Capítulo 212
Su abrazo repentino tomó a César por sorpresa y él no tuvo tiempo para reaccionar. Al mismo tiempo, Sira también notó la existencia de otra persona en la habitación. Celia observó la escena impasible, sonriendo ante esta situación ridícula.
Parece que debo irme para dejarles el espacio.
Antes de que Sira pudiera hablar, César la apartó con fuerza y se dirigió a Celia.
-Regresa a casa y espérame allí.
Celia no le respondió. Se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás. Sira se mordió el labio y luego se interpuso frente a César para bloquear su vista.
–César, por favor… ¡No quiero que me transfieran! ¿Puedes hablar con tu abuela por mí? -le rogó ella con dulzura. Cuando intentó tomar sus manos, él la apartó bruscamente.
Ella no podía creerlo. Pero, al levantar la cabeza, percibió el aura intimidante que emanaba de él. No pudo evitar encogerse un
poco.
-César… ¿por qué…?
-¿Cuándo empezaste a involucrarte con Alfredo? -la interrogó, escrutándola. En su mirada se veía tanto la decepción como una ira contenida.
A Sira se le erizó la piel. El pánico se apoderó de ella por completo.
-César, ¿qué demonios estás diciendo? Alfredo y yo, ¿cómo podríamos…?
-Ya tengo las grabaciones del Hotel Estación Floral. -César la interrumpió con una expresión siniestra.
Sira palideció y se quedó sin palabras. César se apoyó contra el mueble de la cocina, encendió un cigarrillo y la miró con frialdad.
-Hice que Nicole hackeara el sistema del hotel. Solo después de eso, supe que ya no era la primera vez. Han quedado en privado muchas veces y usaban la misma habitación.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Sira. Sus piernas flaquearon y cayó sentada a sus pies. Sollozando, se aferró a su pantalón.
-¡César! ¡La verdad no es así! ¡Fue él quien me forzó! Cree que soy tu mujer y, para vengarse de ti, me ha estado obligando a estar con él… Dijo que si no accedía, haría daño a Óscar, ¡incluso estando bajo la protección de los Herrera!
¡Hasta ahora sigues mintiéndome! -César soltó una risa cortante. Su mirada sombría penetró el humo del cigarrillo y se clavó en ella-. Alfredo supo desde el principio la relación entre Celia y yo. Si quisiera vengarse de mí, solo usaría a Celia.
Mientras hablaba, se inclinó, agarrando su mentón con fuerza.
-Alfredo le tendió una trampa a Celia con el proyecto del sueño. Solo quería entregarle a Celia este proyecto a través de tu mano para luego jugar al héroe, pero tú cambiaste el número de habitación a propósito para aprovechar la situación, ¿cierto? – preguntó él.
Sira se quedó rígida, incluso contenía la respiración.
-Sira, vi perfectamente estas artimañas. —César soltó su mano, apagó la colilla en el cenicero y pasó junto a ella para dirigirse a la ventana. No obstante, no quería creer que tú estuvieras detrás de todo esto.
Su indulgencia hacia Sira provenía de ese antiguo apego obstinado. Lo que no podía superar era que, hacía años, él se había preparado con todo su fervor para la boda con ella, solo para terminar, por un giro del destino, casado con Celia.
Sira había desaparecido durante seis años sin dejar rastro, ni siquiera le había enviado un mensaje de ruptura. Cuando se reencontraron, ella apareció en circunstancias miserables con un niño, diciéndole que la habían obligado a irse. En ese
Copitulo 212
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momento, sentía resentimiento. Pero, entre el resentimiento, la culpa y la lástima también lo torturaban.
Se arrepintió mucho de no haberse resistido más temprano, de no haberse negado cuando Valeria la obligó a casarse con la otra mujer. Ahora la situación había llegado a ser como una madeja de lana enredada, y él era incapaz de desenredarla.
De hecho, sabia que él y Sira ya no tenían futuro. Pero, aun así, para compensarla, le dio a ella y a su hijo la mejor vida posible, incluso comparable a la de Celia…
¿Era Sira una victima? Sí. Pero, ¿acaso Celia no lo era también? La primera vez que él supo que Sira había usado artimañas sucias en la oficina para humillar a Celia, pensó que Celia le daría la comprensión como su esposa considerada y magnánima. Pensaba que él la recompensaría cuando llegara el momento adecuado.
Los incidentes sucedían uno tras otro y él siempre pensaba lo mismo, hasta que el agujero se hizo tan grande que ya era imposible de llenar.
Sira, aturdida, gateó hacia sus pies.
-César… solo quería asustarla, ¡jamás quise hacerle daño! ¡Ya me arrepentí! ¡Nunca quise acabar con su vida! 1
-¿Y cómo me explicarás lo de Carlos y lo de sus padres?
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