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Capítulo 102
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Capítulo 102
Aparte de Valeria, quien conocía la verdad, Marta lanzó una mirada significativa al vientre de Celia al escuchar esas palabras de Macarena.
“¡Exacto! Llevan seis años casados. ¡Incluso una gallina habría puesto miles de huevos en ese tiempo! Pero el vientre de esta maldita sigue sin dar ninguna señal de embarazo… ¿Será que tiene problemas para concebir?”
La idea cruzó fugazmente por la mente de Marta, quien ya de por sí estaba descontenta con Celia, y al instante sintió el impulso de pedirle a César que se divorciara de ella. Celia se sintió incómoda. ¿Acaso era ella la quien no quería tener hijos? Aún no los tenían porque él no quería.
-Pues…
Justo cuando ella iba a explicar, él tomó su mano y la interrumpió.
-Por ahora no tenemos planes de eso.
Al escuchar su explicación, Celia apretó los labios, sintiendo un amargo dolor en el pecho. Había olvidado que él ya tenía un hijo listo… Ella forzó una sonrisa incómoda, secundando sus palabras.
-Así es.
-¡Ya no son jóvenes! Mis amigos ya están jugando con sus nietos, ¡y yo hasta ahora no tengo ninguno! -Marta refunfuñó, sin ocultar su descontento.
-Ellos son aún muy jóvenes. No tienen por qué apresurarse en este asunto. Ni siquiera a mí, una anciana de edad avanzada, me urge tener bisnietos. Marta, no los presiones en eso.
Marta sintió algo avergonzada. Sin saber cómo responderle a Valeria, decidió desviar la presión a David y
Macarena.
– Rocío ya está en edad de casarse. ¿Le han buscado un esposo? -les preguntó.
-Claro. Aprovechando la presencia de Víctor y mamá, David y yo planeamos hablarles del matrimonio de Rocío.
Valeria se sorprendió al escuchar la noticia.
-Ah, ¿sí? David, ¿ya tienen un candidato en mente?
David se sirvió una copa de vino antes de responder.
-Pues, fue Rocío quien tomó la decisión. Es Ben Rojas, el hijo de la familia Rojas.
¿Ben Rojas? Celia se sorprendió. Había oído hablar de los Rojas: era una de las cuatro familias más poderosas del país, junto con la familia Herrera, la Gómez y la Morales. Los Herrera y los Gómez dominaban el norte, mientras que los Morales y los Rojas tenían más influencia en el sur. Si los Herrera y los Gómez destacaban por su poder, los Morales y los Rojas lo hacían por su riqueza.
Marta era precisamente la hija mayor de los Morales. Se decía que cuando se casó con David, su familia le había dado una dote de cincuenta millones.
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Capítulo 102
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En los últimos años, los Rojas se hacían cada vez más ricos en el sur. Habían superado a los Morales y se habían convertido en la nueva familia más acaudalada de la región. Contaban con un impresionante potencial de desarrollo. Como era de esperar, al escuchar que Rocío podría casarse con el hijo de los Rojas, Marta se puso de mal humor.
-¿Con Ben Rojas? -comentó César mientras tomaba la sopa despacio-. Si logramos aliarnos con los Rojas, nos traerá beneficios. Pero, dicen que Ben tiene un carácter arrogante. ¿Será adecuado para ser el esposo de Rocío?
-César tiene razón -intervino Valeria-. Rocío ha sido consentida y mimada. También es una chica con su arrogancia. Si se casa con un hombre igual de orgulloso, sería un desastre.
-No se preocupen. Ben se quedará un tiempo en la ciudad. Podemos dejar que los jóvenes se conozcan primero.
-Rio Macarena.
Valeria no insistió más y el tema de conversación pronto cambió. Celia permaneció en silencio durante toda la cena. Al terminar, Víctor les pidió que se quedaran a pasar la noche en la casona.
***
Celia regresó a la habitación con César. Aquí en la casona no podían dormir en cuartos separados. Y, además, Valeria era la única en la familia que sabía lo de su intento de divorcio. César fue primero a bañarse.
Mientras escuchaba el sonido del agua en el baño, Celia, sentada en la cama, se sumía en un silencio profundo. La verdad era que no quería compartir la cama con César. Se levantó y salió de la habitación, llamando a una sirvienta.
César salió del baño envuelto en una bata azul marino, con su cabello corto aun goteando. La bata dejaba ver sus músculos firmes y tonificados en el pecho, con gotas de agua resbalando por su piel bronceada. Su mirada se posó en el colchón en el suelo donde yacía Celia y entrecerró los ojos.
-¿Qué estás haciendo?
