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Por que 430

Por que 430

Sergio estaba hablando con la madre de Luna. Al colgar la llamada, se volvió hacia Yolanda, exhalando una bocanada de humo. 

-Cuánto tiempo, señorita Gómez. Has crecido. 

Yolanda se sorprendió al verlo y lo miró. 

-¿EresSergio Quiroga? 

-Vaya, parece que aún me recuerdas, ¿eh? 

Yolanda se puso seria. Rara vez tenía esa expresión. 

-Sería difícil olvidarte, me molestabas tanto en el pasado. 

Él sonrió con despreocupación. 

-¿Aún me guardas rencor después de tantos años? 

-Es que cada vez que veo a un tipo desagradable como tú, me pongo de mal humor. 

Sergio no se enfadó. En su lugar, sonrió todavía más divertido. 

-¿Cómo han estado tus padres todos estos años? 

Yolanda lo miró sin rastro de agradecimiento. 

-Están perfectos. Gracias por tu preocupación -respondió ella, luego se volvió hacia Celia-. Vámonos, cariño. 

Celia pasó junto a Sergio, y su mirada pasó rápidamente por el celular en su mano. Sergio, al notarlo, se volvió hacia ella y le dijo con una sonrisa elocuente: 

-Señora Herrera, no se olvide de asistir a mi boda con su esposo. 

Mientras hablaba, agitó ligeramente el celular en su mano. 

Celia apretó los puños. ¡El celular de Luna estaba con él! Eso significaba que ella también debía de estar bajo su 

control… 

Al ver que las dos entraban en el reservado, la sonrisa de Sergio se desvaneció y también regresó a su propio reservado. Dentro, Luna estaba sentada en la silla, con dos guardaespaldas de pie detrás de ella. Si intentaba moverse siquiera un poco, la inmovilizaban de inmediato. 

-Aunque informaste a mis padres de mi seguridad, no voy a dejarte en paz por eso. ¡Tarde o temprano descubrirán tus ambiciones! 

Sergio tomó asiento como si no escuchara nada, colocando su celular sobre la mesa. 

-¿Ambición? No es para tanto. Tus padres también están de acuerdo con el matrimonio arreglado. Mi familia nunca lo impuso por la fuerza. 

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Luna, indignada, replicó: 

¡Porque los engañaron! 

Él tomó su copa y la agitó suavemente, riendo. 

-Eres tan ingenua. Tu familia aceptó este matrimonio también por interés, ¿no? Entonces, lo que hice no es un engaño, es un beneficio mutuo. 

Hizo una pausa y añadió: 

-Además, si tus padres te valoran tanto, ¿por qué ni siquiera se preocupan por ti después de tanto tiempo sin verte? 

Esas últimas palabras la dejaron sin respuesta. Al verla palidecer, Sergio bebió un sorbo de vino sin apuro. 

-No tienes por qué guardarme tanto rencor. Pronto nos casaremos y tendremos que vivir bajo el mismo techo. 

-¡Olvídalo! ¿Crees que voy a vivir bajo el mismo techo que ustedes? Incluso si me obligan a casarme, ¡nunca seré parte de la familia Quiroga! 

Sergio terminó el resto de su vino, y su mirada se tornó gélida. 

-Eso no depende de ti. 

*** 

En otro reservado, Celia y Yolanda cenaban. Celia, tras reflexionar un momento, le preguntó: 

-¿Conoces a Sergio Quiroga? 

Yolanda sonrió y le respondió: 

—Alguna vez visitó a nuestra familia. 

Celia bebió un poco de agua y luego guardó silencio. Cuando ocurrió el secuestro, Yolanda aún no había nacido. Si el cerebro detrás del secuestro era Mario, entonces, después del incidente, ¿él y su hijo se habían quedado en el país? ¿Habían logrado acercarse tanto a la familia Gómez? 

-¿Por qué lo preguntas? —preguntó Yolanda, confundida. 

Celia volvió en sí. 

—Ah, nada, es por curiosidad. Dicen que su padre era director de banco, ¿cierto? ¿Por qué dejó un trabajo tan bueno? 

-Según lo que oí a los mayores, se metió en problemas y ya no pudo seguir adelante con su trabajo en aquel entonces, así que renunció. En cuanto a los detalles exactos, no los sé. 

Celia apretó los labios y no hizo más preguntas. Sobre el dinero robado del banco en aquel entonces, no hubo ninguna noticiaAparentemente, ese problema había sido resuelto en secreto. 

Después de cenar, Celia regresó a su apartamento. Nada más salir del ascensor, las luces del pasillo se 

 

encendieron, revelando una figura sentada contra su puerta, lo que la sobresaltó mucho. 

Cuando reconoció al hombre, arrugó la frente. 

-¿César? ¿Qué haces aquí? 

Antes de poder acercarse, percibió un fuerte olor a alcohol. 

-¿Bebiste? 

César, con la cabeza apoyada en la puerta y sus piernas bloqueando el acceso, la miró con los ojos enrojecidos. 

-Por fin has vueltoTe estaba esperando. 

-¿Otra vez borracho? ¡Levántate! -Celia se acercó para intentar ayudarlo a levantarse, pero él extendió la mano y la atrajo bruscamente hacia su pecho. 

Celia se tensó de inmediato y forcejeó, mientras él la sostenía con las manos temblando. 

-No puedosimplemente no puedo aceptar que estés con otro hombre, Celia¿Podrías darme otra oportunidad? 2 

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