con ansias a ese “bisnieto“, pero ella no estaba embarazada… ¿Debía decirle que ese “embarazo” era solo un malentendido?
No obstante, al ver la expectativa en sus ojos, a ella le resultaba tan difícil pronunciar esas palabras. Valeria le había dado mucho cariño en esa familia. No quería defraudarla…
Al ver que ella no insistió más, Valeria asumió que ya lo aceptaba. La consoló con cariño y paciencia.
-Tranquila, tú eres la esposa de César. En cuanto a otras mujeres, yo me encargaré.
Ella no esperaba esa promesa, pero antes de que pudiera pensarlo dos veces, la abuela se fue. Marta despidió a la abuela con la mirada y luego se acercó a Celia.
-Si estás embarazada, ya no pienses en otras cosas. Quédate tranquila en la familia para dar a luz a tu bebé.
Celia inhaló profundamente para calmarse un poco.
-Mamá, ¿no deseaba que me divorciara de César?
-Si quieres divorciarte, tendrás que renunciar al niño. Este bebé llevará sangre de los Herrera. De todos modos, no podrás llevártelo -Marta le habló con paciencia-. En todos los matrimonios, el amor nunca será el único factor que afecta. Incluso las personas que se unen por amor, después de décadas de vida juntas, sucumben ante la realidad, ¿no es así?
Suspiró ella antes de continuar.
-¿Qué importa si no hay amor en tu matrimonio con César? Es difícil tener tanto el amor como, una vida lujosa, ¿cierto? Cuando tu hijo llegue al mundo, tu posición en la familia será diferente. A lo mejor, a mi edad, sabrás que el amor es lo menos confiable.
Al decir esto, un destello de decepción cruzó por sus ojos. Parecía que ya había aceptado esa cruel verdad, pero en su cara aún se veía un poco de resentimiento. Todos esos sentimientos complejos aparecieron en un segundo. Después de un instante, volvió a la normalidad.
-Bueno, ya dije todo lo que tenía que decir. Considéralo bien.
Dicho esto, se fue. Celia se quedó un rato en la sala antes de irse. Al llegar al patio, vio de nuevo a Óscar: se escondía junto al jardín, con su cuerpecito acurrucado con fuerza. Estaba sollozando, y su espalda transmitía una soledad que le daba pena profunda.
Celia, por instinto, quiso consolarlo. Pero al recordar que era hijo de Sira, contuvo su impulso. Sin embargo, cuando su mirada captó por casualidad Jas numerosas cicatrices en las piernas del niño, se quedó sorprendida.
Era doctora. Siempre fue sensible a las heridas: estas viejas y nuevas cicatrices no eran lesiones accidentales…
Síra siempre mostraba que amaba mucho a su hijo, ¿no? Si era así, ¿por qué en las piernas y rodillas del niño había tantas cicatrices?
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