Capitulo 12
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Capítulo 12
Después de cinco años sin verse, ella no tenía ningún interés en hablar con él.
En cambio, tomó a Ana en brazos y se dispuso a marcharse.
Como era de esperar, él la detuvo.
En comparación con hace unos años, Ramón parecía aún más maduro, pero su estado no era muy
bueno, tenía los ojos muy inyectados en sangre.
-Lidia, ¿sabes cuánto tiempo te he estado buscando? ¿Por qué siempre cambias de lugar? ¿Por qué siempre me evides de mí?
Su forma de hablar seguía siendo tan desagradable como hace cinco años.
-¿Te evido? Has pensado demasiado, solo estoy viviendo mi vida.
El tono de Lidia era frío y monótono, como si estuviera hablando con un desconocido.
Ramón la miró profundamente, con una emoción en sus ojos que ella no lograba comprender.
Luego él dirigió su mirada a la niña en sus brazos, y al ver ese rostro que era casi un calco del de Lidia,
se quedó sorprendido en el acto.
-Lidia, ¿realmente estabas embarazada cuando te fuiste hace años?
-¿Por qué no me lo dijiste?
Estaba un poco distraído por un instante, luego se volvió decidido: -Vuelve conmigo, cuidaré bien de ti y de nuestra hija. Nos casaremos al regresar, ¿está bien?
Extendió la mano, intentando acariciar a Ana.
Lidia retrocedió un paso rápidamente, esquivando su mano.
-Ramón, ¿estás en sueño? ¿Qué tontería estás diciendo? Yo puedo cuidar bien de mi hija, ¡no necesito tu participación!
-¡Pero ella también es mi hija!
Ramón mostró una expresión triste: -Ya te perdí cinco años, no quiero perder más. Lidia, ¿puedes darme una oportunidad para compensarte, por favor?
Lidia estaba tan furiosa que apenas podía contenerse.
Abrió la boca, pero antes de que pudiera pensar en cómo refutarlo, Ana habló primero: -Tú no eres mi papá. Yo tengo papá, y es muy bueno conmigo, me compra comida rica y también muñecas Barbie.
Después de decir esto, extendió su manita haciendo una señal hacia atrás.
-Papá, ven rápido, alguien está molestando a mi mamá y a mí.
Ramón se quedó sorprendido.
Alzó la vista hacia el hombre que se acercaba detrás de Lidia, y le resultaba muy familiar.
No fue hasta que llegó frente a él que Ramón lo reconoció.
Ramón tenía la expresión casi feroz: -Mateo, ¿qué relación tienes con Lidia?
Al oír esto, Lidia también se sorprendió.
Resultaba que se conocían.
Mateo, por su parte, mantuvo la compostura. Tomó con naturalidad a Ana de los brazos de Lidia y
respondió con otra pregunta: -¿Qué relación te gusta que yo tenga con ella?
Apenas terminó de hablar, Ana lo llamó papá de nuevo.
La expresión de Ramón se ensombreció al instante.
Casi de inmediato, apretó el puño hacia Mateo.
–
Pero apenas dio un paso hacia él, Lidia lo detuvo, se puso delante de Mateo y dijo con seriedad: Ramón, ya tengo mi propia familia y vida. No intentes arruinar todo lo que tengo ahora, de lo contrario,
lucharé contra ti con todas mis fuerzas.
Dicho esto, tomó la mano de Mateo.
Con solo un vistazo, cualquiera pensaría que eran una familia feliz y armoniosa de tres.
-¡Esto no es verdad! La niña que tienes es claramente mía, ¿o acaso hace cinco años ya me traicionaron juntos?
Ramón preguntó con voz severa.
Lidia no quería explicar ni dejar que supiera que Ana era su hija.
Hasta el día de hoy, todo había dejado de importar.
Así que lo admitió en silencio.
-Lidia, me has traicionado…
-¿Cómo te atreves?
Ramón se acercó paso a paso hacia ella, con una expresión cada vez más peligrosa.
Lidia tropezó y fue sostenida por Mateo desde un lado.
Él se puso delante de ella, y los dos hombres comenzaron un enfrentamiento silencioso.
Estaban igualados, ninguno cedía ante el otro.
Al final, Ana se frotó los ojos, abrazó el cuello de Mateo y dijo suavemente: -Papá, tengo mucho sueño,
volvamos a casa.
En ese instante, los ojos de Ramón se enrojecieron.
Él retrocedió un paso con frustración y bajó la mirada.
Permaneció inmóvil en el mismo lugar por mucho tiempo.
En el camino de regreso, Lidia le preguntó a Mateo: -Como lo conoces, entonces también me conoces a
mí, ¿verdad?
Mateo no le ocultó nada: -Sí, colaboré con él hace unos años. En ese entonces te vi, pero tal vez no me recuerdes. Encontrarnos aquí esta vez fue pura coincidencia.
Lidia se dio cuenta tarde: por eso él sabía su nombre aunque ella recordaba claramente que no se lo
había dicho.
Por eso él no tenía ninguna desconfianza hacia ella.
Resultaba que ya se habían conocido antes.