Capítulo 143
–Entonces no me quedará más opción que demandarte dijo Celia con serenidad.
César se plantó frente a ella, se inclinó un poco y la miró desde arriba.
—¿Dime con qué argumento? Celia, ¿con qué argumento demandarás el divorcio? ¿Crees que te fui infiel? ¿O que tengo el supuesto hijo ilegítimo que mencionaste?
Celia lo enfrentó con orgullo, cara a cara, con una calma anormal, sin la más mínima perturbación.
-Ha sido un matrimonio sin amor, ¿para qué mantenerlo por más tiempo?
César permaneció en silencio.
Por el rabillo del ojo, Celia notó una figura pasar de forma fugaz por el pasillo. Extendió la mano para alisar la corbata de César, mientras le preguntaba con voz melosa:
-¿Acaso no quiere divorciarse de mí?
Ella alzó una ceja. Sonreía, pero sus ojos no mostraron ni un rastro de alegría.
-Dios mío… No puedo creerlo. ¿Quizás se ha enamorado de mí? Si no, ¿por qué se aferra tanto a mí?
La mano de César rodeó su cara con suavidad. Tan pronto la tocó, un destello de frialdad cruzó sus ojos.
-¿Sabes qué? Esa sonrisa tuya parece tan falsa.
No le gustaba esa sonrisa, porque a él le resultaba irritante. En su corazón, ella no debería ser así.
Toda sonrisa en el rostro de Celia se desvaneció poco a poco, hasta desaparecer por completo. Con una voz solo para sus oídos, le dijo:
-Porque solo mereces falsedad.
Apenas terminó la frase, desvió la mirada y habló directo hacia la puerta.
-Señorita Núñez, no tienes que espiarnos a escondidas. Puedes entrar y escuchar nuestra conversación sin problema.
Sira se tensó al instante. ¡La descubrieron!
A pesar de la vacilación, tuvo que abrir la puerta y entró, adoptando de nuevo esa expresión inocente y lastimera. -Celia, sí oí su conversación, pero no fue intencional. Dicen que ya regresaste al hospital y quería felicitarte. Pero al verlos conversando, no quise interrumpir. -Inventó una excusa tonta.
-Pues, ya conoces mi relación con el señor Herrera, ¿cierto? –Celia le sonrió y se levantó para acercarse a ella —. Justo estábamos hablando en este momento del divorcio.
Mientras hablaba, cruzó los brazos y se detuvo frente a Sira. Primero la miró a los ojos, y luego le echó un vistazo a César con desprecio.
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–Por favor, convéncelo para que se divorcie de mí.
La cara, antes gallarda, de César ahora estaba completamente sombría
-¡Celia!le advirtió en tono severo.
-¿Por qué se enoja?-Celia le preguntó a propósito. Si usted y la señorita Núñez no tienen ninguna relación oculta, ¿por qué se difundieron rumores de que yo era la amante que se interpuso entre ustedes?
Sira palideció de golpe. Apretó nerviosamente sus manos.
Celia continuó sin miramientos:
-Mis padres, al enterarse de los rumores sobre mí, intentaron probar mi inocencia. Entonces, acudieron a la cita organizada por la señorita Núñez. Sin embargo, el hijo de ella se cayó misteriosamente de la azotea, haciendo que mi padre perdiera la vida por una razón ridícula.
-¡No es así! -Sira agarró con fuerza la mano de Celia, con los ojos enrojecidos-. No fue intencional. Es que no sabía que tu papá tenía un infarto. Todo es mi culpa… Estaba demasiado preocupada por la lesión de Osqui. Celia, puedes golpearme si quieres. Espero que de esta manera puedas descargar tu enojo conmigo…
¡Pa!
Antes de que Sira terminara sus palabras llenas de falsedad, Celia le dio una fuerte cachetada. Sira, desequilibrada, se inclinó con violencia hacia el escritorio, por suerte su mano la sostuvo a tiempo. Se cubrió la mejilla y miró a Celia con cara de víctima.
Celia sonrió con sarcasmo.
– Señorita Núñez, fue usted misma quien lo pidió.
-Pero… —tartamudeó, mirando a César con lágrimas de indignación.
César guardó silencio por un largo rato, luego, su mirada inquisitiva se clavó en Celia.
-Ya desahogaste tu enojo. ¿Estás satisfecha?
Sira no podía creerlo. ¡Esta vez César no se había puesto de su lado!
-Señor Herrera, ¿cree que solo me estoy desahogando? -Celia sonrió con sarcasmo-. Si digo que es lejos de ser suficiente, ¿me permitirá seguir golpeándola?
Sira retrocedió por instinto. Con su mirada suplicó ayuda a César.
Él entrecerró los ojos y le dijo:
-Sal de aquí.
-César, es que…
-¡Sal! -El tono de César se tornó más severo.
Sira se mordió el labio y lanzó una mirada furiosa a Celia antes de salir de la oficina.
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Capitulo 143
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El pecho de César se elevó y descendió con el ritmo de su respiración. Cuando todo en la oficina se calmó, se acercó a Celia.
–Te diré la verdad. Pero te di la oportunidad de regresar a la clínica no para que le buscaras problemas a propósito.
Celia no se sorprendió. Con calma, le devolvió una mirada serena.
Qué mala coincidencia. Decidí regresar al hospital precisamente para joderla.
-¿Todo esto es necesario? -le preguntó sin inmutarse.
A Celia esas palabras le parecían tan ridículas.
-Hasta ahora, el que está en coma no es tu hermano, y el que murió no es tu padre. Claro que esto no te parece importante.
Dicho esto, ella retrocedió y regresó a su asiento. Le dio una orden:
-¿Algo más, señor Herrera? Si no, puede irse. Estoy ocupada, no tengo tiempo para charlar con usted tan relajadamente.
César guardó silencio por unos segundos y le dirigió una mirada significativa antes de irse.
***
Por la tarde, después de revisar la situación de Carlos, Celia pasó a visitar a Nieve y a Ben.
Nieve, al verla, se acercó corriendo a pegarse a ella, llena de alegría.
-¡Mija! ¡Qué alegría has venido a verme!
Celia también le sonrió y le tomó del brazo.
Ben estaba sentado en el sofá, deslizando los dedos sobre la pantalla de una tableta.
-Parece que has estado bastante ocupada estos días. -Le sonrió a Celia.
-Sí, por algunos cambios en mi familia.
De pronto, Ben se detuvo y alzó la mirada.
-¿Qué sucedió? -Se preocupó.
Celia se humedeció los labios resecos.
-Mi padre falleció de una enfermedad.
Ben guardó silencio por unos minutos y le dio el pésame.
-Señor Rojas, ¿podría hacerme un favor? -Celia dudó, pero al final decidió proponerle algo.
La actitud de Ben fue directa.
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Dime.
-Mi hermano también está en esta clínica. Está en estado vegetativo. Quisiera que su gente lo cuidara por un tiempo. A partir de ahora, cuando venga a cuidar a su madre, no aceptaré ningún pago. Solo necesito que su gente lo cuide hasta el último día del mes. Luego lo trasladaré a la Clínica Santa María,
Al principio, pensó en pedirle el favor a Alfredo, pero la familia Suárez no tenía poder suficiente para enfrentarse a César. Además, sus deudas de gratitud con Alfredo ya eran demasiadas. Luego de meditarlo bien, Ben era el más adecuado.
Durante ese tiempo, si su gente podía cuidar a Carlos, ella estaría informada si César intentaba hacer algo contra
él.