Capítulo 144
-Pensé que sería algo más complicado. Sonrió Ben.
Pidió que Jacob entrara en la habitación y luego miró a Celia.
-¿Cuántas personas necesitas? Díselo a Jacob.
Jacob se paró al lado de Celia respetuoso y con una actitud servicial.
Señorita Sánchez, ¿necesita personal?
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Celia estaba sorprendida por la prontitud de Ben. Al principio, aún estaba preocupada de que su solicitud fuera inapropiada. Tras reflexionarlo por un buen rato, le propuso:
-No necesito muchas personas, con dos bastará.
-Dos no son suficientes -dijo pensativo Ben apoyándose la barbilla en la mano-. Aquí no me falta personal. Que sean cuatro. Si necesitas que hagan algo, Jacob se encargará de instruirlos de antemano.
-Si me da su personal, ¿quién cuidará a su madre…? -vaciló.
-Mi madre tiene a Jacob y a mí. Estará todo bien.
Nieve oyó hablar de ella y se les acercó sonriente. Mientras le mostraba la muñeca bien vestida y peinada a Celia.
-Niña, mamá está aquí y todo está muy bien. Mira, ¡te he maquillado muy bonita!
Celia también le respondió con dulzura.
-Sí, es muy hermosa.
-¡Eres mi hija y la más linda de todas! Se rio Nieve llena de alegría.
Al final, Jacob llevó a cuatro guardaespaldas a la habitación de Carlos. Dejó a los hombres esperando afuera y entró con Celia. Mirando de reojo al enfermo en la cama, le preguntó:
-Señorita Sánchez, ¿es él su hermano?
Celia lo confirmó.
-Pero usted y su hermano no se parecen mucho -murmuró Jacob en voz baja.
-No tenemos lazos sanguíneos.
-¿No son hermanos de sangre?
Celia también se mostró resignada.
-La familia Sánchez me adoptó.
-Con razón… -Jacob suspiró-. Pero, debe llevarse muy bien con su hermano. Quiere protegerlo, ¿cierto? ¿
Alguien acaso lo tiene en la mira?
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Jacob podía adivinarlo en ese momento. En una clínica privada, si aún necesitaba guardaespaldas, era muy probable que ella temiera por la seguridad de Carlos.
Celia no lo ocultó, pero fue cautelosa.
-Algo así. Al menos por ahora solo puedo confiar en la gente del señor Rojas.
Para ser más precisa, en las fuerzas de la familia Rojas….
Jacob salió enseguida de la habitación a dar instrucciones a los guardaespaldas, luego, regresó para informarle a Ben. Igualmente, Ben también había adivinado la intención de Celia al pedirle prestados los guardaespaldas.
-Jefe, la familia Sánchez tiene antecedentes muy comunes, en la capital tampoco se consideran figuras prominentes. Pero, ¿a quién pudieron ofender para necesitar nuestra protección? -preguntó Jacob, sorprendido. ¿Por qué una familia tan pequeña podría ofender a una figura importante del círculo de la élite? Pensando, Ben dio un sorbo al café.
-Recuerdo que la Clínica Privada Lago Sereno pertenece a la empresa El Valle Dispositivos Médicos, ¿cierto? Es propiedad de la familia Herrera, ¿verdad?
-Sí–respondió Jacob.
-Entonces, la raíz debe estar relacionada con la familia Herrera -dijo Ben, dejando de lado la taza.
Jacob se sorprendió.
-¿La familia Herrera? ¿Los Sánchez ofendieron a los Herrera?
Creo que no se trata de una simple ofensa. -Ben se acercó a la ventana, contemplando absorto los rascacielos a lo lejos –. Quizás haya alguna conexión entre ellos, y ella quiera liberarse de esa relación. 1
-Jefe, usted solo conoció a la señorita Sánchez hace muy pocos días, ¿por qué siento que la entiende muy bien?
Ben bajó la mirada.
-No lo sé. Ella me da una sensación de familiaridad…
Tenía claro que esa sensación de conexión ya había superado la romántica. No sabía por qué, simplemente sentía que tal vez se conocían desde hacía mucho tiempo.
***
Al día siguiente, varios autos oficiales del gobierno se estacionaron justo frente a la clínica. El personal del departamento de neurocirugía estaba particularmente ocupado. Todos los médicos principales habían ido a la sala de conferencias. Apenas Celia llegó a la oficina, el subordinado de Samuel de inmediato la buscó para pedirle que también fuera a la sala de conferencias.
En la sala, además del personal interno del hospital, había dos expertos externos en enfermedades cerebrales y un funcionario del gobierno de Rivale, Rodolfo Juárez.
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Samuel le presentó a Celia.
Señor Juárez, ella es una de nuestras mejores cirujanas de neurocirugía, Celia Sánchez. Quizás podríamos dejar que ella intente encargarse de esta cirugía.
Celia miró de reojo al hombre sentado en la cabecera e inclinó la cabeza en señal de respeto. Pero, Rodolfo no parecía estar contento.
-¿Una cirujana tan joven? Director López, ¿me está tomando el pelo?