-¿Necesita a mi familia? ¿Qué quiere decir con eso?-preguntó Luna sorprendida y preocupada al descubrir lasÂ
intenciones de Mario.Â
Mario hizo una señal con la mano al guardaespaldas para que se la llevara. Luna, desesperada, protestó:Â
-¡Mis padres me están esperando…!Â
Antes de que pudiera terminar, un dolor repentino en la nuca la hizo perder el conocimiento. El guardaespaldas la sostuvo a tiempo y Beatriz entró en ese momento.Â
-Si la familia Ruiz supiera tus intenciones, no aceptarÃa ese matrimonio.Â
Mario sonrió y se volvió hacia ella.Â
-¿Y qué? ¿Vas a delatarme?Â
-¿Qué ganarÃa yo con delatarte? -Beatriz se acercó a Luna-. Esta inconsciente. ¿Creen que pueden sacarla asà del restaurante? Parece que aún me necesitan, ¿no?Â
Mario sonrió con indiferencia.Â
Una vez que Beatriz escondió a Luna, Mario regresó a la habitación. Al ver que la madre de Luna intentaba llamar a su hija, comentó con naturalidad:Â
-Luna me dijo que debÃa irse.Â
Jorge no esperaba eso.Â
-¿Ya se fue?Â
—Los jóvenes siempre están ocupados. Nosotros, como padres, debemos entenderlos. —Mario tomó asiento y se limpió las manos con la servilleta—. En cuanto al matrimonio, acabo de preguntarle a Luna su opinión. Dijo que nosotros nos encargarÃamos de fijar la fecha. Debemos hablar un poco del tema, ¿no?Â
Sergio, que estaba bebiendo, detuvo su movimiento y echó un vistazo rápido a Mario.Â
Los Ruiz se miraron entre sÃ. Su hija, que habÃa estado evitando el tema del matrimonio dÃas atrás, ¿ahora cambió de opinión tan rápido?Â
-¿Tienen alguna otra preocupación? -preguntó Mario.Â
Jorge volvió en sÃ. De hecho, el cambio de Luna no le pareció tan irrazonable. Después de todo, el compromiso entre ambas familias ya estaba decidido, tarde o temprano ella tendrÃa que aceptarlo.Â
-Si Luna ya está de acuerdo, la boda puede ser el próximo mes.Â
-Sergio, ¿qué opinas? -preguntó Mario, que habÃa permanecido en silencio.Â
Sergio dejó su copa.Â
No tengo objeciones.Â
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Como habÃan llegado al acuerdo, los Ruiz alzaron sus copas y brindaron con los Quiroga, celebrando el compromiso.Â
Al abandonar el lugar, Mario y Sergio se dirigieron al estacionamiento. El guardaespaldas detuvo el auto frente a ellos. Al subir, Sergio percibió una fragancia femenina, con un fondo a jazmÃn intenso y pesado. Bajó la ventanilla para ventilar el aroma.Â
-¿Beatriz estuvo aquÃ? -preguntó.Â
Mario se aflojó los botones de los puños.Â
-SÃ, sigue igual que antes, llena de cálculos.Â
-Ah, pero asà le gustan las mujeres, ¿no?Â
-Idiota, deja de tomarme el pelo.Â
A Sergio le entraron ganas de fumar, pero odiaba que se quedara el olor en el auto, asà que se contuvo.Â
-Decidiste adelantar la boda sin preguntarme.Â
-¿Ella no te gusta?Â
-Me da igual. Me dijiste que un hombre se casa solo para ascender su estatus. Mejor eso a una vida errante.Â
-Heredaste mi talento para hablar con ironÃa. —Mario no se enfadó, jugaba con su celular-. Luna ahora está en mis manos. Esta vez, la familia Ruiz no podrá retractarse.Â
***Â
Celia pasó la mayor parte de los últimos tres dÃas ocupada en el trabajo, sin permitirse un momento de ocio. Tres dÃas después, finalmente recordó la chaqueta de Miranda.Â
Fue a la oficina de Nicolás, pero él no estaba. Al preguntarle a Dylan, le dijo que habÃa pedido permiso por asuntos familiares. Ella no indagó sobre los asuntos familiares de los Gómez. Al salir de su oficina, se dirigió al ascensor. En el momento en que las puertas se abrieron, quedó sorprendida.Â
Dentro del ascensor estaba César, y Yolanda se paró a un lado. Ambos cesaron su conversación y risas al abrirse las puertas. Yolanda volvió la cabeza hacia Celia y la saludó con una sonrisa cortés.Â
-Señorita Sánchez, ¿no vas a entrar?Â
César también la miró con sus ojos profundos e inescrutables.Â