Capitulo 151
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Si Sira no hubiera mencionado esos asuntos, quizás Cella no se habría enojado tanto. Pero al sacarlos a relucir, la expresión de Celia se nubló por completo. Especialmente, ella los había mencionado con su actitud falsa e hipócrita.
-Sira, ¿de verdad crees que eres inocente?
Sira la miró desconcertada mientras ella continuaba:
–Mis padres nunca te habían visto. Dices que fueron a buscarte para obligarte a alejarte de César, ¿cierto? Pero, dime, ¿cómo te encontraron? ¿Por qué obtuvieron tu contacto? ¿Tú estabas con tu hijo en esa cafetería y mis padres, por casualidad, pudieron localizarte con tan perfecta precisión?
Sira, sintiéndose culpable, desvió la mirada.
-Pues… quién sabe…
Celia abrió su álbum de fotos y le mostró una captura de pantalla de un mensaje de texto.
-¡Fuiste tú quien citó a mis padres! Tú los provocaste deliberadamente, ¡y luego empujaste a tu propio hijo de la azotea para incriminarlos!
En medio de los susurros de acusación, Sira, con los ojos enrojecidos, replicó con prisa:
-¡Eso es mentira!
Al percibir el aura sombría y opresiva que emanaba de César, se apresuró a explicarle:
-César, ¡la verdad no es como lo que ella dijo! Soy la mamá de Osqui, ¿cómo es posible que le haga daño?
Luego, se volteó hacia Celia de nuevo.
-No he mentido, pero no sé cómo me encontraron sus padres. ¡Ese mensaje de texto no lo envié yo! ¡No tengo ni idea de eso!
-Sea cual sea la verdad, cuando Osqui despierte, se lo preguntaré -habló César, con la mirada pasando por Sira y luego posada en Celia-. En cuanto al asunto del anestésico, las autoridades lo investigarán. No interferiré sin importar el resultado. ¿Qué te parece?
La mirada de Celia se encontró con la de César, y ella se rio con desdén. Si él quería proteger a Sira o no, no le importaba ni un poco. Retiró su mirada con indiferencia y se fue entre la multitud junto al médico asistente.
César observó perplejo cómo ella desaparecía poco a poco de su visión, mientras su expresión se volvía cada vez más sombría. Sira apretó las manos con fuerza, con sus uñas casi clavadas en su carne. Sus ojos también se tiñeron de un rojo por el rencor.
***
Al anochecer, cuando Celia salió de la clínica, vio el auto de Alfredo estacionado frente a la entrada.
Se detuvo, sorprendida. Mientras tanto, la ventanilla se bajó con lentitud y el hombre dentro del auto le hizo una
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señal. Ella se le acercó con naturalidad.
-Alfredo, ¿por qué estás aquí?-le preguntó.
–Vine a recogerte. Por cierto, extraño mucho la comida de tu mamá. ¿Crees que pueda pasar por tu casa para cenar? -dijo Alfredo sonriendo, con el brazo apoyado en la ventanilla.
Claro que sí. Celia accedió sin duda alguna.
Después de todo, Alfredo la había ayudado tanto. Invitarlo a comer no sería problema alguno. Sin pensarlo dos veces, Celia rodeó el auto y subió al asiento del copiloto.
En ese momento, dentro del Rolls–Royce estacionado no muy lejos de allí, un hombre observaba con semblante sombrío cómo el auto se alejaba. Su cara mostraba impasibilidad, pero emanaba un aura tan aterradora que le erizaría la piel a cualquiera que lo viera.
Estaba hablando por su celular, y la voz de Nicole salió desde el altavoz del dispositivo.
-Jefe, encontramos el paradero de Paco Rivera.
César emitió un repentino “hum” antes de responderle:
-Voy para allá ahora mismo.
***
Alfredo llevó a Celia a casa. Rosa, al verlos llegar juntos, se sorprendió por un momento.
-Señora, es que extraño mucho sus platillos. No le causaré molestias, ¿cierto? -Alfredo se dirigió a Rosa con una sonrisa jovial.
Ella reaccionó y de inmediato lo invitó a pasar.
-Por supuesto que no. Puede venir cuando quiera.
Al verla tan feliz, Celia no dijo ni una sola palabra más y fue a la cocina a preparar las frutas para el invitado. Llevó la bandeja de frutas a la sala de estar, donde Rosa y Alfredo conversaban con pasión.
En ese momento, sonó el celular de Alfredo. Al ver la identificación de la llamada, su sonrisa desapareció al instante.
No sabía si era una impresión suya, pero por un momento Celia creyó ver en la cara de Alfredo una expresión sombría y distante, que era diferente a su habitual actitud. Pero solo fue cosa de un instante, porque ese gesto desapareció rápidamente.
Él se levantó sonriendo a disculparse con Rosa.
–Disculpe, señora, necesito atender una llamada.
-Sí, claro–Rosa respondió con cariño.
Después de que Alfredo se fue, ella siguió elogiándolo.
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-Alfredo es un joven con buen corazón.
Luego, miró a Celia.
-Celia, después de que te divorcies, ¿por qué no consideras a Alfredo? De todos modos, una mujer necesita tener a un hombre que la proteja.