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Tomado por sorpresa, Alfredo fue derribado al suelo por la fuerza del golpe. En ese momento, Celia reaccionó y se interpuso entre César y Alfredo.
-¿¡Por qué le pegas!?–le gritó a César furiosa.
Él se aflojó un poco la corbata. Su camisa había perdido un botón por su movimiento brusco, revelando su pecho, que se elevaba y descendía con el ritmo de su respiración.
-¿Te duele a ti a verlo así? -preguntó él.
Antes de que Celia pudiera responder, Alfredo se incorporó y se secó la sangre de los labios.
-Señor Herrera, ¿me daría una explicación de lo que hizo?
—¿Aún quieres seguir fingiendo inocencia? —dijo, mientras se flexionaba las muñecas-. Has controlado a la esposa de Felipe, ¿cierto? Te has esforzado mucho por evitar que mi gente la encuentre, ¿no?
Celia entrecerró los ojos y miró a Alfredo.
-¿Sara está contigo?
Alfredo tragó saliva y tardó mucho en admitirlo.
-Te lo explicaré más tarde…
César lo interrumpió con cara sombría.
-No me parece necesario. Si te importara la injusticia que Carlos sufrió, ya nos habrías entregado a esa persona. Está claro que no tenías intención de ayudar a Celia de corazón.
Celia apretó los puños. Era cierto que lo que le había pasado a Carlos en la cárcel tenía que ver con Sara, pero su objetivo siempre era la persona detrás de ella. Alfredo se había enterado de todo hacía mucho tiempo, pero la había a sus espaldas… Al llegar a esa conclusión, Celia palideció.
-¿Tú también estás involucrado en todo esto? -le preguntó con decepción.
Alfredo intentó justificarse.
-¡Celia, puedo explicártelo!
Ella retrocedió, cruzando los brazos.
-Basta… ¡Basta ya! No sé quién de ustedes ha dicho la verdad y quién me ha mentido, ni sé hasta cuándo pretendan engañarme. ¡Así que ahora no confío en nadie!
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Capitulo 199
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Al terminar de decir eso, se marchó corriendo sin mirar atrás. Su único pensamiento era alejarse de ellos. Entonces, Alfredo giró la cabeza hacia César y sonrió con frialdad.
–¿Ahora estás satisfecho?
El pasó la punta del dedo por la esfera de su reloj, sin inmutarse.
-Debes preguntártelo a ti mismo.
Se detuvo al lado de Alfredo y añadió:
-Supiste de mi relación con Celia, pero aun así te acercaste a ella con segundas intenciones. ¿Nunca pensaste que algún día ella lo descubriría?
-No me acerqué a ella con ninguna intención oculta… -replicó Alfredo.
—En la universidad no tuvieron ninguna conexión y justo ahora la tienen. Tú sabes mejor que yo si todo esto ha sido un aprovechamiento. -César lo interrumpió-. Su familia, los Rojas, siempre han sido expertos en aprovecharse de los demás. Eso nunca ha cambiado.
Esas palabras parecieron tocar la fibra sensible de Alfredo. Entonces, le agarró la solapa.
-¡Cállate! ¿Acaso los Herrera tienen moral? Si no fuera porque tu abuelo abandonó a mi abuela después de seducirla, ¡ella no habría quedado embarazada sin estar casada y convertido en la burla de todos! ¡y mucho menos habría fallecido después de dar a luz a mi mamá!
César apartó su mano con calma.
-Los conflictos entre mi abuelo y su familia, reclámaselo a él. Conmigo no resolverás nada.
Pasó junto a Alfredo y se dirigió hacia su auto sin mirar atrás. Al subir, hizo una llamada.
—Envía a alguien para proteger a Celia. Que no le pase nada.
Mientras tanto, tras caminar sin rumbo, Celia llegó a la casa donde había vivido los Sánchez. Al ver la casa vacía, se dio cuenta de que su familia se había deshecho por completo.
Qué impredecible era la vida… Solo les faltaban ocho días. En ocho días, los tres podrían haber partido juntos… Permaneció de pie frente a la puerta durante un largo rato. Cuando entró, alguien le golpeó la nuca con un palo y ella perdió el conocimiento.
Cuando despertó, estaba atada de pies y manos sobre una gran cama roja, y vestía un vestido nupcial blanco. Ada entró sonriendo.
-Celia, por fin despertaste.
Ella se dio cuenta de lo que pasaba e intentó zafarse.
Capitulo 199
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-¿Ada? ¿Qué pretendes con esto? Si me obligas a casarme, jes ilegal!
-Ya recibimos la dote. Ni la policía puede ayudarte.
Ada se sentó a su lado, riendo con malicia, y puso una mano sobre su hombro.
-Te aconsejo que no te resistas más. Sé obediente. De lo contrario, compartirás el mismo destino trágico como tu pobre madre, teniendo una vida tan difícil. ¡Ella no estaba destinada a disfrutar de la buena vida!
Los ojos de Celia se enrojecieron.
-¡Saben todo lo que le ha sucedido, pero ni siquiera se molestaron en preocuparse por ella! ¡¿Qué son mis papás para ustedes?!
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