Capítulo 160
La mirada de César recorrió el reloj antiguo en la pared.
-Bueno, eres tan puntual.
Celia permaneció de pie, guardando silencio por un rato. César sonrió con amargura al ver sus ojos indiferentes. Parecía que ella lo consideraba un enemigo mortal.
-¿Te molesta tanto regresar a vivir conmigo? -preguntó.
En ese instante, ella estaba un poco desconcertada. El temperamento de César le causaba cada vez más confusión. Ahora no podía entender la verdadera intención de sus acciones anormales. Toda la situación le parecía algo ridícula.
-Antes tampoco parecías muy dispuesto a compartir el mismo techo conmigo, ¿no? -le replicó.
César borró su sonrisa.
-¿Te importa lo del pasado?
Ella no respondió a su pregunta. En su lugar, cambió de tema.
-Ya he regresado a esta casa. ¿Cuándo firmarás el acuerdo?
Él se recostó despreocupadamente en el sofá, masajeándose la cabeza adolorida.
-Depende de mi humor.
Celia se dio la vuelta y se dirigió a la habitación de invitados. Justo cuando iba a cerrar la puerta, él la detuvo en seco. Ella se asustó y retrocedió por instinto.
-¿Qué más pretendes?
-¿Y tú qué crees?
Después de decir estas palabras, César rodeó su cintura y la levantó en brazos con facilidad. En un par de largos pasos, la llevó a la cama. Luego, sus labios se encontraron con los suyos. Ella estaba aterrada. Con las manos contra su pecho, intentó esquivar sus besos.
-¡César Herrera! ¡No quiero! ¡No estoy dispuesta a hacerlo! -protestó ella, histérica.
La respiración de César ya era grave y entrecortada. Al ver el miedo en esos hermosos ojos llenos de lágrimas, él suavizó sus besos.
-No te haré ningún daño -murmuró con voz ronca.
La última vez, bajo los efectos de las drogas, él le había causado a Celia un dolor intenso y un trauma psicológico. Esta vez, de manera inesperada, ¿él tuvo en cuenta sus sentimientos?
La diferencia de fuerza entre hombres y mujeres era considerable. Celia sabía muy bien que ya no podía escapar. Apretó los labios, dispuesta a soportar esa tormenta de sorprendente ternura.
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En la habitación, ya no quedaba ni un rayo de luz. La oscuridad agudizó todos sus sentidos, aunque César fue tan gentil que parecía otra persona en comparación como era antes, Por un instante, Cella pensó que ninguna mujer podría resistirse a su ternura, incluyéndola a ella. Incluso olvidó lo que había ocurrido, y el hecho de que él estaba “sucio“.
En ese éxtasis supremo, él le ofreció las experiencias más apasionantes. Esos sentimientos eran ardientes como las cenizas después de un incendio, destruyendo sin piedad alguna sus principios. La hicieron despreciarse por la rendición y su propia indecisión.
Él estuvo dos veces con ella, pero, aun así, no parecía con ganas de terminar. Hasta que ella empezó a llorar con voz angustiada, él por fin se contuvo.
La llevó al baño para limpiarla. Durante todo el proceso, ella estuvo cansada y algo confundida, no tenía la fuerza suficiente para mover un dedo. Poco después de que César la llevó de vuelta a la cama, se quedó dormida de inmediato. Él permaneció de pie junto a la cama, observándola por un buen rato antes de irse.
Se dirigió al bar del salón, se sentó en la barra y se sirvió una copa de licor. Esa noche, sin la influencia del alcohol ni de las drogas, había tenido relaciones con ella en un estado consciente. Ni siquiera había pensado por qué había perdido tanto el control.
Especialmente, cuando se enteró de que Alfredo le había enviado flores en público, le surgió un pensamiento despiadado y aterrador: quería encerrarla.
A la mañana siguiente, cuando Celia despertó, no vio rastro alguno de César. La locura de la noche anterior parecía haber sido un sueño. Sin embargo, sabía con claridad que no lo era. De repente, ella recordó un problema: ¿él había usado protección? 1
No había anticonceptivos en la casa. Si salía a comprarlos ahora, ya sería demasiado tarde. Apretó con rabia los puños.
Según la lógica, César no permitiría que ella quedara embarazada. Era muy probable que hubiera usado protección. Pero todavía le parecía necesario hacerse un chequeo ginecológico. ¿Quién sabía si Sira le había contagiado alguna enfermedad sucia cuando ellos se involucraron en la cama?
-Señora, ¿ya despertó? -La voz de Margarita llegó desde de la puerta.
Celia abrió la puerta y luego vio a Margarita parada justo frente a la puerta con un delantal. Justo cuando esta última iba a decirle algo, su mirada pasó por una marca roja evidente en el costado del cuello de Celia. Su linda sonrisa se hizo más evidente.
-El señor me dijo que había regresado a vivir aquí. Parece que ustedes ya se reconciliaron, ¿cierto? -preguntó con alegría.
¿Reconciliación? Sería imposible. En cuanto a lo ocurrido en la noche anterior… lo consideraría como una mordedura de un perro sucio.
-Sí, viviré aquí por un tiempo -respondió Celia con una sonrisa fingida.
–Qué buena noticia, señora. El desayuno está listo.
De acuerdo, muchas gracias.
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Apenas Celia terminó el desayuno, recibió un mensaje de Ben. Ante su invitación, ella aceptó c
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Apenas Celia terminó el desayuno, recibió un mensaje de Ben. Ante su invitación, ella aceptó con rapidez.