Capítulo 153
César se aflojó la correa del reloj. Después de unos minutos, se rio.
Quien te instigó a hacer esto fue Sara Dorado, ¿cierto?
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Paco no se atrevió a ocultarle nada y afirmó con un leve gesto. Sara no lo había contactado por llamadas, sino que había enviado a alguien a buscarlo en la comisaría. Y como ella nunca había aparecido, logró evitar sospechas.
La sonrisa de César desapareció. Su mirada se fijó en Nicole y le ordenó:
-Dicen que Manuel Cruz busca la reelección, ¿cierto?
-Sí–respondió Nicole, respetuosa.
-Creo que la Administración Fiscal necesita un nuevo director.
Después de decir estas palabras, César se fue sin mirar atrás.
***
Por la noche, toda la ciudad parecía un mar animado de luces titilantes.
Celia salió del baño luego de ducharse. La pantalla de su celular, que había dejado en la mesa, se encendió. Se acercó apresurada y la revisó. Era un mensaje de César.
“Estoy afuera de tu casa“.
El entrecejo de Celia se tensó. Se acercó a la ventana y vio su auto estacionado frente a la puerta. Corrió las cortinas y decidió no responder el mensaje.
No obstante, pronto llegó otro.
“¿No sales a verme? ¿O quieres que entre yo?”
Celia miró el mensaje, furiosa. Se puso una bata de seda y salió a paso largo de casa. Al salir al patio, vio los faros del auto que apuntaban directo hacia la puerta. Al instante, apartó la mirada de la fuerte luz, hasta que César apagó los faros y bajó del auto. Ella contuvo el enojo que sentía en su corazón para preguntarle:
-¿Por qué no puedes dejar lo que quieras decir para mañana? En plena noche…
Antes de que pudiera terminar sus palabras, él le extendió el brazo y la atrajo hacia su pecho. Ella acababa de ducharse y su cuerpo aún conservaba la fragancia del gel de baño, que era un aroma a flor silvestre. Celia no reaccionó a tiempo y se cayó en el abrazo firme del hombre. Sus manos se apoyaron en su pecho, resistiéndose. La delgada bata de seda se aflojó por sus fuertes forcejeos, dejando expuesto la mitad de su hombro.
Desde la noche de la fiesta del cumpleaños de Valeria, cuando Rocío lo había drogado, él ya no había vuelto a saborear su esencia. Ahora, con su encantadora y seductora esposa en brazos, cuyo cuerpo era tan suave y fragante, César pasó saliva por el impulso. La parte inferior de su cuerpo se tensó.
Celia percibió sorprendida su cambio. Quedó inmóvil con una fugaz expresión de disgusto.
-¿Eres un perro? ¿Hasta con solo un abrazo se te…?
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Capitulo 153
César le sujetó la barbilla, acercándose y susurrándole con voz angustiada:
-¿Me echas la culpa? ¿Cuánto tiempo hace que no cumples con tus deberes conyugales?
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Deberes conyugales… Qué frase más precisa… Exacto, en el pasado y en este matrimonio con ella, él solo había estado cumpliendo con su obligación de su papel, ¿no era así?
Celia sonrió con sarcasmo.
-¿Sira no te satisface o qué? -se burló.
César la miró impasible. Ella intentó liberarse de su abrazo, pero él la apretó con todavía más fuerza, susurrándole a una distancia aún más corta:
-Deja de moverte.
Al notar su intensa reacción física, Celia dejó de moverse al instante. Se quedó quieta, conteniendo la respiración.
-¡César Herrera! ¿Cuál es el verdadero propósito de tu visita? ¡Dímelo ahora mismo!
Él bajó la cabeza, hundiéndola en los hombros delgados de Celia.
-Yo no fui el culpable del caso de Carlos. Fue Alfredo Suárez quien me echó la culpa. Él obtuvo el resultado de la investigación, pero no te lo dijo.
Celia quedó aturdida. Para ser honesta, había deducido que César no fue quien estaba detrás del caso de Carlos. Pero eso ya no importaba porque la verdadera culpable era Sira, y él era quien la había consentido sin límite alguno.
Al pensarlo, la mirada de Celia se volvió penetrante.
-¿Y qué? ¿Quieres decir que no tienes nada que ver con lo sucedido a Carlos? Si no hubieras consentido a Sira, él no estaría inconsciente en una cama.
César, conteniendo sus fluctuantes emociones, le agarró los hombros con fuerza.
-¿Y el secuestro de Sira por parte de Carlos? ¿También lo consentí yo?
Ella no sabía cómo responderle. Sabía que Carlos había secuestrado a Sira por ella. Por eso, no podía negarlo.
-Sí, tienes toda la razón, pero él ya aceptó la sentencia, ¿no es así? ¿Por qué tenía que sufrir más torturas? — refutó Celia empujándolo con fuerza.
César se tensó enseguida. Entrecerró los ojos y permaneció en completo silencio. Cuando Celia calmó sus emociones, recuperó la compostura.
-César, escucha, ahora mi familia ya no te debe nada. Haz el favor de firmar el acuerdo de divorcio lo antes posible, ¿de acuerdo?