Capítulo 164
Por otro lado, Ben acompañó a Celia hasta la salida. Cuando ella iba a subir al auto, él le preguntó:
-Señorita, ¿qué te parece mi mamá?
Celia lo miró confundida.
-Es muy encantadora, pero ¿por qué esta pregunta…?
—Me refiero a algo más que eso. -Él sonrió con suavidad. No sé por qué, pero me das mucha confianza. Al menos para mí, eres diferente a las demás mujeres. Si no te molesta, ¿te gustaría ser la ahijada de mi mamá?
-¿Yo? -Ella se sorprendió.
-Como has visto, el cariño que te tiene ya me supera a mí… -Ben se encogió de hombros. Desde que te conoció, ha estado mucho más feliz que en la Ciudad de Ficus. Mi padre y los mayores de la familia seguro también te aceptarán como familia cuando se enteren de esto.
Celia bajó la mirada. Sin razón, un presentimiento le dijo que, si rechazaba la oferta, se arrepentiría. No sabía por qué tenía esa sensación, pero, sí era fuerte.
-¿Te puse en una situación incómoda? -preguntó Ben, algo preocupado.
Ella alzó la mirada para verlo.
-No, es solo que, pronto, me iré de la capital. Me preocupa…
-No hay problema. Estés donde estés, avísanos y podemos ir. Total, un vuelo resolverá el problema.
A Ben no le daba importancia a la distancia. Luego, Celia asintió y sonrió.
-Entonces, ¿serás mi hermano de ahora en adelante?
Esa palabra, “hermano“, dejó a Ben sorprendido por un buen rato, sintiendo como si la joven frente a él fuera su hermana menor. Pero, el bebé de ese momento había nacido sin vida… ¿Cómo era posible que su hermana estuviera viva…?
Después de despedirse de Ben, Celia se fue en su auto. Al regresar a la oficina, su ánimo alegre se notaba al caminar. Sus ojos reflejaban una felicidad visible, lo que añadía un toque aún más encantador a sus ya radiantes facciones.
Esa escena, ni más ni menos, fue capturada por un hombre. Ese encanto lo atrajo tanto que ya no podía apartar los ojos.
Al lado, Sira se extrañó de que César, que estaba hablando con ella, de pronto se hubiera quedado callado. Siguió su mirada y, al ver a Celia, su estado de ánimo se desplomó. Su cara se tornó sombría y llena de desagrado.
Celia, sin querer, alzó la vista y notó que César y Sira estaban justo frente a la estación de enfermería. El seguía con su traje elegante, erguido y esbelto. Solo con estar parado ahí, emanaba un aura imposible de ignorar.
Al encontrarse con esos ojos fríos de él, la sonrisa de Celia se congeló. Su mirada pasó por Sira y luego se apartó