Capítulo 116
“¡¿El hijo de Sira es del señor Herrera?!”
“¡Dios mío! ¡Sira y el señor Herrera ya tienen un hijo!”
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La noticia levantó un gran revuelo en el grupo de chat. Todos estaban hablando de este tema durante sus descansos.
Celia se rio con amargura… Sira había enviado deliberadamente las fotos al grupo para que ella las viera, ¿cierto? Pensando, guardó estas fotos. Justo cuando salía del chat, vio que Sira había borrado las fotos.
“¡Ups! Se me escaparon las fotos por descuido.”
Uno de los colegas bromeó:
“¡Jajaja! ¿Por qué las borras? ¡Ya las vimos!”
“Las envié por error. Es nuestro pequeño secreto, ¿vale?“, respondió Sira.
Celia no pudo evitar sonreír con ironía al ver ese mensaje… Se le ocurrió una idea y decidió “ayudar” a Sira.
Con un movimiento rápido, reenvió las fotos a Marta con un mensaje.
“Felicitaciones, mamá. Ya tiene un nieto“.
Marta había quedado con unas amigas en el spa para un tratamiento facial. Al ver el mensaje de Celia, se sintió un poco confundida. Pero, cuando vio las fotos, se sentó de golpe en la camilla, totalmente petrificada.
-¿Qué ocurrió, Marta? ¿Tu esposo te puso los cuernos? -le preguntó una amiga suya con confusión.
-¡Ese viejo nunca se atrevería! -rugió Marta furiosa.
Se quitó la manta de encima y se levantó de la camilla. De inmediato, marcó el número de César.
Él contestó rápidamente.
-¿Mamá? ¿Qué sucedió?
-¿Dónde estás? -habló Marta aún con calma.
-Estoy afuera.
-¿Con quién?
César lanzó una mirada hacia el carrusel. Se levantó del banco y sacó su pitillera del bolsillo.
-Con los amigos. Estamos en una reunión de negocios.
-¿De negocios? ¿O más bien de tu hijo? —Se burló Marta.
Acababa de sacar un cigarrillo de la pitillera. Al escucharlo, se detuvo bruscamente y levantó muy sorprendido la vista.
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-¿Qué quiere decir con eso?
Marta sabía que él le había mentido. Se rio de ira.
-Estás en el parque de atracciones con esa zorra y su hijo, ¿no? ¡Me juraste que el bastardo no es tu hijo! ¡Me engañaste!
La expresión de César se nubló.
-¿Quién le dijo eso?
Nadie sabía que había salido con Sira y Óscar. Nicole también estaba con ellos, pero ella definitivamente lo guardaría en secreto.
-¡Eso no importa! -exclamó Marta enfurecida. Sí, Celia no es mi nuera ideal, ¡pero esa trepadora de Sira jamás cruzará el umbral de los Herrera! ¡Ni tu padre ni tu abuela lo permitirán! Si quieres divorciarte de Celia, hazlo ya. Ella apenas tiene veintiséis años. ¿Vas a pudrir su juventud en tus manos?
El encendedor de plata resonó con un chasquido. César encendió el cigarrillo.
-Nunca mencioné el divorcio.
-¿Ya tienes una amante y un hijo ilegítimo y aun así te aferras al matrimonio? -Marta se masajeó las sienes adoloridas-. Eres peor que tu padre. ¿Quieres tener esposa y amante al mismo tiempo?
-Él y yo somos distintos -dijo César, exhalando el humo que ocultaba sus expresiones-. Óscar no es mi hijo. Pero Sira sufrió demasiado por mi culpa… Es una deuda pendiente que le debo.
Marta suspiró profundo para calmarse.
-Sí, se lo debes. Puedes pagarle la deuda, ¡pero no te olvides de que ya estás casado! Celia cree que ese niño es tu bastardo. ¿Alguna vez pensaste en cómo se siente ella?
César guardó silencio, fumando. Bajo esa fachada de calma, las olas de emociones ya lo inundaban.
-¡César! -Sira lo llamó, acercándose con Óscar.
Al colgar, César se volvió. La luz del sol reveló entonces lo que Sira no había notado antes: en el labio inferior del hombre, había una pequeña cicatriz.
Ella estaba muy familiarizada con este tipo de cicatriz. Su ex solía hacerle lo mismo, creyendo que esas marcas eran sellos de su propiedad. Al recordar a ese pervertido, no pudo evitar temblar de miedo. No obstante, ¡César había permitido que esa zorra le dejara la misma marca en los labios!
-¿Ya terminaron? ¿Osqui está cansado? —preguntó César levantando al niño en brazos.
Óscar asintió tímidamente. No se atrevió a decirle que no había disfrutado del tiempo porque Sira solo quería que se pegara a él.
-César, ¿quién te llamó? -Sira le preguntó tentativamente.
Había enviado esas fotos al grupo de chat de la clínica. Celia debió haberlas visto. ¿Sería una llamada suya?
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César dejó con cuidado a Óscar en el suelo y le ayudó a arreglar su gorra.
-Fue de mi madre.
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No era Celia… Sira se sintió un poco decepcionada. No esperaba que Celia incluso pudiera aguantar esa humillación.
Mientras tanto, en un yate anclado en el muelle del Río Rivale, Celia acudió a la cita con Ben. Su madre, Nieve Vargas, también estaba presente, abrazando a su muñeca con una sonrisa tierna, como si fuera un bebé verdadero. Ben le transfirió a Celia diez mil dólares.
-Es tu remuneración.
Celia recibió de inmediato la notificación. Sonrió algo sorprendida.
-Vaya generosidad, señor Rojas.
Nunca esperó que, después de ser suspendida, pudiera ganar diez mil dólares en un día cuidando a una enferma mental… 1
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