Capítulo 107
Las palabras de César fueron como un balde de agua helada, que apagó las últimas llamas de esperanza y amor en su corazón. Simplemente no podía creerlo. Sentía cómo la injusticia la ahogaba y cómo la rabia la consumía por dentro. Sin embargo, estaba extrañamente serena.
Al final, descubrió que, en el momento más doloroso, incluso las lágrimas no saldrían. Todo le parecía tan ridículo. (1
-¿Me culpas por robarle su lugar durante seis años? Pues bien, ¿qué tal si ahora se lo devuelvo?
Dicho esto, apartó con frustración la mano de César y dio un paso hacia la puerta, pero él la agarró del brazo con fuerza. Sus ojos eran sombríos, y emanaban un aura peligrosa.
-¿Qué dijiste?
-¡Que hoy le devuelvo su lugar! ¡Y que te doy la oportunidad de compensarla!
Con un tirón brusco, Celia se liberó de su agarre y salió de la habitación. César quedó petrificado en su lugar, con su expresión volviéndose cada vez más sombría. Tenía un mal presentimiento: algo se le estaba escapando de las manos, luchando por liberarse de su control.
¿Acaso ella creía que podía entrar y salir de su vida cuando se le antojara? Imposible. Pensando en ello, sacó su celular y marcó un número.
***
Celia fue al hospital. Desde fuera de la habitación, podía ver a Rosa sentada junto a la cama de Carlos. Desde que él había sido hospitalizado, Rosa casi había pasado todo el tiempo en el hospital, cuidándolo con devoción día y noche.
Quizás eso era el amor maternal que Celia siempre había anhelado. Si Rosa fuera su madre biológica… ¿también la cuidaría así? Apretó ligeramente los puños, conteniendo el torbellino de emociones en su pecho, y luego abrió la puerta. Rosa se volvió hacia ella, con su cara marcada por el cansancio.
-¿Celia?
-Mamá, tienes que descansar un rato. Me encargaré de cuidarlo. -Se ofreció Celia.
Rosa sonrió, masajeando suavemente el brazo de Carlos para evitar la mala circulación.
-No te preocupes, mija. Total, no tengo nada más que hacer. -Sonrió Rosa.
Celia se sentó a su lado.
-Por cierto, ¿no tienes trabajo hoy? Fui a tu oficina para llevarte el desayuno, pero no estabas le preguntó Rosa con cariño.
El leve cariño en ese gesto calentó un poco el corazón helado de Celia. En la familia Sánchez, a lo largo de estos años, rara vez recibía el cariño familiar. Y en la mayoría de los casos lo recibía gracias a Carlos. Pero esta vez… no era así. Con cierta alegría, también le sonrió.
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Capítulo 107
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-Tomé unos días libres para acompañarlos.
Rosa se sorprendió, y en sus ojos brilló el remordimiento.
-Celia… ¿no me odias? Siempre te dejé de lado en el pasado.
Ella sabía que la familia había sido injusta con Celia. Carlos era el único hijo de los Sánchez, pero Celia… había sido un consuelo que ella había traído a casa después de perder a su propia hija. Aun así, no había podido protegerla como merecía en una familia donde no tenía voz ni voto, y su marido nunca la apoyó.
Bajo tales circunstancias, no era capaz de ser el respaldo de Celia. Su única idea fue mantenerla con vida, pensando que podría ser feliz cuando se casara y se fuera lejos de la familia Sánchez. No obstante, jamás imaginó que acabaría casándose con César Herrera. Su esposo, obsesionado con escalar socialmente, había usado el matrimonio de ella para sacar provecho de los Herrera…
Rosa vio todo lo que los Sánchez le habían hecho a Celia, pero, cuando tuvo que elegir entre el futuro de su hijo y los sentimientos de su hija adoptiva, eligió a Carlos. Por eso, si ahora Celia la repudiaba, o incluso la odiaba, se creía digna de esos castigos. Sin embargo, ante su pregunta, ella negó con la cabeza.
-Si no me hubieras traído a la familia Sánchez, no sé dónde estaría ahora. Quizás estuviera mendigando en las calles, hubiera sido vendida por traficantes… o, incluso, ya estaría muerta.
Su hija era considerada, pero el corazón de la madre ya se había partido. Justo cuando iba a responder, la puerta se abrió de golpe. Tres guardaespaldas irrumpieron en el pabellón. Uno de ellos se acercó a ellas con firmeza.
-Señora, el señor Herrera nos envió a buscar a Carlos.
-¿¡Qué!? ¿Por qué quiere llevarse a mi hijo? -Rosa palideció al instante.
El temor la invadió, creyendo que César buscaba venganza por lo del “secuestro” de su amante. 1