Capítulo 142
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Celia observó pensativa cómo el auto de Alfredo se iba desapareciendo poco a poco de su vista, sumida en la confusión. Justo cuando se disponía a regresar a la casa, recibió una inesperada llamada de Samuel. Ella dudó unos segundos antes de contestar.
–Buenas tardes, director.
-Celia, los altos directivos han levantado la suspensión en tu contra. Ahora ya puedes regresar sin problema a la clínica para seguir adelante con tu trabajo. Dicen que fue un premio por tu denuncia a Felipe. Además, verificaron que el monto de soborno que Felipe había recibido durante estos diez años alcanzó al menos cien mil dólares.
Celia entrecerró los ojos.
-¿Recibió tanto?
-Nunca imaginé que Felipe fuera un tipo tan desvergonzado. También me sorprendí mucho cuando me enteré del hecho -dijo Samuel.
Aunque estaba al tanto de los sobornos de Felipe, nunca esperó que el monto fuera tan grande. Le daba una idea de cuánto se había embolsado de la clínica. Incluso se había quedado con la mitad de los gastos médicos de los pacientes.
-Celia, Felipe ya no volverá, tampoco necesitas preocuparte más. Además, quiero que ocupes su lugar.
—Pero ya solicité un traslado -Dudó.
-Aún no ha llegado el día, ¿no? Ocupa su posición por un tiempo.
Sin vacilar dos veces, Celia aceptó. Al día siguiente, Celia regresó de manera oficial a la oficina. Apenas pasó por la estación de enfermería, varias enfermeras asomaron la cabeza con curiosidad.
-¡Dios mío! La suspendieron, ¿no?
-Ayer escuché a la supervisora decir que los altos directivos levantaron la suspensión. ¡Incluso la ascendieron a directora!
-Además de levantar la suspensión, se convierte en la directora al regresar. ¿Acaso se enganchó con algún pez gordo?
Sira salió del ascensor y, al ver a las enfermeras reunidas en la estación comentando animadamente, se les
acercó sonriente.
-¿Qué ocurrió? –les preguntó.
Las enfermeras, al verla, parecieron un poco avergonzadas. Por un momento, no supieron si debían decirle la noticia o no.
Sira percibió enseguida la incomodidad.
-¿Sucedió algo malo?
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–La doctora Sánchez regresó a la oficina y además fue ascendida a directora.
Apenas terminó la frase, la expresión de Sira se congeló.
-Ah… ¿st?-Forzó una sonrisa incómoda.
Volteó hacia la dirección de la oficina de Celia, apretando furiosa los puños.
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Mientras tanto, dentro de la oficina, Celia miraba pensativa el escritorio vacío y ordenado. Después de su suspensión, ese escritorio no lo había usado nadie.
Dejó su bolso sobre el escritorio y corrió las cortinas. En el vidrio se reflejaban sus rasgos fascinantes. De repente, un destello de frialdad cruzó fugazmente por sus ojos: vio el auto de César abajo y a Sira acercándose a él.
El bajó del auto y se ajustó la chaqueta. No se sabía qué le dijo Sira, pero justo en ese momento alzó la cabeza.
-Qué mala suerte -escupió Celia, y luego cerró de un tirón una de las cortinas.
César solo vio las cortinas moverse un par de veces. Recuperó su expresión impasible.
-Solo estaba suspendida para esperar el resultado de la investigación, no fue despedida. Además, su capacidad siempre ha sido sobresaliente.
Sira no podía creer lo que había escuchado. César, frente a ella, ¿elogió la capacidad de Celia?
Apretó con fuerza los labios, molesta por dentro, pero sin atreverse a mostrarlo.
-Pero me temo que todavía me guarda un profundo rencor…
César, sin alterarse, le refutó:
-Su padre murió por la ambulancia que priorizaste para tu hijo. ¿No debería guardarte rencor?
Sira sintió un ataque de pánico. Tomó del brazo a César y le rogó con tristeza:
-César, no sabía que su papá de verdad tenía un infarto. Pensé que solo era teatro…
-Sira, estoy cansado -dijo César liberando su brazo para masajear el entrecejo adolorido-. Cuando Osqui reciba el alta, lo llevaré con mi familia hasta que se recupere por completo. Cuando esté mejor, lo devolveré a tu lado. Pero en el futuro, no me involucraré más en sus asuntos.
-¡César…!
Antes de que Sira terminara sus palabras, César la interrumpió con severidad.
-La deuda que tenía contigo, ya te he pagado bastante en estos seis meses, ¿no es así?
Dicho esto, entró al vestíbulo sin mirar atrás, dejando a Sira sola y deshecha en su lugar. Ella, pálida y estupefacta, se quedó inmóvil.
Solo debido a la muerte del padre de Celia, ¿su actitud hacia ella había cambiado de forma tan drástica? Además, ¿ cómo iba a saber ella que Fabio tenía un infarto? ¿Quién diablos sabía que no era un teatro para ganar la
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compasión de César? Si murió de un infarto, ¡¿qué tenía eso que ver con ella?! Esa maldita Celia pudo regresar al hospital, seguro fue por órdenes de él!
Al pensarlo por unos segundos, el odio en su corazón se intensificó violentamente…
***
César se detuvo afuera de la oficina de Celia, mientras una enfermera salía preciso de allí.
-Señor Herrera.
La enfermera lo saludó con cautela y luego apresuró el paso para irse.
Celia alzó la mirada para verlo.
-Si no es para hablar del divorcio, no tengo tiempo para ti–le dijo, impasible.
-¿Divorcio?-La expresión de César se volvió seria-. ¿Cuándo te dije yo que quería divorciarme?
Ella quedó paralizada. ¿Acaso aún no había visto el acuerdo de divorcio? Ella se recostó hacia atrás, cruzó los brazos sobre el respaldo de la silla.
Yo me quiero divorciar. Ayer te envié el acuerdo a tu oficina. ¿No lo viste?
César clavó la mirada en ella, con una sonrisa siniestra, casi aterradora.
-Me niego al divorcio.