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Capítulo 119
-¿Señor Rojas…?
Al escucharlo, Sara se tensó.
-¿Eres miembro de la familia Rojas de la Ciudad de Ficus? ¡Eso no puede ser!
¿La familia Rojas de la Ciudad de Ficus?
Bueno, ante esa información, Celia también quedó atónita. Pensó que Ben era solo un “señor” común, ¡pero resultó ser el hijo del hombre más rico del sur! ¡La misma familia Rojas con la que David quería emparentar! 1
-Señora -susurró una vendedora-, la tarjeta es auténtica…
Sara tambaleó por el impacto, negándose a creerlo. ¿Cómo podía ser que la señora Rojas fuera una enferma mental si su familia valía tantos millones?
Ben miró a las vendedoras y les repitió:
—Ya les dije que no quiero ver a nadie sin importancia en la tienda. ¿No entienden español?
Aunque sonreía, su mirada contenía una presencia dominante e innegable.
La otra vendedora se le acercó a Sara, susurrándole en voz bajita:
-Señora, temo que debe retirarse ahora…
Sara apretó los dientes, lanzando una mirada furiosa a Celia antes de girarse.
-Espere. Celia la detuvo.
—
El corazón de Sara se estremeció por el cambio. ¿Acaso esa maldita iba a preguntarle algo sobre el caso?
-Usted insultó a la señora Rojas —dijo Celia con seriedad-. Debe disculparse con ella.
Ben parpadeó, observando a Celia con interés.
En la Ciudad de Ficus, las mujeres adulaban a su madre solo para ganar su favor. Pero Celia era diferente. Desde el primer encuentro, sintió una conexión inexplicable con ella. La había salvado, pero había sido un acto casual sin segundas intenciones. Sin embargo, su madre, tan tímida frente a todos, se apegó a ella como nunca antes había hecho con nadie. 1
Bajo la mirada de los Rojas, Sara no osó negarse y se disculpó con Nieve aguantando la fuerte sensación de ser humillada. Las vendedoras, antes de que Celia las recordara, también pidieron perdón con una actitud muy
respetuosa.
Celia se acercó a Nieve y le preguntó con dulzura, tratándola como una niña.
-Señora Rojas, ¿lo ha visto? Todas se disculparon con usted. ¿Está contenta?
Acariciando su muñeca, Nieve sonrió con aparente alegría.
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Capítulo 119
-¡Sí, sí! Me siento muy feliz, y mi niña también.
***
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Al salir del centro comercial, Sara dudó antes de llamar a Sira. Ella estaba en su oficina revisando unos documentos, sin muchas ganas de atender la llamada.
-¿Señora Fernández? Acordamos no contactarnos en estos días.
-¿Adivina a quién vi hoy en el centro comercial?
Sira se detuvo con interés.
-¿A quién?-le preguntó. (1)
-¡A esa maldita Celia! -Sara bajó la voz y echó un vistazo discretamente hacia fuera de la ventana-. Esa zorra sabe perfectamente cómo usar el poder de los hombres. ¡Tiene relación con la familia Rojas!
-¿Los Rojas de la Ciudad de Ficus?
-¡Exactamente!
Sira guardó silencio. ¿Cuándo Celia había conseguido ese respaldo? ¿César lo sabría…?
-Y lo peor… esa maldita zorra ya se enteró de lo de Paco. Afortunadamente, Paco ya no trabaja allí. Solo me preocupa que ella tenga más información de lo que hicimos.
Al reflexionarlo, Sara se arrepintió mucho de haber conspirado con Sira en lo de Carlos.
-Señorita Núñez, no esperaba que estos matones fueran tan violentos… Si lo hubiera sabido, no habría…
–
—Basta — Sira la interrumpió-. Si sigue así, solo le dará ventaja a Celia. Total, niegue todo, sin importar cómo la presione, ¿me explico?
-Claro, ¡pero esto no puede seguir así!
En esos días, Sara había llevado una vida llena de pesadillas, temiendo que la verdad saliera a la luz. Incluso había adelgazado por las preocupaciones.
Sira no parecía estar preocupada.
–
-Tranquila. Ya tengo el plan perfecto para eliminarla… para siempre le respondió con una sonrisa siniestra.