apítulo 117
Es que me siento cómodo contigo dijo Ben, con su mirada posada en su madre. Además, a mi mamá le caes muy bien. Mereces la remuneración.
Celia dio un sorbo a su café.
-Señor Rojas, no sé si me permite preguntar, pero ¿qué le sucedió a su madre para causar su enfermedad?
Celia estaba bastante segura de que provenían de una familia influyente. En esos círculos era casi imposible aceptar una esposa con trastornos mentales, por lo que no creía que la condición de Nieve fuera congénita. Parecía más bien… el resultado de un trauma.
Los dedos de Ben daban golpecitos con ritmo en la mesa.
-Si no hubiera ocurrido aquel accidente, probablemente yo tendría una hermanita–respondió.
Celia parpadeó, confundida.
-¿Hermana?
Ben continuó con la historia tras un breve “hum“.
-Cuando mi mamá le dio a luz, los médicos le dijeron que era una mortinata. Al ver a su bebé sin vida, su salud mental se quebró por el impacto. A veces está lúcida, y otras veces confundida. Siempre ha creído que mi hermanita sigue viva.
-Ahora entiendo. -Celia suspiró con lástima, y luego miró a la señora alimentando a su muñeca con leche—. Perdió a su propio bebé… Debe ser algo insoportable.
Qué envidia le daban las personas amadas por sus padres. Pero ella, fue abandonada al nacer por sus propios padres. Tuvo una infancia sin suficiente amor, por eso, se aferraba desesperadamente al cariño ajeno…
Se sentía tan patética. Pero al menos… ahora ya no tenía ataduras.
***
Por la tarde, llovía mucho. El chofer de Ben llevó a Celia de vuelta a Villas Serenidad. Al salir del ascensor, el olor a cigarrillo la recibió.
César estaba junto al bote de basura, sacudiendo cenizas en el cenicero. Sus ojos oscuros eran tan profundos como un mar sin fondo.
-¿Fuiste tú quien le envió esa foto a mi mamá? -la interrogó con voz afilada.
Sabiendo
que él le haría esta pregunta, Celia no lo negó.
-Sí.
Él entrecerró los ojos, emanando un aura peligrosa.
-¿Cómo te enteraste de mi paradero?
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Capítulo 117
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Ella le mostró con una sonrisa satírica las capturas del chat que había preparado con anticipación.
-Su exnovia lo publicó. Felicitaciones, señor Herrera. A partir de ahora, su familia no te presionará más por un heredero. ¡Les salió uno regalado!
-¡Ya te dije que no involucraras a Sira en nuestros asuntos!
Mientras hablaba, César le apretó la cara. Ella se tensó al instante, tratando de zafarse de su control. Sus dedos cambiaron de lugar y ahora le sujetaron a la mandíbula, causándole un dolor tan intenso que la hizo enrojecer.
-¿Qué pretendiste al enviarle esas fotos a mi madre?
César la miraba, como si estuviera tratando a una arrogante sin conocimiento de su propia fuerza.
-¿Querías provocar a Sira? ¿O usar a mi mamá para actuar contra ella y a su hijo?
La sonrisa sarcástica de Celia desapareció.
-Si la familia Herrera reconoce al niño, tendrás un heredero formal, ¿no es así? Te estoy haciendo un favor.
Él la soltó con fuerza y Celia tambaleó hacia atrás.
—No hagas cosas innecesarias —dijo él aplastando el cigarrillo-. No es mi hijo.
Ella rio con desdén, pasando junto a él, le dio un vistazo a su perfil.
-Si es tu hijo o no, ya no me importa.
Sin esperar su respuesta, Celia entró en casa. César permanecía parado en el pasillo. La luz de la ventana lo envolvía en claroscuros, borrando su reflejo en el vidrio. El silencio incómodo se apoderó por completo del espacio.
De pronto, el timbre de su celular rompió esa tensión.
-Dime.
Era una llamada de Mateo.
-Señor Herrera, he obtenido información sobre quienes están detrás del caso de Carlos Sánchez.
Celia escuchó el ascensor cerrarse mientras servía agua en la cocina y supo que él se había ido. Pero ya no era
asunto suyo.
***
Dos días después, Celia acompañó a Nieve a un centro comercial para hacer compras. Ben las siguió,
-¡Qué bonito! -exclamó Nieve señalando un vestido en la vitrina mientras acariciaba con ternura su muñeca -¿Te gusta, mija? ¿Quieres que yo te lo compre?
Luego, tomó a Celia del brazo.
-Cariño, jescoge uno también!
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Capítulo 117
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Ella miró a Ben pidiendo ayuda, pero él le hizo un gesto para que siguiera la orden. Sin otra opción, Celia los obedeció, Nieve la arrastró a una tienda de moda de marca lujosa.
-¡Mira! ¡Hay tantos vestidos lindos!
Celia vio el precio de uno y casi se desmayó….
Cuando Nieve intentó tocar un vestido en el estante, una vendedora de inmediato la detuvo.
-Señora, si no va a comprarlo, no lo toque. Son carísimos. ¿Cree que lo puede pagar si lo arruina?
El trato despectivo dejaba clara su discriminación hacia una enferma mental.
-Hijita, esa mujer es tan aterradora… —susurró Nieve, escondiéndose tras Celia.
Celia se interpuso entre ella y la vendedora, protegiéndola.
-¿No sabe hablar con educación?
En ese momento, otra vendedora intervino, persuadiendo a su colega.
–Déjalo, es solo una loca. No vale la pena.
Celia se enfureció por esa aparente humillación.
-¿A quién llamaste loca?
-Pues sí está mal de la cabeza —dijo la primera, alejándose como hubiera visto un monstruo-. ¿Para qué sale al público? ¿Qué pasa si de repente nos ataca?
Nieve parecía muy triste, con lágrimas en sus ojos.
-¿Están hablando de mí?
-No les haga caso, señora. No se preocupe. Estoy a su lado protegiéndola. -Celia la consoló y luego se volvió a las vendedoras—. ¡Exijo una disculpa!
-¿Por qué deberíamos disculparnos?
-Entonces, las expondré en redes sociales. Veremos si su gerente aguanta el escándalo.
Las vendedoras palidecieron al instante, dispuestas a disculparse para evitar las molestias. Pero al ver entrar a la señora Fernández, recuperaron el aplomo.
-Aún me interesa saber quién hablaba con tanta arrogancia. ¡Eres tú!
-¡Señora Fernández, bienvenida! -Las vendedoras la saludaron con una sonrisa aduladora.
Celia apretó los puños al reconocer a esa mujer. ¡Era una de las responsables de dejar a Carlos en estado vegetativo!