Capítulo 172
César la miró con calma, pero entrecerró los ojos. Sira de inmediato se dio cuenta de que había tenido demasiada prisa. Inconscientemente, soltó su mano.
-César, no me refiero a eso… Es que me preocupa… -Intentó justificarse.
-Vivirá con la familia Herrera. ¿Qué más te preocupa? – Su expresión se ensombreció.
Ella se quedó sin palabras, sin atreverse a mirarlo a los ojos. Con solo un vistazo, Marina ya entendió todas sus intenciones ocultas.
-Señorita Núñez, que la familia Herrera permita que su hijo se quede aquí un tiempo ya es una gran amabilidad. ¿Encima espera que el señor y su madre críen a su hijo en persona? -le refutó Marina con sarcasmo-. Por favor, recuerde que este niño no lleva el apellido de la familia.
Esto, dejó a Sira sin palabras, quedándose pálida. Marina tomó la manito de Óscar. El niño, por miedo, intentó soltarse del agarre. Pero en el momento en que César puso su mano sobre la cabeza del pequeño, sintió que Marina tampoco tenía malas intenciones. Al final, lo aceptó.
Después de que Óscar se fue con ella, Sira inhaló para calmarse y luego forzó una sonrisa.
-César, mil gracias por lo de Osqui…
César se ajustó el saco del traje. Dijo un “hum“, asintiendo.
***
Celia no había vuelto a ver a César durante tres días. Evidentemente, se había ido a acompañar a esa madre e hijo. Por la mañana, tenía una cirugía menor. Llegó al hospital a las siete y fue a la estación de enfermería a revisar la tomografía del paciente.
Sira, hojeando un historial médico, salió de la oficina. Al encontrarse con ella, se le acercó y presumió.
-César llevó a mi hijo a su casa. Doctora Sánchez, supongo que no te importará, ¿cierto?
Celia la miró con indiferencia.
-Aunque te casaras con César, ni me importaría. 1
La sonrisa de Sira se disminuyó y guardó silencio. Celia no le prestó más atención. Tomó los documentos y se dirigió al quirófano. Cuando terminó la cirugía, ya era mediodía. Se lavó la sangre de los guantes, pero sintió náuseas. Después de las cirugías, no tenía esa reacción.
Se quitó los guantes y fue directo al baño, inclinándose sobre el inodoro, vomitó todo el desayuno. Su médico asistente oyó el ruido y se acercó a la puerta, preguntándole preocupado:
-Doctora, ¿está bien?
Ella vomitó tanto hasta que le dolía el estómago. Jaló la cadena antes de responderle:
-Estoy bien.
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Capitulo 172
Un buen rato después, salió del baño. El médico asistente, al ver su cara, se preocupó
-Se ve muy pálida. ¿Está muy cansada?
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-Quizás -Celia puso una mano sobre su estómago adolorido y mostró rastro de dolor. Sí tenía problemas estomacales, pero no eran graves y, normalmente, cuidaba mucho su dieta…
De pronto, una idea cruzó su mente. Al instante, un escalofrío recorrió su espalda. ¿Sería que…?
No, era imposible… El mes pasado, tras el encuentro, ¡había tomado la pastilla! Pero, ¿qué pasaría si en serio tenía esa mala suerte de estar embarazada…?
Al pensarlo, ella se descompensó un poco. Apretó los puños, sumida en el pánico. En ese momento crucial del divorcio, no quería quedar embarazada.
Aprovechando un descanso, fue a una farmacia cerca de la clínica y compró una prueba de embarazo. Cuando salió y pasó por el estacionamiento, para su mala suerte, se encontró con el Rolls–Royce de César. Se tensó al instante. Instintivamente, metió la prueba de embarazo en su bolsillo.
La ventanilla trasera del auto se bajó, revelando la cara de César en las sombras. Él la miraba, pasando la vista por la farmacia detrás de ella.
-¿Viniste a comprar medicina? -le preguntó.
Ella evitó mostrar cualquier anomalía.
-Me duele el estómago. -Asintió.
Él la miró, como si quisiera capturar todas sus expresiones. Algo nerviosa, ella metió las manos en los bolsillos, suprimiendo la inquietud para evitar ser descubierta en cualquier momento.
-Me voy–dijo ella, aparentando calma.
Pero César le sonrió con suavidad.
-El doctor Adler llegará esta noche para la cena. Acompáñame.
-Está bien. -Aceptó ella sin dudarlo.
Observando su figura alejarse, él quedó inmerso en sus pensamientos. Tras un largo silencio, le ordenó al chófer:
-Ve a la farmacia a preguntarles qué medicina compró ella.
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-¿Es por… la directora Núñez?
Ella no lo esperaba. ¿Celia también abandonaría la clínica por ella?
Celia dudó unos segundos, luego sonrió.
-En realidad, ella no es el factor principal.
Su decisión de dejar la capital no era por Sira. De lo contrario, cuando Sira regresó al país hacía seis meses, ya se habría ido. Al ver la vacilación en los ojos de Ana, Celia supo que aún quería seguir trabajando en este campo. Le dejó su número personal.
-No es mi número de trabajo, sino el personal. Si quieres ir conmigo, llámame. ¿Qué te parece?
Cuando Celia se levantó para irse, Ana dijo:
-Doctora, creo que debo informarle sobre algunas cosas, pero…
Ella la miró, esperando.
-De hecho… fue la directora Núñez quien había informado esos rumores sobre usted a sus padres. Había mandado a su gente a hacerlo… El objetivo era que sus padres fueran a verla en la cafetería…
Los ojos de Ana se enrojecieron cuando mencionó todo esto. Conteniéndose las lágrimas, continuó.
-Además, lo de su hermano también lo planeó ella… Escuché su llamada con alguien y ella me descubrió. Me obligó a tomar una decisión… Yo quería avisarle, pero le tuve miedo a su venganza, así que no me atreví a decírselo.
Celia se quedó inmóvil, con sus puños apretados con fuerza. Sabía desde hacía mucho que, tanto lo de su padre como la herida de Carlos, habían sido causadas por Sira. Pero, sin evidencia, ni siquiera la policía podría ofrecerle ayuda. Sumado a que César confiaba tanto en ella…
Hubo un largo silencio y, al final, las manos de Celia se relajaron, poco a poco.
-Lo sé. No te culpo -le dijo con serenidad.
Después de todo, ella fue amenazada. Solo se estaba protegiendo. ¿Qué derecho tenía para culparla por no haberla advertido?
-Pero, ¿recuerdas con quién hablaba Sira?
Ana lo pensó, pero negó con la cabeza.
-Ya no recuerdo bien. Pero mostró una actitud respetuosa hacia esta persona. La trataba de “usted“.
De inmediato, una figura vino a la mente de Celia: Sara, la esposa de Felipe. Después de salir de la casa de Ana, Celía pensaba en cómo hacer que ella revelara sus intenciones, cuando recibió una llamada de César.
-¿No estás en la oficina?
-Estoy fuera. ¿Qué más?-Celia no mostró ningún entusiasmo.
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