Capítulo 136
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Tal vez porque se sintió humillada, Mara ya no mantuvo la fachada y mostró sus verdaderas intenciones.
—Soy tu mayor, ¿con qué derecho me cuestionas de esa manera? ¿Y qué si es la verdad? Yo lo parí, ¡y podía hacer con él lo que me diera la gana! ¡Hoy tienen que darme todo lo que le pertenecía a mi hijo de todos modos!
Sin dudarlo, Celia le dio una cachetada a la anciana despreciable. El golpe fue tan repentino que casi nadie logró reaccionar.
-¡Celia! ¿¡Estás loca o qué!?–La fulminó Paco.
-Sí, estoy loca.
Dicho esto, Celia sacó un cuchillo de cocina y se lo apuntó sonriendo.
-El que se atreva a acercarse, ¡lo apuñalo!
Paco palideció por el miedo.
-Celia, podemos hablar del tema con calma. No es para tanto, ¿cierto?
-¿Le tienes miedo a una miserable mocosa? -Ada no creía en amenazas-. ¿Acaso se atrevería a apuñalarme?
-Tía Ada, ¿se ha olvidado de mi profesión? -Celia sonrió con un aura siniestra, jugueteando con el cuchillo con destreza-. Soy doctora. Puedo asegurarme de que experimenten la cruel sensación de desear estar muertos. Pero no dejaré que mueran.
Tras una pausa, Celia continuó:
-Además, aquí no hay cámaras. Sus testimonios contradictorios no formarían una cadena de evidencia sólida. Bueno, parece que debo empezar por la tía, ¿cierto?
Celia levantó el cuchillo, dispuesta a lanzarse sobre Ada. Ella pálida se apartó aterrada.
-¡Está loca! ¡Esta maldita ya está loca!
-¡Vámonos, salgamos rápido de aquí! -gritó Paco.
Temiendo que sucediera un homicidio, Paco no se atrevió a quedarse por más tiempo. Todos se fueron despavoridos. Ada miró atrás hacia Celia y Rosa, suspiró y salió. Finalmente, la capilla quedó en paz.
-Celia -Rosa la llamó desde atrás, con los ojos enrojecidos-, soy una carga para ti…
Celia dejó de lado el cuchillo y se acercó a ella.
–
No digas tonterías, mamá. Me diste la gracia de criarme. Es lo que debo hacer.
-Pero yo no debería seguir siendo un lastre para ti -dijo Rosa tomando su mano-. Puedes ir en busca de tus padres biológicos. Debiste haber tenido una vida mejor, más plena.
Celia se sorprendió de estas palabras. Guardó silencio por unos minutos y luego le apretó ligeramente la mano.
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Capitulo 136
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Hablemos de esto después. Mamá, cuando todo termine aquí, nos iremos de la capital con Carlos, ¿qué te parece?
-¿Imnos de la capital?
Sí. Hace dos meses solicité un traslado laboral. Me iré a la Ciudad de Rivale y nunca volveré aquí.
Rosa se sorprendió.
-¿Ya habías pensado en irte? ¿Por eso te divorciaste de César?
Alfredo, que se había detenido justo fuera de la puerta, escuchó por casualidad la conversación. Se quedó pensativo.
-Sí. Quería divorciarme de César, por eso solicité el traslado – afirmó Celia.
Solo entonces Rosa supo que su hija no había tomado la decisión por un arrebato momentáneo, sino que lo había hecho tras haber sido lastimada en lo más profundo de su alma.
Incluso, los respectivos tramites del divorcio ya le habían tomado seis largos meses. Todo ese tiempo había estado luchando contra las injusticias en ese matrimonio. Pero ella, como su madre, sabiendo que sufría en su matrimonio, aun así le pedía que lo aguantara un poco más, por el bien de Carlos…
Al pensar esto, Rosa se dio una fuerte cachetada.
-¡Mamá! -Celia la detuvo en seco-. ¿Por qué lo hiciste?
-¡Te fallé, hija! ¡Merezco morir por haberte dado tantas injusticias!
Rosa intentó arrodillarse ante ella, pero Celia la abrazó con firmeza.
-Mamá, ¡no hagas tonterías! No te culpo…
Rosa lloró desconsoladamente en sus brazos, con su corazón destrozado lleno de remordimiento. De pronto, Alfredo entró a la capilla ardiente como si no hubiera escuchado nada.
-¿Ocurrió algo?-les preguntó. (2)
Capítulo 137
