Capítulo 159
–Celia, ¿quién es?-preguntó Rosa desde la cocina.
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Celia no quería que Rosa viera a César. Después de todo lo sucedido con Fabio aún pesaba mucho en su corazón. Si en ese momento lo veía, sin duda alguna su estado de ánimo empeoraría.
-Es un mensajero, mamá. ¡Saldré un momento! -Inventó una excusa rápida y arrastró a César hacia afuera.
Él se dejó llevar por ella todo el tiempo. Una vez en el patio, Celia disgustada soltó su mano..
-César Herrera, ¿qué diablos pretendes en realidad? -lo interrogó con furia.
-¿Cuánto tiempo hace que no regresas a casa? -dijo él con calma, refiriéndose a la casa en la Villa Serenidad.
Celia suspiró profundamente para tratar de contenerse.
-Quiero acompañar un tiempo a mi mamá. ¿Y qué?
César se aflojó la corbata.
-Si no te sientes tranquila dejándola sola, haz que se mude allí y viva con nosotros.
Este tipo usó con descaro la palabra “nosotros“… En el pasado, nunca había reconocido la relación entre ellos. Pero ahora, sus palabras sonaban como si entre ellos hubiera algún sentimiento profundo. Él actuaba como si su indiferencia que había durado seis años nunca hubiera existido.
Celia se rio con cierto sarcasmo.
-¿Se te dañó la cabeza o qué? ¿Cómo es que ahora pareces otra persona? Antes no eras así.
-No olvides que aún somos esposos.
-Tú no olvides que yo quiero divorciarme de ti.
Él extendió la mano y, de repente, la tiró con fuerza. Tomada de sorpresa, ella cayó en sus brazos. Se resistió un par de veces, pero él la sujetó cada vez más fuerte.
-Si te apresuras a divorciarte para lanzarte a los brazos de Alfredo Suárez, escucha, nunca firmaré el acuerdo.
Al escucharlo, ella se detuvo en seco y cambio al instante de expresión.
Mientras acariciaba con ternura el lugar cerca de su ojo con la yema de su pulgar, le dijo bajando la voz:
-Ah… te envió flores. Qué romántico, ¿no? ¿Estás contenta?
Sin querer un escalofrío recorrió el cuerpo de Celia.
-¿Qué estás insinuando? —lo interrogó.
Él inmovilizó su rostro con su mano, conteniendo su temperamento.
-Nada. Regresa a vivir conmigo.
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Capitulo 159
No lo haré.
Se negó de manera rotunda.
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–Tu mamá siempre ha querido esta casa, ¿cierto?
Al comprender el significado oculto de sus palabras, Celia forcejeó con todas sus fuerzas.
–¡César Herrera! ¡Si te atreves! ¡La familia Sánchez ya no te debe nada! ¿Quieres mejor matarnos de una vez?
Él, indiferente, le ordenó:
-Regresa a vivir conmigo.
Al ver que lo evitaba y no quería responderle, César le acomodó los mechones desordenados sobre la oreja, revelando así su carita delicada.
-Si tu mamá no quiere vivir con nosotros, no te preocupes, puedo contratar a una sirvienta para cuidarla de cerca y también asignar guardaespaldas para protegerla. De esta manera, ella tampoco tendrá oportunidad de causarle problemas a Sira.
Justo cuando ella iba a refutarle, escuchó la voz de Rosa que llegó desde la casa. Al instante, ella lo arrastró hacia fuera del patio, escondiéndolo detrás del muro.
La mirada ardiente de César se fijó en ella. Podía ver su encantadora expresión de desconcierto, lo que le secó la garganta. Justo cuando ella iba a responderle a Rosa, él le tomó la barbilla y la besó con pasión.
Celia tembló. Sus labios entreabiertos fueron con avidez conquistados por su lengua.
-Hum… Celia emitió un gemido.
Se resistió empujándolo con las manos contra su pecho. Al escuchar los ruidos en el patio, se tensó con brusquedad, temiendo que Rosa lo escuchara, que lo viera. En ese momento, incluso contuvo su respiración.
César, al ver su repentina obediencia, se separó de sus labios. La provocó con un tono desafiante:
-¿Quieres que firme el acuerdo? Regresa a vivir conmigo.
Celia intentó leer su verdadera intención, pero este tipo parecía llevar una máscara. Era imposible descifrarlo.
Él cerró los ojos por unos segundos.
-¿No quieres?
Celia apartó su mano y, al final, aceptó con voz serena:
–Más te vale cumplir tu palabra.
César sonrió después de un breve “ajá“.
-Entonces, regresa conmigo ahora mismo.
Celia apretó furiosa los labios. Como él se negaba a firmar el acuerdo, y si ella necesitaba resolver el problema a través de una demanda, el proceso sería algo complicado. Además, con los antecedentes de la familia Herrera, si él no cedía en el juicio, el proceso sería difícil…
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Celia relajó los puños y apartó la cara a un lado.
-Puedo hacer lo que quieras, pero ahora necesito acompañar a mi mamá.
Al ver la expresión sombría de él, añadió:
Regresaré más tarde.
César la observó por unos minutos y cedió.
-De acuerdo. Necesito verte antes de las nueve de la noche.
Celia regresó a casa. Rosa acababa de tener la cena lista y estaba colocando los platos en la mesa.
Levantó la mirada para preguntarle:
-¿A dónde fuiste? Salí a buscarte pero no te vi.
Celia evitó su mirada.
-Estaba haciendo una llamada afuera. Caminaba mientras hablaba, y casi me equivoqué de casa.
-Vale. La cena está lista. Ven a comer.
—De acuerdo.
Celia se sentó y vio la mesa llena de deliciosos platillos. Sin embargo, no tenía apetito alguno. Rosa estaba sirviéndole la sopa. Ella dudó por un instante, pero al final le informó su decisión.
-Mamá, estos días quizás tenga que regresar a Villa Serenidad. Aún no me he divorciado de César y en los días siguientes necesitaré resolver algunos problemas con él.
Rosa se detuvo en seco. Al ver la duda de Celia, dejó de lado la cuchara.
-Querida, sé que te preocupas por mí, pero estoy bien. No haré ninguna tontería. Si algún día Carlos despierta y no ve a su familia, se sentirá muy triste, ¿cierto?
Su única motivación de vida ahora era ver a Carlos despertar del coma.
-Mamá, tranquila te acompañaré. Esperaremos juntas la llegada de ese día.
Ambas se sonrieron mutuamente.
Después de las ocho, Celia regresó a Villa Serenidad. Después de un tiempo sin vivir allí, incluso la casa se sentía aún más fría.
Bajo la luz de color amarillo pálido, César estaba sentado en el suave sofá, vistiendo una bata negra. Su brazo descansaba sobre el respaldo, con las piernas cruzadas. Adoptó una postura serena y despreocupada, como si la hubiera estado esperando por mucho tiempo.
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