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Amor 13

Amor 13

Capítulo 13 

Lidia pensaba que Ramón se rendiría. 

Pero olvidó que él siempre había sido una persona que no se daba por vencido hasta lograr su objetivo. 

Esa misma noche, fue a la residencia de Lidia. 

Se quedó parado fuera de la puerta por mucho tiempo. Como Lidia no le abría la puerta, él habló solo. 

-Lidia, todos estos años te he estado buscando. Sé que cometí muchos errores y es normal que me culpes a mí, pero aún quiero explicarte que de verdad no hubo nada entre Serena y yo. Antes, pensé 

erróneamente que ella me había salvado, por eso le tenía gratitud y la trataba bien. 

-Hasta que más tarde descubrí que la persona que realmente me salvó fuiste tú. Sé que me equivoqué 

completamente y te hice sufrir mucho. Lo siento, Lidia. 

-Ya me deshice de Serena. Vuelve a mi lado y déjame compensarte, ¿está bien? Puedes seguir 

actuando, seguir desarrollándote en el sector de entretenimiento, ya no te restringiré… 

Ramón habló mucho al otro lado de la puerta. 

Lidia estaba sentada en la sala de estar, escuchando todo lo que decía. 

Solo le parecía ridículo y absurdo. 

A los dieciocho años, ella acababa de terminar los estudios de la preparatoria, consiguió su primer 

trabajo como extra en un anuncio publicitario. 

Ese día, ella llevaba una ropa fea y sofocante, se encontró con Ramón de veinte años. 

Ella lo salvó, y desde entonces durante muchos años no pudo olvidarlo. 

A los veintidós años, ya tenía cierto éxito en su círculo profesional, volvió a encontrarse con él en un 

banquete. 

Se enamoró de él a primera vista y comenzó a cortejarlo. 

Después, lod dos estuvieron juntos por tres años. 

En realidad, estos tres años no podían considerarse malos. 

Pero desde que apareció Serena, las cosas se habían vuelto realmente desagradables. 

Ella no quería recordar demasiado porque no volvería al pasado, y podría vivir bien por sí misma. 

-Vete, no me molestes más mientras descanso. 

Ella se levantó del sofá y solo le respondió esta frase. 

A la mañana siguiente, fue despertada por el timbre del celular. 

Era la llamada de la comisaría cercana, pidiéndole que fuera a “liberar bajo fianza” a Ramón, porque la noche anterior los patrulleros lo habían considerado como un ladrón y lo habían arrestado. 

Lidia lo rechazó sin dudar ni un segundo. 

Pero al instante siguiente, se oyó la voz de Ramón al otro lado: -Lidia, solo te conozco a ti en este país extranjero. Si no vienes, me quedaré encerrado aquí para siempre. 

-Lidia, ayúdame esta vez. 

Lidia colgó el celular y siguió durmiendo. 

Media hora después, abrió los ojos de nuevo. 

Se levantó, se arregló, llevó a Ana a la guardería infantil y, de camino a casa, cambió de rumbo. 

Ramón estuvo encerrado por una noche, ya tenía la cara un poco demacrado, pero su elegancia lo 

mantenía lejos de parecer desaliñado. 

Solo estaba un poco miserable. 

Al ver a Lidia, sus ojos brillaron intensamente: -Sabía que no me abandonarías. 

Lidia no le hizo caso. 

Ella terminó los trámites y se marchó de inmediato. 

Ramón la siguió paso a paso. 

-Lidia, no tengo adónde ir, ¿puedes acogerme? -Él pidió descaradamente. 

Lidia no pudo soportarlo más: -¿Puedes dejar de molestarme? ¿Qué necesidad tienes de fingir pobreza 

delante de mí? 

Nunca olvidaría que él la había humillado con los ocho millones. 

-Vete a donde quieras, pero no vuelvas a molestarme. 

Después de decir estas palabras, Lidia se marchó directamente. 

De repente, Ramón la abrazó por detrás, envolviéndola por completo en sus brazos. Su tono era suave 

pero especialmente serio. 

-Lidia, te extraño mucho, realmente deseo lograr tu perdón. ¿Puedes decirme qué debo hacer? 

-¿Qué debo hacer para que puedas a volver a mi lado? 

Lidia guardó silencio por mucho rato, luego apartó su brazo y le respondió con igual seriedad: -Ramón, no podremos volver al pasado. Hay que mirar hacia adelante, y yo tampoco me quedaré atrapada en el pasado. 

-Nos acabaremos aquí. 

-Vuelve a tu país, no me busques más. 

Lidia era tan indiferente hasta el punto de parecer “despiadada”, pero Ramón aún no estaba dispuesto a 

rendirse. 

Insistió obstinadamente: -Lidia, haré que cambies de opinión. Solo yo puedo darte la mejor vida, Mateo no puede, los demás tampoco. 

-¡Solo yo puedo, solo yo! 

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