfumó al instante. Se enderezó de nuevo.
—¿Y me llamaste por esa mujer? ¡Pensé que eras tú quien estaba herido!
–Mamá, quiero saber si fui secuestrado… -preguntó César con los puños bien apretados. ¿Por qué no tengo ningún recuerdo sobre este asunto?
Marta parpadeó, sin esperar esta pregunta repentina.
-¿Por… por qué preguntas eso?
-Entonces, es cierto. -César rio con amargura-. Olvidé algunas cosas, ¿cierto?
-Hijo, es que… ¿recordaste algo?
Él se recostó contra la pared, con la mirada apagada.
-Algo así.
Tenía fragmentos de memoria que parecían no pertenecerle, pero le resultaban inquietantemente familiares. No obstante, por más que intentara, simplemente no pudo unirlos. 1